viernes, 29 de septiembre de 2017

Argentina 2017 (IV): Acerca de novedades y prejuicios


Alejandro Lodi

(Septiembre 2017)

(Viene de “Argentina 2017 (III): Violencia, transformación y patología”).



Hemos visto los tránsitos de Plutón a casa IV, Sol y Luna de la carta de Argentina. Vamos a considerar ahora otro clima astrológico trascendente de este momento de la historia: Urano en tránsito a Sol y Luna natales.



Las últimas elecciones presidenciales se llevaron a cabo bajo clima uraniano. ¿Qué significa esto? Tiempos que anuncian cambio, renovación, acontecimientos súbitos que alteran la normalidad, hechos imprevistos e insólitos que afectan a Sol (figuras gobernantes, jefes de Estado, ministros y altos funcionarios de la justicia) y Luna (pueblo, democracia y la participación de la mujer). Momentos en los que es posible que ocurra lo que no esperábamos, algo que no resultaba previsible, que nos sorprenda, y que tenga que ver con esas temáticas solares y lunares. Que sea una buena o mala sorpresa es algo que está fuera de lo que podemos prever (la astrología es, recordemos, amoral).

Este suceso astrológico es sincrónico con la muerte del fiscal Alberto Nisman (18 de enero de 2015). De confirmarse su asesinato, se trata de un hecho de máxima gravedad institucional, de un magnicidio. En el contexto uraniano, ese acontecimiento trágico y sorpresivo no puede ser evaluado por la conciencia colectiva desde sus criterios y valoraciones habituales, sino que obliga a un salto de percepción porque abre a una realidad desconocida. Creíamos que la realidad era una, pero ese suceso uraniano nos muestra otra, nos expone a nuevos significados y revela la disfuncionalidad de nuestros juicios para responder a esa nueva realidad. La muerte de Nisman altera la consideración que el pueblo (Luna) tiene de las figuras gobernantes (Sol), torna anacrónicas ciertas miradas y opiniones, tanto que permanecer en ellas comienza a resultar patológico (una descripción delirante de la realidad). Aunque su golpe súbito pueda dejarnos aturdidos, Urano siempre es un oportuno rayo de discernimiento, un “darse cuenta”.

La muerte del fiscal Nisman todavía nos deja en vacío uraniano. Y nos obliga a dar cuenta de la cada vez más evidente actuación de ese oscuro subsuelo de nuestra sociedad del cual nunca tenemos suficiente claridad, que viene desde muy lejos y ha sabido subsistir en nuestra democracia: el sórdido tejido de los servicios de inteligencia. El espionaje estatal y sus secretas operaciones componen una trama que excede absolutamente nuestro conocimiento, que opera en nuestra comunidad sin que lo sepamos y sin que ningún gobierno haya podido (¿querido?) desmantelarla desde 1983.


Al mismo tiempo, en ese contexto uraniano se dan los comicios presidenciales de 2015. En elecciones libres, legítimas y sin proscripciones, vence una facción política nueva, distinta a los dos partidos que se habían alternado en los triunfos electorales del último siglo. Parece evidente que, más allá de que nos guste o disguste, ocurrió la sorpresa, lo que no era previsible que sucediera. Pocos creían que podía darse ese resultado. Incluso ningún astrólogo lo predijo. Mauricio Macri triunfa en el ballotage y, sobre todo, María Eugenia Vidal es elegida gobernadora de la provincia de Buenos Aires. Esos acontecimientos adquieren el carácter de “uranianos”, nos exponen a lo que “no podría haber ocurrido” y, por lo tanto, nos deja “en el aire”. En ese estado de suspensión de certidumbre, en esa situación en la que no podemos comparar lo que sucede con nada conocido, surgen dos tipos de respuesta: abrir la posibilidad de lo nuevo (es decir, tomar ese vacío de referencias conocidas como un desafío de creatividad), o sucumbir a la angustia (aferrarse a lo viejo y llenar el vacío con prejuicios).

Siendo un país con Sol en Cáncer, el vacío de referencias que propone la oportunidad creativa puede llenarnos de angustia y miedo…

Exactamente. Ante la aparición del hecho sorpresivo que nos deja sin referencias, si sostenemos ese vacío, puede ocurrir lo nuevo. Si, en cambio, no toleramos ese vacío, vamos a significarlo desde juicios absolutamente anacrónicos. Es decir, desde el miedo y la angustia no nos permitimos percibir qué es lo que está ocurriendo, sino que, para calmarnos, de inmediato lo clasificamos en categorías ya conocidas; de este modo, lo nuevo no es nuevo, sino que “ya ocurrió lo mismo en el pasado”.

Por cierto, como venimos diciendo “ambas cosas pueden ser ciertas…”. Puede ser que lo está ocurriendo no tenga nada de nuevo y que repita una forma del pasado. Es una posibilidad. Pero también puede ser que estemos viviendo algo distinto, que no encaje con categorías del pasado, y que esté desafiando a nuestra intuición creativa. Invoquemos al “mantra anti-polarización”… (risas). En cuanto aparezcan las posiciones fijas que dicen “¡sí! ¡está ocurriendo algo nuevo!” y “¡no! ¡es lo viejo!”, repitamos “ambas cosas pueden ser ciertas”.

¿Cómo podría haber sido significado este clima uraniano con otro resultado en las elecciones? El triunfo de Scioli acaso hubiera repetido una fórmula que ya hemos experimentado -con poco éxito y consecuencias finalmente trágicas- en el anterior tránsito de Urano al Sol-Luna de Argentina (entre 1971-1973): en lugar de “Cámpora al gobierno, Perón al poder…” hubiera sido “Scioli al gobierno, Cristina al poder…”. Lograr que el presidente elegido en las urnas no coincida con la figura que controle el poder puede verse como un gesto de creatividad política… o como una trasgresión del contrato electoral y una disociación -un tanto perversa- de la realidad. Por cierto, la creatividad y la trasgresión (o disociación) resultan dos modos bien distintos de vivir la energía uraniana.


Lo nuevo y distinto no siempre es creativo. También puede resultar regresivo. Pero siempre es irreversible. Luego de los tránsitos de Urano las cosas no vuelven a ser como antes. En nuestra historia del siglo XX, los climas de Urano al Sol-Luna de Argentina marcan fechas de alteración, de cambio, sin posibilidad de vuelta atrás, respecto a la relación entre el pueblo y sus figuras gobernantes:
  • 1931-1932: Ruptura con el orden institucional basado en la Constitución y vigente desde 1853. Golpe militar y aval judicial (acordada de la Corte Suprema de Justicia).
  • 1952-1954: Segundo mandato de Perón. Intento de un nuevo orden institucional basado en la Constitución de 1949. Polarización extrema, violencia política.
  • 1971-1973: Retorno y tercera presidencia de Perón. Surgimiento y auge de organizaciones armadas revolucionarias y contra-revolucionarias. Polarización extrema, violencia política.
  • 1992-1993: Primer gobierno peronista luego de la muerte de Perón. Cambios en la economía y el tejido social. Trágicos atentados contra la comunidad judía. Se acuerda una reforma de la Constitución para permitir la reelección presidencial.


Desde 2015 a la fecha nuestra comunidad vive un momento análogo a esos tiempos históricos. Quizás podamos compartir algunos apuntes y meditar sobre ellos.

¿En dónde podríamos percibir la manifestación de este clima uraniano de pérdida de referencias conocidas, de alteración de la continuidad con el pasado, y de oportunidad de cambios y saltos creativos.

