martes, 10 de octubre de 2017

Argentina 2017 (VI): El surgimiento de un sentido y la necesidad de creer

Argentina 2017 (VI): 
El surgimiento de un sentido y la necesidad de creer


Alejandro Lodi

(Octubre 2017)

(Viene de “Argentina 2017 (V): La revolución del acuerdo”).


Vivimos momentos en los que Júpiter transita sobre el Ascendente en Libra de la carta de Argentina y retorna a su posición natal. Es decir, la cualidad que simboliza Júpiter adquiere protagonismo, predomina en la vivencia de los acontecimientos, despierta -al menos potencialmente- en la conciencia colectiva, al mismo tiempo que toma cuerpo e inicia un ciclo que se desarrollará en los próximos 12 años.





Sabemos que, en astrología, Júpiter representa a “el gran benefactor”, en sentido que facilita el despliegue de los procesos, genera un clima de fluidez, de confianza y, por lo tanto, de abundancia. Propicia una sensación de haber dejado atrás las crisis, de salir del conflicto. También es el planeta de la dirección oportuna y el sentido estimulante. Júpiter contagia el espíritu de aventura, la fe en un proyecto orientado a “vivir mejor” que parece posible, válido y verdadero.

Es el que te hace ganar la lotería… (Risas).

O dar por descontado que la vas a ganar… sin haber comprado el billete… (Risas). En astrología mundana, se lo asocia al estamento judicial, el clero y al mundo financiero e industrial, como agentes de lo justo, del bienestar espiritual y del crecimiento y la prosperidad económica.

Podemos acordar que, tanto el tránsito de Júpiter por el Ascendente (inicio de un ciclo por las casas) como el retorno a su posición natal (inicio de un ciclo respecto a sí mismo), marcan tiempos de un significado relevante. Un momento propicio para que sintamos la existencia de una guía orientadora, un sentido expansivo que cobra coherencia, un viento a favor que nos confirma en una dirección oportuna. No necesariamente implica una sensación de bienestar, sino de ir hacia la resolución de los problemas, la confianza de estar en buen camino.

Por cierto, suena muy lindo. Pero también sabemos que en nuestras humanas vivencias los símbolos astrológicos pueden encarnar paradojas, Sobre todo si, aplicado a este caso, recordamos que nuestro Júpiter está en Escorpio. Por eso, como en este año 2017 estamos atravesando ese clima astrológico, antes de predecir una próxima y fatal bonanza, evaluemos los hechos de nuestra historia sincrónicos a estos tránsitos de Júpiter.

El anterior cruce por el Ascendente fue en 2005.




¿Qué ocurrió en 2005? Cristina Kirchner derrota en las elecciones legislativas de Buenos Aires a Chiche Duhalde, el peronismo se alinea con el presidente Kirchner y nace el “kirchnerismo”.


Néstor Kirchner adquiere una dosis importante de poder, que hasta ese momento no tenía, y nace un proyecto hegemónico. Es desplazado un exitoso ministro de economía, Roberto Lavagna, que había sido heredado de muy buena gana del gobierno de Duhalde. Se altera una continuidad surge una dirección nueva, con un nombre propio y una intención fundacional. La fuerza de ese nuevo sentido orientador prevalece en las siguientes dos elecciones presidenciales (2007 y 2011). Una visión muy específica y particular de la democracia, con una filosofía (sintetizada en las teorías de Ernesto Laclau) que valora acentuar las diferencias sociales y polarizar las posiciones políticas como modo efectivo de concentrar poder en la figura de un líder providencial de autoridad incuestionada. La lógica de la guerra aplicada a las relaciones internas de la comunidad, el patrón vincular de la polarización (aliado o enemigo, patria o antipatria), en el que una facción encarna los valores de la totalidad de la nación, por sobre el reconocimiento del otro y el respeto de las diferencias (pilares de la convivencia democrática).

En octubre de 1993 Júpiter cruza el Ascendente y en noviembre hace su retorno.



