viernes, 8 de septiembre de 2017

Argentina astrológica (IV): el pasado regresa


Argentina astrológica (IV): 
el pasado regresa
Alejandro Lodi

(Octubre 2015)





Este artículo propone concentrarnos en el período de nuestra historia que abarca desde 2008 a 2011, astrológicamente significado como el momento del tránsito de Saturno por la casa XII de la carta de Argentina.

Cada casa astrológica es un “área de experiencia” y una “cualidad del tiempo”, una temática específica de la vivencia humana y un particular capítulo en el despliegue de un proceso. Cada casa astrológica es sustancia y tiempo.

Todo ciclo tiene, por ejemplo, su fase XII: el momento final de consumación de todo proceso. Más allá de cuál sea el planeta que transite la casa XII, hay una cualidad del tiempo de XII que permanece y es común a cualquier caso: el pasado regresa.
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Saturno, casa XII y karma

En el caso de Saturno, su tránsito por casa XII anuncia que el ciclo de estructuración que se inició cuando cruzó el Ascendente (aproximadamente 26 años antes) ya ha sido celebrado y es tiempo ahora de una recapitulación. Saturno en tránsito por casa XII resulta un momento de balance, de capitalizar la experiencia y de asumir sus deudas. Es un retorno de toda la experiencia vivida. Sobre todo, de aquellos contenidos que, por dolorosos o amenazantes, han sido negados, reprimidos o proyectados.

En la fase de XII la conciencia desciende al “depósito inconsciente”, al área de experiencia donde será sensible a la resonancia con las dimensiones arquetípicas -más sutiles o más toscas, más sanadoras o más patológicas- de nuestra psique. Por algo la casa XII -ya no como tiempo, sino como sustancia– es el ámbito transpersonal del servicio a lo trascendente, tanto como la del encuentro con “enemigos ocultos”, de “confinamientos” y “desvaríos”. De allí que algunos sintetizan la fase XII -la casa XII como tiempo– como la instancia en la que “el karma emerge a la conciencia”. Y si se trata de Saturno, tal “emergencia del karma” se orienta a reconocerlo con el máximo sentido de realidad posible. Saturno en tránsito por la casa XII nos habla de la necesidad de asumir responsabilidad de las decisiones tomadas en el pasado, de saber responder a las consecuencias de nuestros actos, ya sin negarlas, reprimirlas o proyectarlas en el mundo exterior ni en los demás.

Sin embargo, la fase XII de un ciclo nos expone a la oportunidad de reconocer toda la experiencia, o a la fatalidad de quedar cautivos de ella; de agotar el encanto de la memoria y dar entonces un giro creativo, o de sucumbir al peso del pasado y resignarse al atavismo de la repetición. Con Saturno en tránsito por la casa XII, la consumación consciente del sentido de realidad desplegado a lo largo del ciclo permite despedirse de ese modo de ver las cosas y de las construcciones que hemos forjado desde él (“poder soltarlas”). Pero también puede hacerse evidente cuán apegados estamos a los condicionamientos del pasado, cuán aferrados nos encontramos a la identidad que hemos hecho en esa manera de ver la realidad, y lo patológicamente dispuestos a seguir sosteniéndola, aun a riesgo de habitar -ahora- un mundo de fantasmas.

Ante la realidad evidente, inevitable y sin opciones, en los tiempos de Saturno en tránsito por casa XII la conciencia puede responder aprovechando la oportunidad de madurez que representa frustrar fantasías e ilusiones acumuladas, o puede reaccionar negando esa realidad refugiándose en el hechizo del pasado.

La fase XII del ciclo de Saturno deja al descubierto este desafío antipático. Como hemos dicho, esos contenidos inconscientes que emergen a la conciencia, ahora como cruda realidad, en su momento fueron negados, reprimidos y proyectados por resultar intolerables, dolorosos y amenazantes. El punto es que, como contrapartida de lo temido, la conciencia generó un sentido de realidad y una descripción del mundo ajustadas a una imagen luminosa de sí misma, a una identidad personal encantadora, fascinante y (auto) gratificante. Por eso, en tiempos de Saturno en casa XII, asumir y reconocer aquellos oscuros contenidos implica -de un modo que no ofrece opción- la aceptación de una realidad que necesariamente habrá de desilusionar aquella imagen luminosa. Ese es el sufrido costo de la transformación y madurez espiritual. Gratificar al alma es desencantar a la personalidad.
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La polarización fascinante

Si la vivencia de los tiempos de XII puede resultar compleja en el proceso de una vida individual, imaginemos lo riesgosa y delicada en la escala de una conciencia colectiva.

El ciclo de Saturno que Argentina inicia en 1982 -y que coincide la restauración de la democracia a partir de 1983- arriba a su fase XII en 2008.




El ingreso de Saturno a la casa XII es sincrónico con el comienzo del primer mandato presidencial de Cristina Fernández. Pero, sobre todo, de la llamada “crisis del campo” y la reinstalación de un clima de polarización creciente en nuestras relaciones sociales. Creo que resulta desolador apreciar cómo a partir de 2008, sin saber cómo ocurrió, hemos dejado de hablar de política para no perder amigos o de hablar con amigos por no coincidir en posiciones políticas. Y esto es algo que ya había ocurrido en nuestra sociedad. El pasado regresa. Recrudece una patología vincular que creíamos haber dejado atrás. Retorna un clima de desencuentro que creíamos haber disuelto en 1983. Los fantasmas del pasado cobran vida, los complejos del anterior ciclo saturnino (1953-1982) se repiten: el antagonismo extremo, el rechazo de la convivencia, la violencia sustituyendo al acuerdo…

Es probable que el período kirchnerista –sobre todo con las presidencias de Cristina Fernández- haya puesto de manifiesto nuestro encanto por el pasado, la fuerza de nuestros fantasmas y la convincente sensación de vitalidad que pueden promover cuando la conciencia colectiva es tomada por su excitación.

Las cualidades de Piscis y de la casa XII se corresponden. Piscis simboliza el talento de consumar el pasado, pero también la susceptibilidad al atavismo. En 2008, el cierre del ciclo de Saturno es protagonizado por Cristina Fernández y Néstor Kirchner. Una pareja de presidentes piscianos funcionales a agotar toda una experiencia histórica y dar así posibilidad de liberar nuevas potencialidades creativas, pero con el riesgo de recrearla y quedar así atrapados en la fatal repetición de nuestros traumas y complejos vinculares colectivos. Que ocurra una cosa u otra no sólo depende de ellos, sino de cómo signifique la conciencia colectiva (es decir, nuestra conciencia, la de cada uno de nosotros) la experiencia que han liderado. Podemos transformarlos en héroes sujetos a devoción, sentir que ellos han redimido los pecados de nuestro pasado. También podemos convertirlos en chivos expiatorios que concentran las causas de nuestras postergaciones. O podemos incluirlos como protagonistas de una experiencia colectiva que nos ayuda a consumar nuestra adicción a la negación de la realidad, al conflicto y al personalismo, y posibilitar así una nueva forma de convivencia. En las dos primeras variables (“kirchnerismo” o “antikirchnerismo”) se revela una profunda incomprensión de proceso global y, por eso mismo, la previsible repetición de los comportamientos vinculares más tóxicos de nuestro pasado, ya ahora a extremos de severa patología. Como de costumbre, la oportunidad creativa va de la mano con incluir antes que rechazar, con ver dinámicas polares antes que polarizaciones.

(Continúa en “Argentina astrológica (V): el factor psicológico”).


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