Primero, no es fácil ubicar la identidad política de la agrupación gobernante en las conocidas categorías de “izquierda” o “derecha”. O al menos introduce algunas paradojas. El perfil social de la mayoría de sus representantes (empresarios, ejecutivos, profesionales) permitiría adjudicarle al actual gobierno una visión conservadora (es decir, de “derecha”). No obstante, su práctica de la política lo acerca a una visión liberal democrática: respecto por las instituciones, la división de los poderes, la libertad de expresión, ausencia de exaltaciones militaristas, clericales, de valores tradicionales o de modelos del pasado. En lo económico, hasta el momento, lo que parece proponerse es una política gradual orientada al desarrollo y el crecimiento, antes que el ajuste extremo indiferente al costo social (característico del fundamentalismo conservador). Su propensión a una economía de mercado no ha suprimido una activa participación de Estado, sobre todo en el área social y de obra pública. Parece evidente que la administración Macri no es “la dictadura”, ni la instauración de un “capitalismo salvaje”, lo cual no deja de ser una buena noticia. Si, no obstante, efectivamente lo encuadráramos bajo la categoría de “gobierno de derecha” estaríamos, entonces, frente a una evolución saludable, que muestra una diferenciación creativa que no replica (hasta ahora) los horrores de nuestra memoria histórica, y que nos obligaría a ensayar definiciones paradójicas (¿absurdas?) como la de referir a un “conservadurismo progresista”.

Sin embargo, desde la visión de “la izquierda progresista” (es decir, desde donde se esperaría la mejor disposición para apreciar los tiempos de cambio uranianos), el actual gobierno es idéntico a los anteriores gobiernos “de derecha”, en particular al más trágico: el de la dictadura. Esa visión revolucionaria, fija en su posición, necesita que lo sea. Macri es (tiene que ser) la dictadura. ¿Por qué? Porque necesita conservar esa visión en la que ha hecho identidad gran parte de una generación atravesada por el trauma del más encantador fanatismo idealista y la más horrorosa tragedia de nuestro país. Cristalizados en el dolor, la pasión de la generación de Plutón en Leo (1938-1956) todavía condiciona el discernimiento de la situación del presente y los desafíos de futuro: la actualidad y el porvenir debe coincidir con el pasado. En la otra cara de la paradoja (¿del absurdo?) a la que referimos antes, asistimos a la evidencia de “un progresismo conservador”.

Es “El día de la marmota”. Estamos atrapados. No salimos más. ¿No tenemos alternativa..?

¿Y si descubriéramos que las categorías de “izquierda” y “derecha”, de “progresismo” y “conservadurismo”, ya no resultan relevantes para apreciar el presente ni para contener nuestras intuiciones de futuro, o, al menos, necesitan ser radicalmente resignificadas?

Situaciones que animan a confiar en un cambio creativo (como la acción contra las diversas mafias que actúan en la sociedad) o que nos hacen temer una regresión al pasado (como la no esclarecida desaparición de Santiago Maldonado) pueden excitar posiciones extremas que, al polarizar, no permiten la libertad necesaria para discernir el carácter del presente, en sus valores y en sus limitaciones. El desafío es que cada uno de nosotros tolere esa apertura perceptiva que permita distinguir lo nuevo de lo viejo, lo creativo de lo regresivo, sin cristalizarla en ninguna posición ideológica ni identificarla con ningún caudillo o mesías político. Que ocurra lo creativo o lo regresivo no es mérito o defecto de ninguna idea o persona en particular, sino expresión de la conciencia colectiva que nos reúne e implica.

Por último, en sincronicidad con el tránsito de Urano a Sol-Luna de Argentina y haciendo énfasis en las claves simbólicas de la Luna en astrología mundana (pueblo y participación de la mujer), asistimos quizás a una revolución de las mujeres. Las mujeres en el poder.

Cristina Fernández como la figura más influyente de la oposición. Gabriela Micheti como vicepresidente de la Nación (luego de haber desafiado, en las internas de su partido, el liderazgo del luego presidente). María Eugenia Vidal como gobernadora de la provincia de buenos Aires y con un protagonismo en ascenso. Figuras como Margarita Stolbizer, Graciela Ocaña, Gladys González, Mariana Zuvic, entre otras, con destacadas y efectivas actuaciones en el desmantelamiento de oscuras tramas mafiosas. Mujeres que, además, suman una cualidad excepcional (es decir, uraniana) en la historia de la participación femenina en política: portan sus apellidos, no el de sus maridos… Vale recordar que en el anterior tránsito de Urano a Sol-Luna natal (1971-1973), la uraniana experiencia de que una mujer llegue, por primera vez en la historia, a la presidencia fue en tanto esposa del caudillo fallecido: Isabel Perón.

Pero quizás el rol más desconcertantemente uraniano sea el Elisa Carrió como parte fundamental del actual gobierno. La estabilidad del gobierno está condicionada, en alto porcentaje, a su inestable inclusión. La gobernabilidad y legitimidad de la administración Macri depende de la capacidad para contener esa diferencia, tan riesgosa como enriquecedora.

En nuestra historia política, lo habitual ha sido que ese tipo de diferenciación sea o bien subordinada o sometida, o bien expulsada y exiliada.

Si esto ocurriera, representaría la frustración de una oportunidad creativa: la de que un gobierno muestre la madurez de contener al fiscal de sus actos, de hacer creíble su transparencia incluyendo a quien lo habrá de observar, sin asociar fidelidad con complacencia ni fortaleza con obsecuencia. Nada sencillo, por cierto. Un auténtico salto evolutivo uraniano para nuestro carácter Sol en Cáncer-Luna en Capricornio.

Urano a Sol-Luna natal simboliza la oportunidad de lo nuevo y creativo. No podemos aun convencernos de que esa novedad la represente este gobierno o alguna otra visión que esté abriéndose en nuestra comunidad. Quizás no sea relevante determinarlo. Pero estamos en una situación distinta. En términos saturninos, anómala. Si confiamos en lo que indica la astrología y somos honestos en nuestra percepción (sin falsificarla con creencias previas demasiado próximas a prejuicios), podríamos estar atentos a qué respuesta dan los diferentes espacios políticos a esta situación uraniana. O evaluar qué voces de la sociedad juegan a favor de confiar en la intuición creativa y ser fieles al futuro, o necesitan capturarlas en etiquetas que confirmen que el presente replica el conflicto de la época colonial.

Finalmente, cada tránsito de Urano recrea su polaridad con Saturno (como cada tránsito de Saturno lo hace con Urano): la míticamente viva tensión excluyente entre lo viejo y lo nuevo, la forma conocida que tiende a perpetuarse y la oportunidad irreconocible que irrumpe, la comparación con el pasado y el incomparable rayo de futuro.

Cristalizados en nuestra percepción de la realidad, refugiados en las creencias e ideas en las que hemos hecho identidad, vamos a resistir la emergencia de lo nuevo en tanto no coincida con la visión de la realidad que necesitamos confirmar. Aceptar la novedad implicaría una transformación personal. El yo necesita habitar sus certezas, aun cuando descubra que se han convertido en prejuicios. Necesita que el presente reproduzca la forma del pasado que le otorga identidad. Cuando la percepción comienza a desbordar y contradecir sus creencias seguras, solo cabe una crisis de transformación de la identidad: la muerte a una imagen de sí mismo -forjada en la memoria- a favor de reconocer las cualidades creativas y diferentes que ofrece el presente, y renovar con ellas su propia visión personal y del mundo. Permanecer en lo conocido y seguro, ahogar la novedad para afirmar la continuidad, siempre es una opción, pero que solo conduce a mayor sufrimiento y, en extremo, patologías.

Resulta crucial evaluar qué respuesta prevalece en la conciencia colectiva: la confianza en lo nuevo (no exento de riesgos y fracasos) o el repliegue en prejuicios que fijan la realidad en sus moldes (tan ideológicos como emocionales). No hay seguridad de que aquello que creemos nuevo no termine reproduciendo lo viejo. No queda otra alternativa que ser fieles y honestos con nuestra intuición, ser valientes para disolver nuestros prejuicios, y asumir sus consecuencias.

