viernes, 22 de mayo de 2015

Los doce trabajos de Hércules - por Francisco-Manuel Nácher



LOS DOCE TRABAJOS DE HÉRCULES
 por Francisco-Manuel Nácher

 INTRODUCCIÓN 

            1.- El estudio y la reflexión sobre esta hermosa narración de la mitología griega es uno de los más apasionantes y completos que puede acometer cualquier estudiante de lo oculto. Porque no deja sin tocar ninguna fase de la vida del aspirante y hasta lo vincula con actividades cósmicas. Su temática es tan inclusiva, que todos nosotros podemos aplicarnos los experimentos y pruebas, las derrotas y logros de esta heroica figura que se esforzó, siglos atrás, hacia la misma meta que perseguimos nosotros.
          Hércules representa al encarnado y aún no perfeccionado Hijo de Dios que, con determinación, toma en sus manos la naturaleza inferior y voluntariamente la sujeta a la disciplina, lo que producirá finalmente la manifestación de su interna divinidad. Y, de un descarriado pero sinceramente fervoroso ser humano, conocedor inteligente del trabajo que tiene que realizar, resultará un Salvador del Mundo. 
            En los doce trabajos de Hércules, están representados, pues, el Sendero del Discipulado y las experiencias preparatorias para el gran ciclo final de la Iniciación, 
          
        2.- Podemos definir el Discipulado como la etapa final del Sendero de la Evolución, o como el período en el cual el hombre llega a ser definidamente autoconsciente y, libre y sabiamente, se compromete a imponer la voluntad del espíritu (que es esencialmente la voluntad de Dios) sobre su naturaleza inferior. Ese objetivo se puede alcanzar en dos formas: Puede ser el resultado de un lento y seguro crecimiento evolutivo, bajo las leyes de la naturaleza, ciclo tras ciclo, hasta que gradualmente el Dios oculto pueda ser visto en el hombre y en el universo; o puede ser el resultado de la aplicación sistemática de la disciplina, por parte del aspirante, produciendo un más rápido desarrollo del poder y la vida del espíritu. 
      Es un proceso de depuración, de sublimación y de transmutación, llevado a cabo progresivamente, hasta que se alcanzan los Montes de la Transfiguración y de la Iluminación. Los misterios ocultos y las fuerzas latentes en los seres humanos, necesitan ser  descubiertos y requieren ser utilizados de una manera divina y de acuerdo con un divino propósito, inteligentemente comprendido. Cuando se hace así, el discípulo se halla en armonía con el universo.

         3.- Investigaremos la historia de Hércules a medida que pasaba por los doce signos del zodíaco. Comprobaremos que, en cada uno de ellos, expresaba sus características y lograba algún conocimiento nuevo sobre sí mismo. Y, a través de ese conocimiento, demostraba el poder del signo y adquiría los dones que el mismo confería. En cada uno de los signos lo encontraremos venciendo sus tendencias naturales, controlando y gobernando su destino, y demostrando que las estrellas inciden y nos tientan, pero no nos dominan.
           A medida que estudiemos la historia de Hércules y lo sigamos a lo largo de sus doce trabajos, recorriendo el gran zodíaco de los cielos, nos aproximaremos a aquél desde dos ángulos: el del hombre común, aún no despertado a la vida real, y el del aspirante individual; y aún, el de la humanidad en su conjunto. Porque, ahora que el hombre ha desarrollado su mente y coordinado sus aptitudes mentales, emocionales y físicas, ha agotado los intereses del mundo fenoménico y está empezando a buscar una salida a un reino más amplio de conocimiento.

             4.- Cada uno de nosotros somos un Hércules en embrión, y hemos de enfrentar idénticos trabajos; tenemos todos la misma meta que lograr y el mismo círculo del zodíaco que abarcar. El trabajo a realizar tiene como objetivo principal la eliminación de todo temor y el control de las fuerzas naturales de la naturaleza humana. Porque las características del hombre, inmerso en la forma de la vida y bajo la regla de la materia, son: temor, individualismo, rivalidad y codicia. Que han de dar lugar a la confianza espiritual, la cooperación, la conciencia de grupo y la carencia de egoísmo.
             En realidad, la historia de Hércules es también la historia del Cristo Cósmico, crucificado en la Cruz Fija de los cielos; y la historia del Cristo Histórico contenida en los Evangelios; y la historia del Cristo Planetario, crucificado en el planeta; y es la historia del Cristo Interno, crucificado en la cruz de la materia, y encarnado en cada ser humano. Dios encarnado en materia. Ésta es la historia de nuestro sistema solar, la historia de nuestro planeta, la historia del ser humano. 