El proyecto de transformación económica del presidente Menem se confirma con un triunfo en las elecciones legislativas (42% a 30% a nivel nacional). Con ese voto de confianza, se consolida el “menemismo”. Todo el peronismo se encolumna detrás de su liderazgo y Menem presiona para lograr una reforma constitucional que permita su reelección.




En diciembre firma el Pacto de Olivos con Alfonsín, quien, ante la irreversible situación, cree que el acuerdo de reforma le permitirá introducir artículos que limiten la tendencia hegemónica (casi monárquica) que podría adquirir la nueva Constitución si se la promulga de manera unilateral. La confianza popular en la dirección que Menem le da a su administración a partir de ese momento es tan alta que es reelecto en 1995 (50% a 29%). Eran tiempos en los que el debate político giraba alrededor de quién era el auténtico responsable del -casi indiscutido- éxito económico (¿Menem o Cavallo?). La fe en “la convertivilidad” condiciona las elecciones de 1999: De La Rúa, el candidato de la Alianza (radicales y progresistas), triunfa bajo la promesa de mantenerla. Y aun después del colapso de esa política económica en 2001, los débiles ecos de la impronta de confianza que había dejado Menem en los ’90 fueron suficientes para triunfar en la primera vuelta de las elecciones presidenciales de 2003, pero no para afrontar el ballotage (25% a 22%). Sirva este ejemplo histórico para no despreciar con valoraciones ideológicas lo que los hechos evidencian como una realidad psíquica y energética: en 2003 Menem aun inspiraba confianza y sensación de que “podía conducirnos por la buena senda” en un cuarto de los votantes, sin que ningún otro candidato supiera proponer algo que la superara.

El anterior tránsito de Júpiter sobre el Ascendente y de retorno a su posición natal se da entre noviembre de 1981 y junio de 1982.


Un colapso de sentido y una crisis de fe. ¿En qué? La fe en la casta militar como reserva moral de la nación. El colapso es aún más catastrófico porque se suma los tránsitos de Saturno y Plutón en conjunción sobre el Ascendente y Júpiter. Recordemos que Argentina es Júpiter en Escorpio: el sentido que brota en las situaciones extremas, la visión orientadora que emerge del descenso a lo oscuro. La evidencia de los horrores de la dictadura y su intento de disolverlo apelando a la épica nacionalista.




La arrogancia fanfarrona de “Que venga el principito…”.

El exceso de confianza es auto-destructivo… En esa pesadilla se agotan creencias y cobra sentido, dirección y valor el sistema democrático. Este es un punto del que habitualmente no se habla. La llegada a la democracia en 1983, antes que fruto de un proceso orgánico de la conciencia colectiva, es resultado de un episodio patológico de bipolaridad que vivimos como comunidad. En 1982, con diferencia de dos meses, pasamos de una adhesión unánime y de una confianza plena y absoluta en las autoridades militares (hasta el punto de confiarles la suerte de nuestra juventud en una guerra), a su repudio y aborrecimiento más extremo. De vivarlos como héroes, a descubrir que eran perversos asesinos. Eso en dos meses. Si se tratara de la conducta de una persona, creo que le recomendaríamos acudir a un especialista, a reforzar el tratamiento terapéutico, incluso a no dudar de recurrir a fármacos, porque nos resultaría evidente el desborde y la pérdida de contacto con la realidad. Es un episodio que revela una euforia y una caída demasiado pronunciada.

Una plaza llena extasiada, una plaza llena defraudada. De la adoración al engaño…

Insisto, con dos meses de diferencia.

Ser conscientes de esta situación deja en evidencia que la democracia alcanzada un año después era muy frágil y que nuestras convicciones democráticas no podían ser demasiado confiables. Nuestra democracia viene con ese estigma. Y aquí nos salimos de análisis de Júpiter y volvemos al ciclo de Plutón que iniciamos en esa época y que en 2017, con el tránsito por la casa IV, llega a su momento de forma. Que no nos extrañe lo que hoy se hace visible. Estamos asistiendo al momento de forma de la democracia qué hemos generado a partir de aquel episodio bipolar que sufrimos en 1982. Cuando hacemos giros demasiado abruptos no podemos registrar toda la información que está en juego y hacemos inconscientemente un recorte. En momentos traumáticos la conciencia recorta la información, simplifica la situación, para poder organizarse. Es la sombra de la conversión. Cuando súbitamente nos convertimos “en otra cosa”, algo queda afuera del proceso orgánico. Esas conversiones demasiado extremas y rápidas deben encender una alarma. Es posible que en esa conversión no haya sido posible reunir toda la información que está en juego en el suceso traumático, lo cual va a generar sombra.