(Sigue en “Argentina 2017 (V): La revolución del acuerdo”)


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martes, 19 de septiembre de 2017

Argentina 2017 (III): Violencia, transformación y patología

Argentina 2017 (III): 
Violencia, transformación y patología

Alejandro Lodi

(Septiembre 2017)

(Viene de “Argentina 2017 (II): La oscuridad transversal”)


Hemos presentado el actual tránsito de Plutón a la cúspide de casa IV de la carta de Argentina y considerado algunos de los significados y hechos sincrónicos con ese clima. Pero no es ese el único movimiento relevante de Plutón en el presente: también transita a Luna y Sol natales entre 2016 y 2018 (tal como lo hiciera antes solo en tres momentos de nuestra historia 1838-1842, 1928-1931 y 1978-1980).


Se trata de un evento astrológico que ya hemos presentado en otros artículos (*). Recordemos que simboliza un clima propicio para ver la oscuridad de nuestras figuras gobernantes (Sol) tanto como la que circula en la vida cotidiana del pueblo (Luna). La perversión del poder y la que hemos naturalizado en nuestros hábitos de relación y en la vida familiar. Es un contenido horroroso e inconsciente que acaso hemos negado o reprimido, pero que ya no podemos proyectar en los dirigentes que gobiernan y administran lo público. Si creyéramos que esas conductas de espanto son propiedad de aquellos que elegimos para que nos gobiernen, entonces los convertiríamos en “chivos expiatorios”: descargaríamos nuestra propia oscuridad en ellos y nos sentiríamos ajenos a lo que percibimos y nos incomoda. La oposición Sol-Luna de la carta de nuestro país nos recuerda -implacablemente- que lo que vemos en nuestros gobernantes (Sol) es nuestro propio reflejo como pueblo (Luna). Y cuando el clima que opera sobre esa oposición es el de Plutón, la evidencia reflejada es de terror y náusea. Por supuesto, en un plano hay responsables y es saludable que opere la justicia y establezca sanciones y penalidades; pero, si eso condujera a que, como comunidad, colguemos sobre ellos nuestro insoportable sentimiento de culpa, entonces no nos quedará otro destino que seguir conviviendo con nuestros monstruos (¿inconscientes?) y permanecer cristalizados en la victimización, ya a extremos de una patológica manía de repetición.

Es un momento crucial. Antes que resolver una situación dolorosa, un tránsito de Plutón propicia que el dolor salga a la superficie y ya no sea posible ocultarlo, como paso previo y necesario para su curación transformadora. Meditemos en la referencia histórica del anterior clima plutoniano sobre el Sol-Luna natal: cuando Plutón recorrió los grados 17 y 19 de Libra entre 1978-1980.

Es el momento en el que sale a la luz un secreto, una verdad oculta de la que no estábamos enterados o no queríamos enterarnos. No se trata solo de las atrocidades del último régimen militar (sinceramente, creo que si nos quedáramos allí nos extraviaríamos), sino de asistir a la sombría crueldad que circula a lo largo de la historia de nuestra sociedad. No es la primera vez que acontecimientos históricos exponen esa evidencia, pero en aquellos años el grado de odio y de desprecio por la vida del otro se manifestó de un modo tan brutal que excedió las justificaciones culturales, ideológicas o religiosas en la que históricamente lo habíamos anestesiado. Hoy Plutón nuevamente nos interpela: ¿somos capaces de sostener ese discernimiento y asumir la evidencia que nos compromete, o cedemos al encanto adolescente de narcotizarlo con eslóganes, consignas y frases hechas autoindulgentes? La distancia entre una variable y otra es -tratándose de un contexto plutoniano- la de la transformación y la regresión, la sanación y la patología.

Plutón en tránsito a Sol natal indica tiempos de profunda transformación de la identidad nacional y de expresar su potencia, tanto como de asistir a la sombra de nuestro orgullo patriótico y de los traumas del pasado sobre los que hemos construido la imagen que tenemos de nosotros mismos. Para la astrología mundana, además, todo ello se corresponde con los atributos de las figuras gobernantes; más específicamente, jefes de Estado, ministros y altos magistrados de la justicia. Lo que percibimos en quienes nos gobiernan -sus cualidades transformadoras en beneficio de activar las potencialidades de la comunidad, tanto como sus abusos, corrupciones y megalomanías- está en correspondencia con contenidos inconscientes de nuestra identidad argentina. Como comunidad, reconocernos en lo que vemos proyectado en los egos gobernantes es la condición para iniciar un proceso de sanación de las tóxicas características de nuestra soberbia nacional. Un momento oportuno para distinguir el don del orgullo como sinónimo de honor de su falsificación en vanidad. La honorabilidad es generadora y estimulante; la vanidad es destructiva y anuladora. El orgullo honorable -maduro y responsable- implica una afirmación en el mundo; el orgullo vanidoso -demandante y apropiador- representa la negación misma de los vínculos.

Plutón en tránsito a Luna natal, por su parte, nos dice que hay mucho más dolor circulando entre nosotros del que nos animamos a confesarnos. Hay oscuras memorias, resentimientos y culpas, de las que no somos conscientes y que contaminan nuestros vínculos. Existen indiferencias, desprecios e ignorancias de hechos y situaciones que atraviesan de sufrimiento a gran parte de nosotros. Quizás ni siquiera aparezcan registrados adecuadamente por los medios de comunicación, ni considerados de un modo efectivo por las instituciones del Estado. Uno de esos temas es el de la instalación (progresivamente sostenida, al menos, desde hace 25 años) del narcotráfico en nuestra sociedad, no solo como negocio, sino como cultura. Esto representa una horrorosa degradación de valores de convivencia y una naturalización de la violencia. No sé qué sienten ustedes, pero no parece ser una situación que reconociéramos, que realmente percibiéramos próxima o en la que asumamos que estamos involucrados.

Pero atraviesa la sociedad. Se ha desarrollado una cultura violenta. Se ve en el fenómeno del fútbol, con las barras bravas involucradas en el negocio de la droga y controlando clubes, con la violencia y el desprecio por la vida del otro que implica que no se permita público del equipo visitante…

Es cierto, en los partidos de fútbol no puede haber simpatizantes de los dos equipos porque -institucionalmente- asumimos que no puede asegurarse la vida de los concurrentes. Y, de todos modos, sigue habiendo muertos en los partidos, porque se agreden entre integrantes de la misma barra a partir de disputas de poder y del negocio de drogas. Es un síntoma de espanto. El reflejo del maltrato establecido en nuestras relaciones cotidianas.

En los últimos años hay madres que comenzaron a asociarse, sobre todo en el conurbano bonaerense y en Rosario, a partir de que sus hijos han muerto víctimas del consumo las drogas y del narcotráfico. Son mujeres que “ponen su pellejo” y que se exponen a morir ellas también. Hay madres que han sido asesinadas. Y no entiendo cómo no son registradas. No sé por qué el asesinato de una de esas mujeres no es tan relevante como otros acontecimientos criminales de nuestra historia política. Si cediera al encanto conspirativo, diría que hay una intención para que la información de esas muertes no circule. Pero prefiero la opción de que nuestro inconsciente colectivo elige no enterarse de eso, quizás porque sea demasiado horrible la verdad que revelan esas muertes, tal como en su momento lo eran los desaparecidos. Tenemos que recurrir a Google para recordar el nombre de alguna esas mujeres asesinadas, como el de Norma Bustos, desaparecidas de nuestro registro consciente. ¿Cuántas más habrá que no llegan siquiera a las crónicas periodísticas? Estoy convencido que si nuestra conciencia colectiva fuera lo suficientemente sensible, esas mujeres, nucleadas a partir del dolor y de la necesidad de sanarlo con la verdad, conformarían algo análogo a lo que fueron las Madres de Plaza de Mayo, precisamente en los tiempos del anterior tránsito de Plutón a Luna natal de Argentina (1978-1980).

