sábado, 9 de septiembre de 2017

Argentina astrológica (VII): aquí llega Plutón (y Urano también)


Argentina astrológica (VII): 
aquí llega Plutón (y Urano también)

Alejandro Lodi

(Noviembre 2015)

Aunque no protagonice la agenda política, ni ocupe un espacio destacado en los medios especializados, es probable que la muerte trágica del fiscal Alberto Nisman -y sus oscuras circunstancias- quede grabada en nuestra memoria como un hecho histórico trascendente y fundamental, pleno de un sentido simbólico doloroso, transformador y, por eso, con profunda potencialidad sanadora. O que, en caso de operar la estrategia del olvido, su contundencia la organice el inconsciente colectivo, enredada en la repetición fatal de la circular lógica arquetípica. Lo que hoy creemos evitar con éxito, se presenta como fantasma en el futuro.

Demos contexto astrológico al acontecimiento de la muerte del fiscal Nisman.





La perplejidad ante lo inesperado

Urano transita el Sol y la Luna de la carta de Argentina desde abril de 2015 hasta marzo de 2016 (considerando 3º de orbe, desde mayo de 2014 hasta marzo 2017). Un hecho astrológico que se produce cada 21 años. Sugiere un clima de cambio, de renovación, de liberación de hábitos repetitivos (Urano) en la relación entre pueblo(Luna) y gobernantes (Sol). Es, por lo tanto, un tiempo propicio para saltos de creatividad que alteren modos viejos y cristalizados (y, por eso, tóxicos) en los que la comunidad se vincula con sus representantes. Pero, también va a poner a prueba la capacidad de la conciencia colectiva para aceptar ese desafío, a exponer sus complejos con la libertad, sus miedos al cambio o sus fantasías de revolución. En ese caso, aquel clima liberador y creativo podrá devenir en sucesos imprevistos, de alta incertidumbre, y en reacciones inesperadas de parte de los gobernantes o del pueblo. Hechos sorpresivos que alteren la relación entre el pueblo y los gobernantes. Situaciones excéntricas, súbitas y de extrema inestabilidad en las que pueden aparecer involucradas figuras representativas del gobierno, de los poderes del Estado o del pueblo.

En ese sentido, la muerte sorpresiva y violenta de un fiscal de la Nación se ajusta al significado de ese tránsito de Urano. Y en caso que se tratara de un asesinato, el evento adquiere carácter de magnicidio: el audaz crimen de un alto representante del Estado por causas que hacen a su función. Es decir, un crimen político.

Si asociamos la muerte del fiscal Nisman con el tránsito de Urano al Sol y la Luna de Argentina, su actualidad coincidirá con la duración del tránsito.





Es muy humano creer que el presente “inaugura la historia”, que lo que ocurre hoy resulta inédito, que “todo se inicia con nosotros”, fuera de cualquier relación significativa con el pasado. La riqueza de la astrología, justamente, consiste en considerar a los sucesos actuales en un contexto cíclico, a asociarlos con las respuestas -o reacciones- que dimos en el ayer a climas semejantes para, de ese modo, evaluar si nuestro modo de responder actual incluye creatividad o resulta mecánica repetición.

Por eso, para no sacar conclusiones apresuradas o condicionadas por el impacto subjetivo y emocional de la muerte sorpresiva y violenta del fiscal Nisman, observemos cuándo se produjo un tránsito similar.

Desde comienzos de 1992 hasta comienzos de 1994:




Este tránsito de Urano es sincrónico al atentado a la Embajada de Israel (17 de marzo de 1992) y –si somos tolerantes con el orbe del clima- al de la AMIA (16 de julio de 1994). Un crimen político-religioso que tiene por víctimas, ya no figuras públicas, sino a instituciones sociales y a ciudadanos comunes. Nuevamente, atentados sorpresivos y violentos, esta vez contra el pueblo.