Vamos al anterior hito. Entre noviembre de 1969 y agosto de 1970, Júpiter cruza el Ascendente y hace su retorno.



El 1ro de junio del 70 aparece asesinado el General Aramburu, luego de haber sido secuestrado. Es el bautismo de la organización Montoneros en la lucha política armada.



Es un momento en el que comienza a cobrar fuerza una visión, una dirección impregnada de una enorme fe, confianza y sentido para la suficiente masa crítica de la comunidad, sobre todo en la juventud y en quienes se reconocían peronistas. El secuestro y asesinato de Aramburu generó un gran impacto, pero no consternación en la población. Aramburu cargaba con el estigma de la Revolución Libertadora y sus fusilamientos. En muchos hubo una sensación de justicia reparatoria, cierto sentimiento de que “por fin había recibido su merecido”. El mismo Perón lo tradujo en esos términos: “la violencia en manos de pueblo no es violencia, es justicia…”.




La dirección violenta que inauguraba la juventud revolucionaria contaba con el aval del padre protector, del caudillo providencial. Se extendió 12 años e incluyó la reacción más aberrante. En el comienzo del siguiente ciclo de Júpiter, en 1983 un gobierno democrático y constitucional, elegido sin fraudes ni proscripciones, decide llevar a juicio a los principales responsables de esa violencia: los jefes de las juntas militares y de las cúpulas de las organizaciones guerrilleras.

El anterior jupiteriano se da en 1958.



Aramburu, el mismo que caerá asesinado 12 años después, le entrega el poder a Frondizi, que llega a la presidencia a través de elecciones en las que se decide proscribir al peronismo, luego de una reforma constitucional.



Aún así, Frondizi despertó cierta esperanza de una nueva dirección, de confianza en alcanzar una armonía y madurez que permita el desarrollo de la sociedad. Incluso, con el guiño de Perón que, desde el exilio, ordenó votar a favor de Frondizi. Un dirigente de alta formación intelectual, con una visión progresista antes que conservadora, llega a la presidencia y despierta la expectativa de iniciar un ciclo de sentido que supere la antinomia entre peronismo y anti-peronismo. Dispuesto a disolver fanatismos y prejuicios ideológicos, alineado con las democracias de Occidente, también mantiene vínculos el mundo socialista. Con motivo de la presencia de Ernesto Guevara en Punta del Este, por la cumbre de ministros de 1961, Frondizi propicia un encuentro de incógnito con él en la residencia de Olivos en Buenos Aires… La historia es conocida, Frondizi es derrocado por un golpe militar en 1962.

Y vamos a cerrar nuestro estudio con el anterior momento jupiteriano. En 1946, Júpiter cruza el Ascendente y retorna a su posición natal. No sé si consideran que pasó algo en 1946… (Risas).



La llegada de Perón a la presidencia y el surgimiento de la figura de Eva Duarte son sincrónicos a este momento jupiteriano de una nueva dirección que imprime esperanza, de un sentido trascendente que contagia fe y entusiasmo.



De la mano de Júpiter, en 1946 la justicia social emerge como bandera de un movimiento político que se autodenomina “justicialismo”. La reparación de viejas injusticias, el reconocimiento y la inclusión de mayorías hasta ahora postergadas, conformaron la base de una visión de nuestro país radiante de vitalidad que adquiere un carácter casi religioso aun vigente.

Desde esta perspectiva histórica, la consideración de estos últimos 6 ciclos de Júpiter quizás nos permita salirnos de las anécdotas coyunturales del presente y apreciar que estamos dando inicio a un nuevo ciclo en 2017 y que se extenderá hasta 2029.