Es lo que te iba a decir. Esa negación del conflicto y de la realidad dolorosa no es nueva en la Argentina…

Exactamente. Por eso, también tendría que haber una transformación de lo que significa hoy tomar una responsabilidad como referente de los derechos humanos, porque va a comenzar a resultar anacrónico asociar derechos humanos con acontecimientos violentos de 40 años atrás, desconociendo lo que está pasando hoy. El tema es que tendríamos que liberarnos de moldes ideológicos a los que nos hemos acostumbrado y que definen cuáles son los motivos de reclamos humanitarios válidos y cuáles no. La cultura narco no parece estar dentro de ellos. No asociamos el narcotráfico como una actividad que atenta contra los derechos humanos de los miembros de nuestra comunidad. La verdad puede ser horrible: tal como descubrimos a finales de los 70 que la desaparición forzada de personas respondía a un plan sistemático implementado desde el Estado ¿cómo conmovería a nuestra conciencia colectiva la comprobación de que el negocio del narcotráfico -con la degradación moral y la comisión de crímenes que implica- no es una actividad delictiva marginal, sino que ha encontrado una necesaria complicidad de los poderes del Estado, cuando no a los mismos protagonistas?

(*) Pertinencias astrológicas sobre Argentina II: el espanto del discernimiento.


Pertinencias astrológicas sobre Argentina III: el musguito en la piedra.



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sábado, 9 de septiembre de 2017

Argentina 2017 (II): La oscuridad transversal

Argentina 2017 (II): 
La oscuridad transversal

Alejandro Lodi


(Septiembre 2017)


Luego de describir los tres tonos energéticos destacados de la carta natal de Argentina (la patria afectiva, la patria ilustrada y la patria fascinada), vamos a desarrollar la cualidad de los ciclos astrológicos del presente y de los próximos años.

Presentar ciclos y tránsitos significa abordar procesos. Quiero decir, no nos vamos a conformar con “la foto del momento”, sino que el presente no está aislado del pasado ni del futuro. Los acontecimientos de la actualidad son fase de un proceso que se viene desarrollando y lo seguirá haciendo. Tenemos la tendencia a creer que siempre estamos en un momento fundante de la historia, pero, en verdad, aun cuando puedan pasar cosas novedosas, todo lo que ocurre está dentro de una lógica de proceso. La astrología es lógica de procesos. Cada cosa que ocurre es fase de un proceso, viene de algún lado y va hacia algún otro. Además, la astrología es circular y los ciclos se repiten. ¿Qué quiere decir esto? Que quizás para poder comprender lo qué estamos viviendo hoy, encontremos claves en las vivencias de esos mismos climas en el pasado. El pasado puede ser un condicionante que nos lleva a la repetición o también una referencia creativa; todo depende de la madurez con la que la conciencia (en este caso colectiva) haya elaborado los traumas de la experiencia.

Está ocurriendo hacia 2016-2017 una específica fase del ciclo de un planeta muy lento a la carta natal de Argentina: Plutón transita la casa IV, lo que además significa que desarrolla la cuarta fase del ciclo que comenzó cuando cruzó el Ascendente.






La primera vez que un planeta cruza el Ascendente de la carta de un país sí merece ser considerada como un momento fundante de la historia. Muchos más si se trata de Plutón, porque está inaugurando un ciclo de 250 años. El primer ciclo de Plutón en la carta natal de Argentina se inicia en 1982. Estamos astrológicamente legitimados a considerar que en esa fecha se inicia “una historia de Plutón” en nuestro país, que comienza a expresarse con una conciencia y visibilidad inédita, y que todo lo vivido con anterioridad es una pre-historia plutoniana.

Pero ¿qué simboliza Plutón y cómo se lo considera en astrología mundana?


Plutón representa al dios de las profundidades infernales, de las intensas y oscuras honduras del alma, tanto transformadoras como destructivas, tanto nutritivas y vitales como tóxicas y mortales. En lo psicológico, es indicador de la pulsión. La pulsión vital es amoral, no está sometida a criterios de bien y mal. Por eso es, psicológica y físicamente, pulsión de vida y pulsión de muerte, eros y tanatos, lo creativo y lo destructivo: no hay creatividad (ni integridad) sin destrucción.


Plutón refiere a cómo la conciencia organiza la potencia vital. Plutón tiene que ver con el poder. En la carta de un país, aporta claves acerca de cómo esa comunidad organiza el poder, cómo circula y qué trama de relaciones genera. Se vincula con las relaciones económicas de producción, con la explotación de los recursos y de la fuerza del trabajo, con el mundo empresario y sindical. Como fuerza psíquica, Plutón en la carta de un país simboliza la pulsión de la masa, en su modo generador y transformador, o en su expresión ciega y adictiva. Representa la fuerza de la vida: su organización, su sublimación creativa y su desborde destructivo.

Generalmente, a escala individual, los humanos reaccionamos a Plutón: sentimos la necesidad de concentrar el poder, para no quedar sometidos al poder del otro. Como naciones, hacemos lo mismo… y un poquito peor también. Concentrar poder produce mucha excitación, pero al mismo tiempo, mucho miedo. Con todo criterio, la conciencia sospecha que, en verdad, está a merced del inconsciente, que irreversiblemente la fuerza pulsional de la vida doblega a la voluntad personal. En palabras del poeta Evaristo Carriego “en el fondo temible de tu alma anda suelto un espanto de fiera…”. Plutón es el planeta de las adicciones. La sensación de que hay una fuerza dentro de nosotros que no puede ser controlada por la personalidad, que se impone a ella y nos conduce a pesadillas. El apego a conductas que producen alta satisfacción y placer en lo inmediato, pero que terminan siendo tóxicas y autodestructivas.

Por primera vez en la historia de la Argentina, Plutón transita el Ascendente en 1982 e inicia el primer ciclo por la carta natal. Con la particularidad de que lo cruza de la mano con Saturno. El señor de los límites también comenzaba un ciclo en 1982. El protagonismo de la pulsión psíquica colectiva (Plutón) y del principio de realidad (Saturno). El inicio de un ciclo de la estructuración del poder en nuestra comunidad. Un tiempo en el que no es posible eludir los hechos que expresan los contenidos más sombríos del inconsciente colectivo, de asumir sus consecuencias para desarrollar madurez y regular el uso del poder. Un tiempo propicio para que cobre protagonismo y emerja a la luz de la conciencia colectiva todo el horror y el daño que pudimos provocarnos entre nosotros, todo el desprecio por la vida que pudo reproducirse en nuestros vínculos.

En 1982 la entidad nacional comienza a estructurar la expresión del poder, a construir la forma institucional que contendrá las relaciones de poder entre individuos, corporaciones, estamentos, clases. Esto incluye, por supuesto, el poder económico, el poder político y el poder religioso. Es una transformación cultural que coincide con la fundación de un bloque histórico. En sincronicidad, es el inicio de la era democrática.

En 2016-2017, Plutón ingresa por tránsito a la casa IV. El proceso iniciado en 1982 llega a su momento de forma (fase IV de un ciclo). Aquel modo de organizar el poder adquiere una definición, un formato. La democracia soñada en 1982 es la realidad que deja en evidencia el presente del 2017. Un momento crucial. La forma que adquiere la organización de la pulsión psíquica colectiva va a determinar el resto del ciclo.

Toma forma la organización del poder gestada desde la recuperación de la democracia en 1983. Y aquí hay un punto clave: la astrología nos dice que no podemos responsabilizar de lo que vemos hoy a lo que ocurrió antes de esa fecha. Las relaciones de poder que muestra hoy nuestra sociedad son la gesta de esta democracia. Toda la potencia transformadora y regeneradora que exhiba hoy el proceso histórico iniciado en 1983 es propia del sistema que hemos construido, tanto en sus luces como en sus sombras. La democracia surgida del horror ha generado otros horrores.