           5.- Para este estudio, deberemos tener in mente cuatro pensamientos fundamentales, a saber: 
                 a.- La naturaleza manifiesta energías invisibles a través de formas visibles.
                  b.-Detrás del mundo objetivo de los fenómenos, humano o solar, pequeño o grande, orgánico o inorgánico, hay todo un mundo subjetivo de fuerzas que es responsable de la forma exterior. 
                c.- Todo lo exterior y tangible es un símbolo de las fuerzas creativas internas.
           d.- Un símbolo es una forma exterior y visible de una realidad interior y espiritual. 
       
            6.- Hemos aprendido mucho sobre la vestidura externa de Dios a través de la física, la química, la biología y otras ciencias, pero en una región donde todo aparece como hipótesis e inferencias. Lo único que sabemos con seguridad, tras la fisión del átomo, es que todas las formas son aspectos de la energía; que hay una acción recíproca y un impacto de energías sobre nuestro planeta; que el planeta mismo es una unidad de energías, compuesta por multitud de unidades de energía, y que el hombre mismo es también un manojo compuesto de fuerzas y se mueve en un mundo de fuerzas. Hasta aquí nos ha conducido la ciencia, y es donde el astrólogo, el ocultista, el idealista y el místico también se reúnen y atestiguan una Deidad oculta, un Ser viviente, una Mente Universal o una Energía Central, como quiera llamarse. 
                 En el paso del sol a través de los doce signos del zodíaco, podemos ver la maravillosa organización del plan, el enfoque de las energías y el crecimiento de la tendencia hacia la divinidad. Ahora, por fin, en el siglo veintiuno, lo objetivo y lo subjetivo se han tornado tan estrechamente mezclados y fundidos que es casi imposible decir dónde empieza el uno y termina el otro. El velo que ocultaba a la Deidad se está volviendo transparente y el trabajo de los que han logrado conocimiento está enfocándose en llevar a la humanidad al Sendero del Discipulado, entrenando a muchos de los más avanzados para que puedan llegar a ser los conocedores e iniciados de la nueva era. 
        El despertar del hombre toma la forma de un autoconocimiento que, cuando es verdaderamente alcanzado, capacita al hombre para descubrir que la Deidad oculta en el universo es idéntica en naturaleza, aunque bastante mayor en grado y conocimiento, a la Deidad oculta dentro de sí mismo. El hombre, entonces, puede convertirse conscientemente en Espectador u Observador. Y dejar de identificarse con el aspecto material, para usarlo sólo como medio de expresión.
           En esa situación, el hombre se ve desgarrado en dos direcciones: El hábito lo tienta a identificarse con la forma, mientras la nueva comprensión lo impulsa a identificarse con el espíritu. Entonces se inician una reorientación, y un esfuerzo nuevo y autodirigido, representados para nosotros en la historia de Hércules. En el momento en que la altura intelectual se ha logrado, el "Observador Silencioso" despierta a la actividad y Hércules empieza sus trabajos. 