Somos contemporáneos a un momento análogo a los que hemos presentado. Son tiempos en los que se traza una directriz que condicionará lo que ocurra en los siguientes 12 años. A veces ese impulso original se desarrolla y prospera su sentido, en otras se malogra y trunca su dirección.

Ambas cosas pueden ser ciertas… (Risas).

Quiero decir, cuando Júpiter cruza el Ascendente y retorna a su posición natal encontramos hechos y decisiones que marcan un rumbo, una especie de “causa primera” que determina un serie de consecuencias. Todo lo que ocurra a partir de ese momento debe ser consecuente con ese primer movimiento. En 1970, con el secuestro y asesinato de Aramburu, el espíritu revolucionario, el anhelo de la patria socialista cobra una dirección y sentido, del cual la toma de distancia de Perón en la Plaza de Mayo del 1ro de mayo de 1974 es consecuente, el golpe militar de 1976 es consecuente, etc. No quiere decir que la aspiración del inicio vaya necesariamente a concretarse, sino que toda la circulación de ese ciclo de 12 años estará condicionada por aquella línea directriz. Son momentos que marcan épocas. Y es muy interesante apreciar como deja de tener presencia cuando el ciclo termina: el menemismo emerge en 1993 y se convierte casi en “una pieza arqueológica” a partir de 2005, el alfonsinismo surge con el ciclo de 1982 y no sobrevive a 1993, la violencia política parecía inevitable en los ’70 y se agota (o sólo resurge con brotes fugaces) a partir de 1982.

En definitiva, nuestra hipótesis es que el patrón cíclico que vemos operar en el pasado, por correspondencia, también lo hará en el futuro. En este momento, estamos gestando ciertas líneas directrices, visiones que aspiran a realizarse, que operarán en (y condicionarán a) los próximos 12 años; con mucha más fuerza a partir de 2018, cuando Júpiter natal reciba el tránsito de Urano.

(Continúa en “Argentina 2017 (VI): La conciencia de la épica revolucionaria”).


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lunes, 2 de octubre de 2017

Argentina 2017 (V): La revolución del acuerdo


Alejandro Lodi

(Octubre 2017)

(Viene de “Argentina 2017 (IV): Acerca de novedades y prejuicios”)



Hemos considerado el tránsito de Urano a Sol-Luna de Argentina, pero no es la única incidencia uraniana relevante del momento. En 2017 transita la cúspide de casa VII, en oposición a Júpiter, que transita la cúspide de la casa I. Es decir, en 2017 Urano transita el Descendente mientras hace oposición a Júpiter, que transita el Ascendente en Libra de Argentina.



Que Júpiter y Urano se opongan en el cielo no es un hecho tan peculiar. Ocurre cada 13-14 años. Lo que sí resulta altamente relevante es que esa oposición se dé en el eje I-VII, mucho más si se trata de un Ascendente en Libra.

¿Qué significa la casa VII en astrología mundana? De acuerdo con los textos clásicos, las relaciones exteriores, el vínculo con otras naciones, el estado de las relaciones internas de la sociedad, el encuentro de las diferencias o el efecto desintegrador de las mismas, la armonía cooperativa entre grupos diversos tanto como las organizaciones antisociales y los enemigos públicos, los matrimonios y los divorcios. Tal como en la astrología aplicada a personas individuales, la casa VII refiere al vínculo con el otro.

Que Argentina sea Ascendente en Libra implica que el encuentro con el otro es, además, un aprendizaje de destino. No nos resulta natural, no representa un talento espontáneo, sino que simboliza la irrenunciable convocatoria a un don incómodo. Nuestro país tiene como destino abrirse al encuentro con el diferente, no con el semejante. Un alto desafío para nuestra naturaleza canceriana, que prefiere permanecer refugiada con los propios, que solo tolera vincularse con lo que es familiar, con quien compartimos memoria, pasado y pertenencia. El Ascendente en Libra nos propone reconocernos en el otro y descubrirnos -sobre todo- en el enemigo… No desesperemos. Seamos optimistas. En 2.000 ó, a lo sumo, 3.000 años lo vamos a aprender… (Risas).