Aquí es donde el astrólogo calla y propone una meditación colectiva. Seguramente cada uno, con su sensibilidad, puede apreciar que hay una deuda ética y moral entre nosotros más grande de la que quisiéramos tener. Quiero decir, de la mano con el fervor democrático, la forma que ha adquirido Plutón en estos años ha transformado traumas y superado dolores, pero ha generado desigualdades severas y hábitos tóxicos graves. Más allá de nuestras creencias e ideas políticas, siendo muy honestos y sinceros con nuestra percepción, se ha hecho (se está haciendo) muy evidente una circulación y manejo muy oscuro del poder. Claro, compararlo con la oscuridad previa a 1983 permite “blanquearlo” porque nada podría ser más oscuro que aquello. Pero el ciclo de Plutón no permite esa treta autoindulgente: el ciclo empezó en 1983 y se trata del poder construido desde esa fecha.

Es el tiempo de asumir la sombra de la democracia. La violencia cotidiana, la exclusión social, el narcotráfico, los hábitos de consumo de drogas, la oscuridad de los servicios de inteligencia, la corrupción política, judicial y policial, la trata de personas, los crímenes y atentados sin resolución ni condena, son los hechos que transparentan la forma del poder gestada (o, al menos, reproducida sin solución de continuidad desde el pasado) desde la recuperación de la democracia en 1983. No es de otra sociedad ni se corresponde con otro sistema político, sino que es la oscuridad de la democracia a la que supimos dar forma en esta comunidad. No son patología de la democracia, sino de “esta” democracia. La salud de nuestra democracia dependerá de la madurez y responsabilidad con la que asumamos la toxicidad que circula en el sistema. Y con Plutón en tránsito por la casa IV descubrimos que hay más toxicidad de la que imaginamos.

Así como no podemos acusar al pasado, tampoco podemos señalar a una facción política, corporación económica o estamento social de esta. La evidencia horrible interroga e involucra a todos. La instalación del narcotráfico no es el perverso triunfo de un grupo, sino el logro de una red de complicidades (más activas, más pasivas) que involucra a la sociedad de un modo transversal.

Otra gran sombra de nuestra democracia es la cristalización de la pobreza. La pobreza estructural. La pobreza naturalizada. La generación de 30 % de pobres en nuestra población, cautivos de operadores políticos que asisten a cambio de favores electorales, sin modificar las condiciones de base, sin ofrecer horizontes de progreso, sin comprometerse con la transformación y reversión de la situación de exclusión. El 30 % de la población condenada a la postergación permanente (como lo fueron sus padres, como lo serán sus hijos), amenazada sin salida por la marginalidad, la delincuencia y la droga.

Pero ¿esto responsabilidad de la democracia que empezamos a construir desde 1983 o viene de mucho tiempo atrás y atraviesa toda nuestra historia?

Convoquemos al mantra: “Ambas cosas pueden ser ciertas…”.

De todos modos, la calificada responsabilidad del proceso democrático que iniciamos en sincronicidad con el tránsito de Plutón por el Ascendente en 1983 se hace muy evidente con el narcotráfico. El narcotráfico, la instalación del narcotráfico en nuestro país, es un oscuro logro de nuestra democracia. Es una de las sombra más pesadas de nuestra democracia. No sabemos cómo pero quedó instalado. Y si está instalado es porque esto ha sabido penetrar la capa política, policial y judicial. Más aún, el narcotráfico es un fenómeno cultural, incluye dimensiones que van mucho más allá de la institucional, Compromete la educación, el arte, nuestros hábitos y costumbres cotidianas. Y va de la mano con el progresivo deterioro de la calidad de vida y de la pobreza estructural.

Finalmente, en esta sustancia sombría que golpea a nuestra conciencia colectiva en el contexto de Plutón en tránsito por casa IV (es decir, en fase IV de proceso iniciado en 1983 con su cruce del Ascendente) sobresalen otros dos componentes que provienen de muy lejos y que mantienen una continuidad incómoda para nuestra conciencia democrática. Uno es el de la corrupción estructural, naturalizada en la amplia gama de estamentos de la sociedad: organizaciones políticas, instituciones judiciales, entidades empresarias y financieras, policías y agentes del orden, clubes de fútbol… El otro es la tenebrosa y persistente acción de los servicios de inteligencia y las fuerzas de seguridad, que operan casi desde una realidad paralela de la que nunca termina de enterarse el común de la población.

Estas sombras que atraviesan la historia democrática de las últimas tres décadas -la instalación del narcotráfico, la cristalización de la pobreza, la naturalización de la corrupción y la continuidad de los oscuros hábitos de sectores ligados a seguridad e inteligencia- son cuestiones que, aunque las incluyan, exceden la discusión política, la reflexión de académicos, o las posiciones fijas de nuestras ideologías. Su reversión no tiene nada que ver con el triunfo de ciertas ideas sobre otras. No es un tema de ideas ni opiniones, sino de condicionamientos emocionales y discernimiento consciente. Esas sombras son un trauma en el alma de la nuestra sociedad y, en ese sentido, comprometen a una transformación emocional colectiva, conducen a una crisis espiritual en el corazón de nuestra comunidad, convocan a una sanación de la memoria de nuestra entidad nacional compartida.

(Continua en “Argentina 2017 (III): Novedades, miedos y prejuicios”).


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Argentina 2017 (I): Afectivos, ilustrados, fascinados




Argentina 2017 (I): Afectivos, ilustrados, fascinados

Alejandro Lodi

(Agosto 2017)

Esta serie de ocho notas acerca de la carta natal de Argentina
 y sus momentos cíclicos relevantes para 2017 
se basa en la charla realizada el 16 de junio 
en la Escuela de Lenguajes Simbólicos “Consideral”. 
Gracias a Beatriz Leveratto por ofrecer 
su espacio y a Ana Victory por la
 transcripción de la grabación.

Les voy proponer, inaugurando la práctica de una “astrología preventiva”, un mantra libriano disolvente de polarizaciones que dice:

“Ambas cosas pueden ser ciertas…”.

Quizás les parezca que no tiene sentido, pero vamos a tenerlo presente a lo largo de esta charla. Quizás no sea necesario recurrir a él, pero, si en algún momento de la conversación sentimos que se impone, nos pondremos todos en posición de loto y diremos al unísono: “Ambas cosas pueden ser ciertas…”. (Risas). Les aseguro que tiene el mágico efecto de disolver polarizaciones.



Mi intención es hacer foco en el presente y valernos del pasado, pero sin irnos demasiado lejos en el tiempo. Vamos a intentar mantenernos en la segunda mitad del siglo XX y lo que llevamos recorrido del XXI, para proyectarnos hacia el futuro más o menos inmediato.

La carta natal de Argentina tiene tres tramas energéticas principales. Es algo que hemos desarrollado en otros encuentros (*), por lo que ahora solo presento una síntesis recordatoria.

Una de esas tramas está constituida por Sol en Cáncer y en Medio Cielo, en oposición a Luna en Capricornio y en casa IV. Argentina es Luna Llena. Sol en Cáncer simboliza una identidad nacional ligada a la calidez, al celo por lo propio, que valora lo sentimental. Se trata de la patria afectiva.