               7.- Relata la biografía de Hércules - compuesta de toda una serie de símbolos muy sugestivos pero en los que no podemos detenernos ahora – que, el día antes de que el rey Amfitrión regresase a su casa, tras una guerra victoriosa, Zeus, tomando la apariencia de aquél, pasó la noche con la esposa del mismo, Alkmene. Aún estaba amaneciendo cuando Amfitrión, llegado al hogar, hizo lo propio. 
              Alkmene, pues, dio a luz, primero a Hércules y, con una noche de diferencia, a Ificles. El primero, hijo de Dios aunque mortal. El segundo hijo de mortales. 
                Queriendo Zeus conceder la inmortalidad a su retoño, una noche ordenó a Hermes que lo sustrajese de su cuna, lo subiese al Olimpo y, mientras su esposa Hera dormía, lo acercara a uno de sus senos para que Hércules mamase su leche. Hércules, al notar el tibio contacto del pezón, comenzó a chupar, pero lo hizo con tal fuerza que Hera, despertándose, lo rechazó. Y el chorro de leche que se derramó formó la Vía Láctea. 
           Zeus no descuidó la educación de Hércules y le dio por maestros a los mejores educadores. Antes de los 18 años ya medía dos metros y medio y tenía una fuerza extraordinaria. Por entonces comenzó sus hazañas, la primera de las cuales fue la siguiente: 
              En el Kitairón, montaña entre Ática y Beocia, había un león que estaba acabando con los rebaños, tanto de Amfitrión como del rey  Tespios, de Tebas. Deseando cazarlo, fue Hércules al país de Tespios en cuyo palacio se hospedó. Todos los días salía al alba en busca del león y volvía, ya de noche, tras haber caminado toda la jornada. Cincuenta días transcurrieron así hasta que, al fin, pudo matarlo con sus propias manos. Desde entonces adoptó la piel de aquel leon como vestimenta.
              En Delfos, recibió de Apolo el nombre de "Hércules" que le ha hecho célebre, en sustitución de su nombre anterior "Alkaides", derivado del de Alkaios, su abuelo. Y recibió también el mandato – como penitencia por un error cometido – de ir a Tirinto y ponerse a las órdenes del rey Euristeo durante doce años. Fue entonces cuando Euristeo (símbolo del Maestro), por inspiración de Hera, le impuso al héroe los doce célebres trabajos que vamos a considerar en estas dos conferencias. 

          8.- Anticipándonos un poco a lo que vamos a estudiar, diremos que: En lo que al aspirante concierne, en los cuatros primeros signos zodiacales, prepara su equipo y aprende a utilizarlo. En Aries, se aferra con fuerza a su mente y busca inclinarla a su necesidad, aprendiendo el control mental. En Tauro, “la madre de la iluminación", recibe su primer destello de esa luz espiritual que crecerá, cada vez más brillante, a medida que se acerca a su meta. En Géminis, no sólo aprecia los dos aspectos de su naturaleza, sino que el aspecto inmortal empieza a acrecentarse a expensas del mortal. En Cáncer, logra su primer contacto con ese sentimiento más universal, que es el aspecto superior de la conciencia de la masa. Equipado, por consiguiente, con una mente controlada, una capacidad de registrar la iluminación, una facultad para hacer contacto con su aspecto inmortal y para reconocer intuitivamente el reino del espíritu, está listo ahora para el trabajo mayor. 
           En los cuatro signos siguientes, los signos de la lucha del plano físico por la realización, el individuo autoconsciente se conoce a sí mismo como el individuo en Leo, el Cristo potencial en Virgo, el aspirante esforzándose para equilibrar los pares de opuestos en Libra, y el que vence a la ilusión en Escorpio. Estos son los cuatro signos de crisis y de enorme esfuerzo. En ella toda la iluminación, la intuición, y el poder del espíritu del cual Hércules, el aspirante, es capaz, son utilizados al extremo. El espíritu logra individualidad, en Leo; se vuelve el que alimenta las ideas y las capacidades potenciales, en Virgo; oscila violentamente de un extremo al otro, en Libra; y está sujeto al efecto disciplinante del mundo de la ilusión y la forma, en Escorpio.
         Los últimos cuatro signos, son los de la realización. El aspirante ha trabajado en el mundo del espejismo y de la forma, y su conciencia está libre de sus limitaciones. Ahora puede ser el arquero en Sagitario, yendo directamente a su meta; y puede ser la cabra en Capricornio, escalando el monte de la Iniciación; y puede ser el Servidor del Mundo en Acuario, y el Salvador del Mundo en Piscis y, en estos cuatro signos finales, demostrar los beneficios logrados y los poderes desarrollados.
           No hay triunfo para el aspirante hasta que no ha transmutado el instinto en intelecto y el intelecto en intuición, ni hay correcto uso del intelecto hasta que la intuición es puesta en juego, interpretando y extendiendo el intelecto y aportando la realización. Entonces el instinto se subordina a ambos. 