El tiempo necesario para descubrir el beneficio de la vincularidad… 

Exacto. Gracias a la oposición que los otros nos presentan podemos sorprendernos con dimensiones desconocidas de nosotros mismos, talentos que no se revelarían si permaneciéramos vinculados con lo conocido. Tiene que ver con ese concepto oriental del “honorable enemigo”. Antes que entregarnos al anhelo de eliminarlo, reconocer al enemigo como una necesidad virtuosa. Nuestro aprendizaje de Libra -como ya lo hemos visto- se choca mucho con lo canceriano, con el sentimiento de pertenencia cerrada, con la seguridad de los grupos y la fidelidad familiar. Esta resistencia canceriana se reproduce en nuestra conducta política de desprecio a la posición del otro, de subordinación a la voluntad de caudillo paternal-maternal, de devoción por el líder providencial y carismático, de prepotente búsqueda de una hegemonía por la cual la totalidad quede subsumida (y reducida) a la visión de una facción. (*)

Recordemos que, en realidad, somos Ascendente en Libra y Júpiter en casa I: destino de encuentro con el otro y confianza en la aventura de expansión del conocimiento, de sentirnos atraídos a ir más allá de lo conocido. Y este carácter del espíritu de nuestra comunidad es el que está estimulado por el tránsito de Júpiter y Urano sobre la cúspide casa I y casa VII respectivamente.


Vivimos tiempos en los que es legítimo y oportuno plantearnos una liberación de viejos hábitos de relación, de romper con costumbres tóxicas en nuestro trato cotidiano, de dar una salto de creatividad en modos vinculares agotados. Todo eso es símbolo del tránsito de Urano sobre la cúspide de casa VII, tanto como que los vínculos pueden “volverse locos”, manifestar extravagancias, marginalidades o hábitos de clandestinidad que parecen resistir toda integración. El tránsito, en simultáneo, de Júpiter sobre el Ascendente estimula la confianza en ampliar nuestra visión, resignificar valores y asumir creencias más comprensivas, renovar las ideas compartidas a favor de abrir un sentido trascendente a nuestros conflictos más regresivos, atávicos y dolorosos. Este tránsito también puede implicar, por cierto, una simplificación optimista, incapaz de dar cuenta de la complejidad de la situación, o un voluntarismo ingenuo que no sepa registrar los traumáticos condicionamientos de nuestro inconsciente colectivo.

¿Qué significa ampliar nuestra visión o renovar creencias e ideas compartidas?

Júpiter tiene que ver con la justicia, más precisamente con el espíritu de la leyes. De la mano con Urano, la justicia puede mostrar un comportamiento sorpresivo, novedoso y creativo. Es un clima propicio para una renovación de las leyes en función de ajustarlas a principios orientadores y que aportan un nuevo sentido. Incluso puede tratarse de una reforma de la propia Constitución, impulsada a favor de nuevas aspiraciones de nuestra comunidad, compartidas y consensuadas por la plena mayoría y con respeto a la diversidad de matices. Una nueva carta magna que refleje reglas de juego funcionales a una visión de futuro y que dé testimonio de una auténtica revolución del acuerdo.

¿Qué puntos podría incluir ese gran acuerdo?

Podemos jugar con algunos ejemplos. A mí se me ocurren tres. Con eso me conformo… (Risas).

1) Desconcentración del poder. El Ascendente en Libra nos propone una forma de relación democrática, mientras que desde nuestro carácter canceriano-capricorniano preferimos mucho más una modalidad pre-democrática: el caudillismo (con su resonancia en el presidencialismo). Nuestra sociedad es mucho más feudal que democrática. Quizás no lo sea en Palermo Soho o en Puerto Madero (¿no lo es?), pero la situación de algunas (¿la mayoría?) de las provincias o del puntero político en el conurbano de Buenos Aires, reproduce formas propias del feudalismo, antes que de la democracia. Nos cuesta mucho asumir el espíritu de la democracia, ni que hablar de sus reglas. El caudillismo reproduce un diseño vertical: el poder se concentra en una voluntad (personal o de grupo). El poder no circula, se impone. Prevalece la fuerza por sobre la razón, la voluntad del caudillo por sobre la ley, la hegemonía por sobre la persuasión o el consenso.