En astrología mundana, la Luna simboliza al pueblo y la casa IV al patrimonio, el pasado, la memoria compartida. Sol en Cáncer y Luna en casa IV configura una comunidad replegada en la pertenencia de origen, en la fidelidad a lo conocido y muy desconfiada de “lo de afuera”. Por su parte, el Sol representa a la figura gobernante y el Medio Cielo a las posiciones de prestigio y honor. Sol en Cáncer y en Medio Cielo refiere a una autoridad de gobierno muy individual, de altos valores y gran calidez afectiva (o, por lo menos, la necesidad de que lo sea). Es decir, este recorte habla de la atracción por figuras de autoridad con fuerte personalidad, que nos gobierne y -sobre todo- que nos quiera, tal como un padre o una madre quiere a sus hijos. Con lo cual la relación entre pueblo y mandatario adquiere un carácter vertical. El que manda otorga con generosidad y la población recibe -agradecida- lo que le brindan. El gobernante no es uno más entre nosotros que asume una función destacada que lo compromete con la comunidad, sino que es una personalidad singular -cuando no un líder providencial al que se le rinde culto- que tiene atributos muy especiales y de cuya voluntad -benefactora y bien intencionada- depende nuestra suerte. Desde esta característica energética, nuestra entidad nacional tiende a adherir a líderes carismáticos y a concentrar el poder en la voluntad de caudillos benefactores (rasgo de los feudos), antes que a apreciar la circulación del poder y la alternancia en su ejercicio (valor de la democracia). Revela nuestra tendencia a una forma de gobierno presidencialista y uniforme. La búsqueda de organizar nuestras relaciones sociales alrededor del encanto de una figura fuerte, protectora, a la que solo resta obedecer con devoción filial.

Otro recorte de la carta es el que podemos llamar la patria ilustrada. Técnicamente está compuesto por Ascendente en Libra, Júpiter en casa I y Venus –gobernante de la carta- en casa IX.



Libra es abrirse al encuentro complementario. La cualidad de Libra es la capacidad de entregarnos al vínculo, establecer vínculo con quienes son diferentes y desconocidos, con quienes no compartimos memoria. Libra significa ofrecenos a vínculos que no son familiares y, en ese sentido, es casi lo opuesto a la cualidad canceriana. Si en el primer núcleo energético hay mucho celo por lo propio, aquí hay una gran disposición de apertura a lo lejano, a lo extranjero y al viaje del conocimiento, a la aventura de las ideas y a la búsqueda de sentido trascendente e integrador. Esto promueve el idealismo y también una valoración jerárquica de la relaciones humanas que, en su modo polarizado, tiende a un elitismo aristocrático, a justificar inequidades en virtud de atribuir una superioridad moral a determinadas cosmovisiones y principios ideológicos o religiosos por sobre otras. Predispone a formas de organización social como la de democracias calificadas, totalitarismos reaccionarios o vanguardias revolucionarias.

En principio, la patria ilustrada está en conflicto con la patria afectiva. No hace falta profundizar demasiado para descubrir que es la historia argentina: el gaucho o el extranjero, cerrarnos en lo propio o abrirnos al mundo, lo valioso está afuera o lo valioso está adentro.

Y el último recorte es el que podemos llamar la patria oculta o, mejor aún, la patria fascinada.


Es un contenido de la carta natal que involucra a Neptuno en Sagitario en aspecto con Plutón en Piscis en casa VI, a Quirón en Piscis en casa VI, a Júpiter en Escorpio. ¿Qué significa esto? Plutón es la función transformadora, la disposición a jugar profundidad e intensidad vital; y está en un área de hipersensibilidad (Piscis). Hay una enorme sensibilidad a la potencia curativa y regeneradora, tanto como una fascinación por lo épico y por el sacrificio redentor. El don de esta cualidad energética es una notable sensibilidad compasiva, la capacidad de percibir el sufrimiento del otro y propiciar su sanación; pero esa gracia puede quedar capturada por el hechizo de la entrega heroica. Es el encanto del arquetipo del mártir, del santo redentor, del mesías salvador, de la víctima propiciatoria o el chivo expiatorio. Morir por nobles causas, matar por nobles causas. En su distorsión más extrema, para este recorte la vida no vale nada y debe estar consagrada a ideales superiores. Los rituales de muerte y el sacrificio de la vida. Puede ser la aspiración del santo, la fuerza que mueve al fundamentalista religioso, o la convicción fanática del militante ideológico. Para la astrología cada una de esas expresiones es la misma energía en diferente grado de manifestación.

Aquí aplica la paradoja de Neptuno, que representa la empatía capaz disolver toda separatividad entre adentro y afuera y abrir una sensibilidad amorosa universal, tanto como la ilusión convincente de encarnar el amor en contra del odio, el bien en contra de la mal, la luz en contra de la oscuridad, las víctimas en contra de los victimarios. De este modo, siendo la cualidad neptuniana la más próxima a la percepción de la realidad como polos en relación necesariamente complementaria (la percepción de yin-yang), puede generar la más severa disociación perceptiva en la que la conciencia se refugia en una burbuja ideal (la fantasía oceánica del paraíso en la Tierra, la sociedad sin clases, un mundo sin egoísmo…) y repudia todo contacto exterior que no la confirme. Este modo regresivo de lo neptuniano constituye la realidad como polos en conflicto excluyente permanente, la polaridad como batalla, el anhelo del triunfo definitivo de un polo sobre el otro y la entrega en sacrificio por el control de la circulación vital. Y es mucho más contundente cuando Neptuno está en contacto con Plutón. Se excita, entonces, la fantasía de absoluto, de que la realidad coincida con la visión de un polo (el verdadero, el nuestro). En los vínculos sociales esto se traduce en la polarización maniquea, en la percepción del otro como “un enemigo a destruir” antes que un ser humano distinto a mí con quien comparto la vida en comunidad.

¿Qué significa que estemos definiendo cualidades energéticas de nuestra entidad nacional? Significa que estamos transparentando patrones arquetípicos inconscientes que operan sobre nuestra conciencia colectiva, formas psíquicas que condicionan nuestras respuestas, que propician reacciones mecánicas y repetitivas, y que no resultan exclusivas de determinadas ideologías sino que las atraviesan. Cuando se activa su hechizo, podemos ver encarnados estos tres patrones en políticas de izquierda o de derecha, en posiciones conservadoras o progresistas. Aunque, por cierto, para percibirlo nuestra conciencia debe estar dispuesta a desencantarse de ideas afectivizadas, valores seguros o cosmovisiones cómodas en las que ha hecho identidad. Nada sencillo.

Los diferentes momentos cíclicos de la carta de Argentina activan a alguno de estos focos energéticos y presentan diversos desafíos a la conciencia colectiva. Los climas característicos de esos momentos indican oportunidades y riesgos. Simbolizan, en definitiva, crisis de madurez que marcan la revelación de lo que somos, el despertar de nuestras potencialidades o la evidencia de nuestras patologías.


(*) Ver “Argentina astrológica (I): la revolución de la convivencia”.

(Continúa en “Argentina 2017 (II): La oscuridad transversal”).


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Argentina astrológica (VII): aquí llega Plutón (y Urano también)


Argentina astrológica (VII): 
aquí llega Plutón (y Urano también)

Alejandro Lodi

(Noviembre 2015)

Aunque no protagonice la agenda política, ni ocupe un espacio destacado en los medios especializados, es probable que la muerte trágica del fiscal Alberto Nisman -y sus oscuras circunstancias- quede grabada en nuestra memoria como un hecho histórico trascendente y fundamental, pleno de un sentido simbólico doloroso, transformador y, por eso, con profunda potencialidad sanadora. O que, en caso de operar la estrategia del olvido, su contundencia la organice el inconsciente colectivo, enredada en la repetición fatal de la circular lógica arquetípica. Lo que hoy creemos evitar con éxito, se presenta como fantasma en el futuro.

Demos contexto astrológico al acontecimiento de la muerte del fiscal Nisman.