        9.- El Padre Espíritu y la Madre Materia se juntan en el hombre, y el trabajo del discípulo es remover los lazos de la madre y, así, responder al amor del Padre.
           Esta dualidad se pone también de manifiesto en el hecho de que él era uno de los gemelos. Nosotros leemos que un gemelo nació de un padre terrenal y el otro era el hijo de Zeus. El aspirante es también consciente de los dos aspectos que se hallan en su naturaleza. Existe la bien desarrollada y altamente organizada personalidad a través de la que se expresa habitualmente (mental, emocional y física), con sus tres partes coordinadas en una integrada unidad. Luego, está la naturaleza espiritual, con sus impulsos e intuiciones, su constante inclinación hacia las cosas vitales y divinas, y la consecuente lucha interior que resulta de esta dualidad comprendida. Hércules, pues, era el discípulo, viviendo en un cuerpo físico, pero capaz, a veces, como San Pablo, de ser “llevado al tercer cielo", y tener trato con los seres divinos. En esta condición, tuvo visión del Plan, supo lo que tenía que hacer y percibió la realidad de la vida espiritual. 
            Este sentido de dualidad es la primera etapa de la experiencia espiritual e ilumina los pensamientos de todos los grandes aspirantes y  místicos del mundo. Recordemos cómo San Pablo exclama mientras lucha con el problema: Lo que quiero hacer no lo hago y, en cambio hago lo que no quiero hacer

                 10.- Habiendo alcanzado su crecimiento y sido entrenado en todo lo que el mundo podía darle, se nos dice después que Hércules mató a sus maestros. Con ello se nos está diciendo que había alcanzado el punto en que podía basarse en sus propias conclusiones, conduciendo su propia vida, y manejando sus propios asuntos. Y se le hacía necesario librarse de quienes buscaban supervisarlo; tenía que desprenderse de la autoridad y salir a encontrar su propio camino y hacer sus propios contactos con la vida.
             Mató igualmente a sus hijos y a sus amigos y a todo el que estuviese conectado con él. Éste es ese estado insano común a todos los que empiezan el Sendero del Discipulado, en el cual una malsana conciencia sacrifica a todos y a todo al desarrollo del espíritu individual. Esta es una de las faltas más comunes en los aspirantes. 
            En la historia de Hércules no se nos cuenta lo que él dijo sino sólo lo que hizo. Porque el derecho a hablar hay que ganarlo, primero, con los actos.
             Antes de que diese comienzo a sus doce trabajos, los dioses quisieron pertrecharlo para ello. Y se nos dice que Minerva le dio una túnica, símbolo de la vocación; Vulcano le dio una coraza de oro, que capacitaba al aspirante para emprender los doce trabajos y seguir adelante sin amedrentarse. De Neptuno, el dios de las aguas,recibió dos caballos, la naturaleza emocional, que representan la capacidad de ser arrebatado, ya sea por una línea de pensamiento o por una reacción emocional. Esta naturaleza emocional, cuando es usada correctamente y subordinada a los propósitos de Dios, esuna de las más grandes posesiones que el discípulo tiene. Con la ayuda de Neptuno y los rápidos corceles, Hércules podía estar en contacto con la esfera más distante en la cual podían ser ejecutados sus trabajos. Equipado, por lo tanto, con vocación, energía espiritual y sensibilidad, el obsequio de una espada que vino de Mercurio, el mensajero de los dioses, es de profunda significación, pues la espada es el símbolo de la mente que divide en pedazos, separa y destruye. A través de su uso, Mercurio agrega a los otros dones conferidos a Hércules, el del análisis mental y la discriminación. Y se nos  termina diciendo que Apolo, el mismo Dios Sol, se interesó por Hércules y le dio un arco de luz y una flecha, simbolizando la capacidad de ir rectamente a la meta; símbolo también de esa penetrante iluminación, que como una flecha de luz podría iluminar la oscuridad de su sendero cuando fuera necesario.
            Así equipado, Hércules permanece listo para el gran esfuerzo. Y cuando todos los dones habían sido concedidos y él permanecía con su divino equipo, tuvo lugar la más sorprendente reacción por su parte: se alejó un momento, se internó en el bosque y regresó con un garrote que había cortado. Porque, aunque todos los presentes divinos eran muy hermosos y magníficos, él no sabía aún cómo usarlos y prefería abrirse camino sólo con lo que sabía y podía usar. 

* * * 
pueden  leer los trabajos, desde aquí