Nos cuesta mucho desprendernos de hábitos del siglo XIX, y ya estamos en el XXI. Quizás resulte una exageración mía, pero cada vez siento más el anacronismo, la distancia que hay entre ese modo -cómodo y regresivo- de organizarnos socialmente propio de sociedad pre-democráticas, y los desafíos de la sociedad del siglo XXI ligados a la hiperconectividad, el vértigo de la tecnología y su alteración en los modos de producción y de propiedad. La gran revolución que nos propone estos tiempos refleja en el actual -y local- tránsito de Urano por la casa VII: romper el hábito -a veces opresivo, a veces relajado- de que otro nos organice la vida, de que otro sepa lo que necesitamos y nos lo brinde, de quedar sujetos a otro que toma la responsabilidad de nuestra existencia.

2) Impedir el nepotismo. Con Urano por la casa VII quizás sea un buen momento para que nos empiece a parecer raro que a un presidente, gobernador o intendente lo suceda la esposa (o el esposo o el hermano o el hijo), o que una persona que es elegida para ocupar un cargo del Estado nombre a miembros de su familia en la función pública, o beneficie a personas de su amistad con decisiones administrativas o adjudicaciones de obra. Se trata de un hábito monárquico: la pretensión de que el destino de una comunidad quede asociado al de un clan familiar.

3) Limitar la reelección de los cargos ejecutivos. La perpetuidad de una persona en funciones de poder deriva en sensación de impunidad y genera vicios de corrupción. Ya se trate de la presidencia de un país, de una corporación empresarial, sindical, deportiva o lo que fuera. La limitación de los mandatos es un gesto de madurez cívica, de autorestricción a favor de la transparencia. Es seguro que las voces más resistentes a esta conciencia denuncien que se está “proscribiendo a personas”, pero no se trata de una medida específica contra una persona, sino de la percepción de un patrón universal: el humano anhelo del individuo a perpetuarse, la cristalización de las formas, con su consecuente pérdida de creatividad vincular y fatal destino autodestructivo. Con Urano en tránsito por la VII podríamos revisar la tendencia de nuestros presidentes que, cuando se consideran exitosos, de inmediato comienzan a proponer reformas constitucionales que les permitan eternizarse en el poder.

En EEUU son dos períodos presidenciales consecutivos y luego el retiro…

Y no creo que lo hagan por idealismo sino porque su experiencia les indica que de ese modo el sistema se fortalece. Si el poder se concentra en una figura o en un clan, aunque a corto plazo parezca más efectivo, a mediano y largo plazo genera hábitos de corrupción que terminan atentando contra la continuidad del sistema. Para que el sistema se reproduzca de un modo saludable es necesario autolimitar la tendencia a concentrar en poder. No es filantropía, sino defensa propia. Se trata de que la conciencia colectiva de una comunidad descubra y asuma que en la concentración del poder, el nepotismo y la perpetuidad en los cargos se genera toxicidad vincular, corrupción institucional y riesgo autodestructivo.

Creo que estamos lejos de esa comprensión. Hay muchos políticos que no quieren saber nada con cambiar esas costumbres históricas. En nuestro país hay familias que se repiten en el poder desde la época de la independencia…

No es el hábito de una familia en particular, ni tampoco podemos identificarlo con una facción política. Es transversal. Es una tentación humana a la que nuestra comunidad es muy sensible. Es un rasgo constitutivo de nuestra nación el que debe evolucionar. Cuando la conciencia de su toxicidad alcance suficiente masa crítica quizás surjan los líderes con talento de estadistas (es decir, que vean más allá de lo conveniente a corto plazo). ¿Estamos en condiciones de generar hoy estadistas con la madurez de autolimitar su poder, líderes que cuenten con gran reconocimiento popular a su labor y que, no obstante, desistan de ser considerados providenciales y eternos?

(*) Ver “Argentina 2017 (I): Afectivos, ilustrados, fascinados”.


(Continua en “Argentina 2017 (VI): El surgimiento de un sentido y la necesidad de creer”).

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