La perplejidad ante lo inesperado

Urano transita el Sol y la Luna de la carta de Argentina desde abril de 2015 hasta marzo de 2016 (considerando 3º de orbe, desde mayo de 2014 hasta marzo 2017). Un hecho astrológico que se produce cada 21 años. Sugiere un clima de cambio, de renovación, de liberación de hábitos repetitivos (Urano) en la relación entre pueblo(Luna) y gobernantes (Sol). Es, por lo tanto, un tiempo propicio para saltos de creatividad que alteren modos viejos y cristalizados (y, por eso, tóxicos) en los que la comunidad se vincula con sus representantes. Pero, también va a poner a prueba la capacidad de la conciencia colectiva para aceptar ese desafío, a exponer sus complejos con la libertad, sus miedos al cambio o sus fantasías de revolución. En ese caso, aquel clima liberador y creativo podrá devenir en sucesos imprevistos, de alta incertidumbre, y en reacciones inesperadas de parte de los gobernantes o del pueblo. Hechos sorpresivos que alteren la relación entre el pueblo y los gobernantes. Situaciones excéntricas, súbitas y de extrema inestabilidad en las que pueden aparecer involucradas figuras representativas del gobierno, de los poderes del Estado o del pueblo.

En ese sentido, la muerte sorpresiva y violenta de un fiscal de la Nación se ajusta al significado de ese tránsito de Urano. Y en caso que se tratara de un asesinato, el evento adquiere carácter de magnicidio: el audaz crimen de un alto representante del Estado por causas que hacen a su función. Es decir, un crimen político.

Si asociamos la muerte del fiscal Nisman con el tránsito de Urano al Sol y la Luna de Argentina, su actualidad coincidirá con la duración del tránsito.





Es muy humano creer que el presente “inaugura la historia”, que lo que ocurre hoy resulta inédito, que “todo se inicia con nosotros”, fuera de cualquier relación significativa con el pasado. La riqueza de la astrología, justamente, consiste en considerar a los sucesos actuales en un contexto cíclico, a asociarlos con las respuestas -o reacciones- que dimos en el ayer a climas semejantes para, de ese modo, evaluar si nuestro modo de responder actual incluye creatividad o resulta mecánica repetición.

Por eso, para no sacar conclusiones apresuradas o condicionadas por el impacto subjetivo y emocional de la muerte sorpresiva y violenta del fiscal Nisman, observemos cuándo se produjo un tránsito similar.

Desde comienzos de 1992 hasta comienzos de 1994:




Este tránsito de Urano es sincrónico al atentado a la Embajada de Israel (17 de marzo de 1992) y –si somos tolerantes con el orbe del clima- al de la AMIA (16 de julio de 1994). Un crimen político-religioso que tiene por víctimas, ya no figuras públicas, sino a instituciones sociales y a ciudadanos comunes. Nuevamente, atentados sorpresivos y violentos, esta vez contra el pueblo.

Desde fines de 1971 hasta fines de 1973:




Aquí la sincronicidad es con el vértigo que adquiere la violencia política -ya existente- a partir de otro magnicidio: el secuestro y asesinato de Pedro Eugenio Aramburu (1ro de junio de 1970), llevado a cabo por la organización “Montoneros”. El 20 de junio de 1973, con el peronismo en el poder, la fiesta preparada para el regreso de Perón a la patria se convierte en tragedia: se produce “la masacre de Ezeiza”, la cacería de militantes del peronismo de izquierda llevada a cabo por grupos armados del peronismo de derecha. Su avión desciende en Morón ante las sospechas de un atentado contra su vida (temor de magnicidio). Tres meses después, Perón triunfa en las elecciones presidenciales (convocadas de un modo inesperado y súbito, ante la renuncia de Cámpora) y la mañana siguiente se produce el asesinato de José Ignacio Rucci, su hombre de confianza en el sindicalismo (25 de septiembre de 1973), a manos de “Montoneros” (hecho aun hoy no reconocido por la organización).

Desde mitad de 1952 hasta mitad de 1954:




Tiempos sincrónicos a la muerte de Eva Duarte (26 de julio de 1952). Duelo popular y manifestaciones de silencio. Una conmoción para la comunidad -inesperada, sorpresiva- que involucra a una figura de gobierno cargada de sentimiento maternal. En ese período, también, comienzan a expresarse grupos violentos informales, anti y pro gubernamentales, a través de atentados que cobran cada vez mayor intensidad (quema de locales, estallido de explosivos). La práctica del terrorismo llega a su máximo horror con los bombardeos sobre civiles en Plaza de Mayo por parte de la aviación de la Marina (16 de junio de 1955).

Hoy estamos en el clima de ese tránsito. Y lo vivimos junto al de Plutón al Sol y a la Luna de Argentina, acontecimiento que se desarrolla desde marzo de 2016 hasta noviembre de 2018 (considerando 3º de orbe, desde febrero de 2015 hasta diciembre de 2019).





La oportunidad incómoda

Plutón obliga a ver lo que no queremos ver. Hacer consciente lo doloroso, lo oscuro, lo tóxico, lo que nos da miedo (Plutón), lo que niega la imagen luminosa -y en apariencia segura- que tenemos de nosotros mismos (Luna) y de nuestros gobernantes (Sol). Al tratarse de un tránsito al Sol y a la Luna, obliga al contacto con la oscuridad que hemos inconscientemente naturalizado en nuestros hábitos de relación entre los diferentes miembros de la comunidad y, también, de la comunidad -como pueblo- con sus representantes. Es tiempo de dar cuenta de que “algo huele a podrido” en nuestra sociedad y en nuestra historia compartida, y de resistir la tentación de aliviar la carga generando “chivos expiatorios” o “mártires redentores”.

Recordemos que también se trata de un tránsito a la cúspide de casa IV: el espacio común de pertenencia, el hogar compartido, el pasado y la memoria.

En nuestra sociedad hoy existe una “realidad aparte” que no es registrada, que no es visible. Compatriotas “fantasmales”, integrantes de nuestra comunidad que están entre nosotros pero ignorados, casi al extremo de carecer de entidad existencial. Nuevos “desaparecidos” que no encuentran aun organismos humanitarios que reclamen por su dignidad y por sus derechos. Somos contemporáneos a una nueva forma de exclusión y de invisibilidad:

.- Las víctimas de las adicciones a las drogas sociales (incluidas el alcohol y los fármacos) carentes de toda contención institucional oficial. Convivimos con (y naturalizamos) hábitos de consumo tóxicos, que llegan a extremos de una virtual epidemia no reconocida. En términos plutonianos, podemos decir que hay un desborde pulsional que ya no puede volver al cauce institucional conocido y que reclama con urgencia otro encuadre, más funcional y eficiente.

.- En relación con lo anterior, podemos sumar a las víctimas del narcotráfico, del poder que emerge del negocio de las drogas. Aquí aparecen no sólo los consumidores, sino, por ejemplo, las madres de adictos que son asesinadas cuando se animan a denunciar a los traficantes que abastecen a sus hijos. Un caso, la muerte de Norma Bustos, el 20 de noviembre de 2014, en Rosario. Esas personas están muriendo y no las registramos. Las vemos en los diarios y en los noticieros de la TV, pero aun no conmueven a nuestra conciencia colectiva.

.- El trato indigno y la situación de indiferencia hacia comunidades indígenas. Gracias alestado público que logró la demanda de la comunidad Qom, se han hecho visibles los abusos de los que son víctimas y las condiciones de vida que padecen, de una indigencia próxima al exterminio.

.- La trata de personas, la violencia de género y el uso político de franjas de población con necesidades básicas insatisfechas. Prostitución, trabajo esclavo, subordinación compulsiva y violenta a punteros políticos. Un caso, el asesinato no esclarecido del joven Ariel Velázquez, el 19 de agosto de 2015, en Jujuy. Las confusas y contradictorias explicaciones oficiales permiten sospechar de un crimen ejecutado por grupos políticos funcionales al poder, que actúan como “fuerzas de choque”, intimidando con prepotencia y exigiendo adhesiones compulsivas.

.- El universo de personas en estado de pobreza o indigencia que no aparecen registrados en las estadísticas oficiales. Casos de niños desnutridos, víctimas de una desatención estructural, no eventual. Un caso, la muerte por desnutrición de Oscar Sánchez, adolescente qom de 14 años, el 9 de septiembre de 2015, en Chaco.

.- La evidencia de un cambio cualitativo en la composición social que implica una transformación cultural que aun no ha sido asumido por la conciencia colectiva. Sin duda, este punto merece una reflexión que podría abarcar una serie de notas. La corriente inmigratoria que se desarrolla con la era democrática inaugurada en 1983 (evidente y masiva a partir de los ‘90, en sincronicidad con el tránsito de Urano y Neptuno por la casa IV de Argentina) implica un cambio cultural que no puede convivir con la tradición ni integrarse a ella, sino que exige un desafío de transformación. Hay un país que ya no es y al que no puede retornarse. El país de “los hijos de inmigrantes europeos” que dominó gran parte del siglo XX ha dado paso (aunque aun no sea suficientemente consciente) al país de “los hijos de inmigrantes sudamericanos”. Esa mutación resulta, al menos, evidente en los principales conurbanos, en especial el de Buenos Aires.





La población incluida en estas categorías comienza a ser millones de personas, no casos aislados que puedan revertirse con la acción social del actual aparato del Estado. Y esta es la manifestación de la cualidad del tránsito de Plutón al Sol-Luna: el arribo a situaciones límites que agotan modos patológicos de la relación entre pueblo y gobernantes, la necesidad de transformar ese vínculo de forma que resulte eficiente a nueva situación (liberada de toxicidad y anacronismos y, por lo tanto, más creativa). Pero, para eso, esa condición límite debe ser reconocida por la conciencia colectiva, en su necesaria masa crítica. Estamos en el desafío de ver y asumir una realidad dolorosa, oscura y hasta ahora negada.

Nuestra conciencia colectiva está, en gran medida, distraída de estos temas. Como comunidad, no reaccionamos a la altura de la gravedad de esta situación. Y esto lo va a cobrar el tránsito de Plutón al Sol-Luna, como lo cobró en el anterior tránsito (octubre de 1978 – julio de 1980) con el tema de “los desaparecidos”. Desde esta desatención -inconsciente o deliberada- generamos hoy aquellos “nuevos desaparecidos”: los pobres e indigentes no registrados en estadísticas oficiales, los jóvenes cautivos de la pesadilla de las adicciones, las madres del paco y las víctimas del poder narco, las comunidades indígenas empujadas a la inanición, los sectores vulnerables sometidos a violencia y abuso de poder, los asistidos por planes sociales que quedan cristalizados en la marginalidad sin posibilidades de sumarse a la cadena productiva y al trabajo formal…

Esa realidad difícil de reconocer transparenta la dimensión adquirida por ciertos hechos que, además, podrían estar relacionados entre sí:

.- La actividad del narcotráfico.

.- El nivel de violencia de los delitos comunes y el aumento de las víctimas fatales.

.- El robo de armas y proyectiles de instituciones militares.

.- La naturalización de la corrupción y de formas pre-democráticas de organización política (feudalismo, nepotismo, clientelismo…).

Y, dentro de lo que se ha reconocido como “batalla cultural”, podemos sumar:

.- La lógica “aliado-enemigo” aplicada a la actividad política, la reducción de valores universales a la ideología de una facción y el no reconocimiento del otro como integrante de la comunidad.

.- La tendencia a implantar un pensamiento (y sentimiento) nacional único y absoluto.

.- El intento de control del ejercicio de la justicia y del derecho a la información.


En definitiva, sucesos que adquieren evidencia y que abren la posibilidad de tomar conciencia de expresiones patológicas de nuestra conducta social. Y es fundamental atrevernos a reconocer que tales “síntomas de patología” atraviesan horizontalmente a nuestra comunidad, no sólo a los organismos del Estado, al mismo tiempo que parecen cobrar coherencia y afinidad entre sí.

Es una situación paradojal. Estamos atiborrados de información: diarios, radios, televisión, internet, redes sociales… Y, al mismo tiempo, convivimos con una “realidad paralela” que no vemos. Este tránsito de Plutón indica una excelente oportunidad de dejar al desnudo los mecanismos de negación y de proyección que dominan nuestra conducta colectiva: ante lo doloroso, oscuro y complejo, elegimos “no ver” o “echarle la culpa al otro”.


La oscura inteligencia del clan argentino


Al tratarse de Plutón, lo que emergen son los contenidos más oscuros y horrorosos de nuestro inconsciente colectivo. Las fantasías más resistentes de nuestra pulsión autodestructiva, violenta e impiadosa. En esa dirección, con la llegada de este tránsito y de la muerte del fiscal Nisman, cobra actualidad un tema que parecía del pasado:

.- La oscuridad de los servicios de inteligencia.

No se ha podido determinar cómo ocurrió esa trágica muerte. ¿Se podrá? La única evidencia es la de un “pase de facturas” entre agentes secretos, en el que se ven involucrados los tres poderes del Estado: ejecutivo, judicial y legislativo…


En este contexto, en 2015 el cine argentino logra un éxito histórico (de concurrencia de espectadores y de reconocimiento internacional) con una película: “El clan”. Nos recuerda un hecho de nuestra historia con un alto poder simbólico: la más perversa acción de los servicios de inteligencia se desarrolla en el seno de una familia, el más oscuro centro clandestino de detención compartido con un hogar. Esa oscuridad y perversión no es propiedad de un grupo, clase o casta específica, sino que es un contenido psíquico de nuestra comunidad. Convivimos con el horror, lo tornamos natural o elegimos no verlo. Llevamos una vida normal esquivando cadáveres sobre los que no se nos ocurre (o tememos) preguntar.

Con Plutón en tránsito al Sol y a la Luna emerge una verdad incómoda, se hace evidente una información que desconocíamos, negábamos o proyectábamos. La oscuridad de los servicios de inteligencia no fue patrimonio de los militares de la última dictadura, ni se acabó con ellos. Con la muerte de Nisman se expone a nuestra conciencia colectiva que los atentados a la Embajada de Israel y la AMIA están atravesados por una guerra de agentes secretos, y que esos siniestros servicios fueron utilizados por funcionarios del Estado durante la era democrática inaugurada en 1983. Nuestra democracia aparece teñida de la misma oscuridad que creíamos que había conjurado. Hay una densidad, un secreto, un ocultamiento, una falta a la verdad, un engaño deliberado que ha permanecido entre nosotros y que, nuevamente, genera crímenes políticos de los que acaso nunca sabremos. Una oscuridad ante la cual nuestros gobernantes, legisladores y jueces resultan ineficientes, temerosos o, en muchos casos, cómplices. Una oscuridad que nos produce tanto miedo y horror que preferimos no darnos por enterados. Una realidad oculta, subterránea, tenebrosa, que vive en nosotros mismos, que se reproduce en nuestras relaciones sociales y en el vínculo con nuestras autoridades y representantes.

El tránsito de Plutón a Luna y Sol natales anuncian tiempos propicios para la emergencia de esta realidad incómoda y dolorosa. Como durante una larga y oscura tormenta, quizás temamos que ya no haya más que tinieblas. La desazón de que esté todo perdido.

Aquí llega Plutón. Si simboliza un tiempo de transformación, entonces su sentido profundo es revitalizar lo que se ha cristalizado. Dar nueva vida a partir de aceptar formas muertas. Animarnos a ver lo temido, atrevernos a reconocer lo negado, confiar en atravesar lo oscuro… para que llegue el Sol.


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(Fin de la serie “Argentina astrológica”).


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