Desde fines de 1971 hasta fines de 1973:




Aquí la sincronicidad es con el vértigo que adquiere la violencia política -ya existente- a partir de otro magnicidio: el secuestro y asesinato de Pedro Eugenio Aramburu (1ro de junio de 1970), llevado a cabo por la organización “Montoneros”. El 20 de junio de 1973, con el peronismo en el poder, la fiesta preparada para el regreso de Perón a la patria se convierte en tragedia: se produce “la masacre de Ezeiza”, la cacería de militantes del peronismo de izquierda llevada a cabo por grupos armados del peronismo de derecha. Su avión desciende en Morón ante las sospechas de un atentado contra su vida (temor de magnicidio). Tres meses después, Perón triunfa en las elecciones presidenciales (convocadas de un modo inesperado y súbito, ante la renuncia de Cámpora) y la mañana siguiente se produce el asesinato de José Ignacio Rucci, su hombre de confianza en el sindicalismo (25 de septiembre de 1973), a manos de “Montoneros” (hecho aun hoy no reconocido por la organización).

Desde mitad de 1952 hasta mitad de 1954:




Tiempos sincrónicos a la muerte de Eva Duarte (26 de julio de 1952). Duelo popular y manifestaciones de silencio. Una conmoción para la comunidad -inesperada, sorpresiva- que involucra a una figura de gobierno cargada de sentimiento maternal. En ese período, también, comienzan a expresarse grupos violentos informales, anti y pro gubernamentales, a través de atentados que cobran cada vez mayor intensidad (quema de locales, estallido de explosivos). La práctica del terrorismo llega a su máximo horror con los bombardeos sobre civiles en Plaza de Mayo por parte de la aviación de la Marina (16 de junio de 1955).

Hoy estamos en el clima de ese tránsito. Y lo vivimos junto al de Plutón al Sol y a la Luna de Argentina, acontecimiento que se desarrolla desde marzo de 2016 hasta noviembre de 2018 (considerando 3º de orbe, desde febrero de 2015 hasta diciembre de 2019).





La oportunidad incómoda

Plutón obliga a ver lo que no queremos ver. Hacer consciente lo doloroso, lo oscuro, lo tóxico, lo que nos da miedo (Plutón), lo que niega la imagen luminosa -y en apariencia segura- que tenemos de nosotros mismos (Luna) y de nuestros gobernantes (Sol). Al tratarse de un tránsito al Sol y a la Luna, obliga al contacto con la oscuridad que hemos inconscientemente naturalizado en nuestros hábitos de relación entre los diferentes miembros de la comunidad y, también, de la comunidad -como pueblo- con sus representantes. Es tiempo de dar cuenta de que “algo huele a podrido” en nuestra sociedad y en nuestra historia compartida, y de resistir la tentación de aliviar la carga generando “chivos expiatorios” o “mártires redentores”.

Recordemos que también se trata de un tránsito a la cúspide de casa IV: el espacio común de pertenencia, el hogar compartido, el pasado y la memoria.

En nuestra sociedad hoy existe una “realidad aparte” que no es registrada, que no es visible. Compatriotas “fantasmales”, integrantes de nuestra comunidad que están entre nosotros pero ignorados, casi al extremo de carecer de entidad existencial. Nuevos “desaparecidos” que no encuentran aun organismos humanitarios que reclamen por su dignidad y por sus derechos. Somos contemporáneos a una nueva forma de exclusión y de invisibilidad:

.- Las víctimas de las adicciones a las drogas sociales (incluidas el alcohol y los fármacos) carentes de toda contención institucional oficial. Convivimos con (y naturalizamos) hábitos de consumo tóxicos, que llegan a extremos de una virtual epidemia no reconocida. En términos plutonianos, podemos decir que hay un desborde pulsional que ya no puede volver al cauce institucional conocido y que reclama con urgencia otro encuadre, más funcional y eficiente.

.- En relación con lo anterior, podemos sumar a las víctimas del narcotráfico, del poder que emerge del negocio de las drogas. Aquí aparecen no sólo los consumidores, sino, por ejemplo, las madres de adictos que son asesinadas cuando se animan a denunciar a los traficantes que abastecen a sus hijos. Un caso, la muerte de Norma Bustos, el 20 de noviembre de 2014, en Rosario. Esas personas están muriendo y no las registramos. Las vemos en los diarios y en los noticieros de la TV, pero aun no conmueven a nuestra conciencia colectiva.

.- El trato indigno y la situación de indiferencia hacia comunidades indígenas. Gracias alestado público que logró la demanda de la comunidad Qom, se han hecho visibles los abusos de los que son víctimas y las condiciones de vida que padecen, de una indigencia próxima al exterminio.

.- La trata de personas, la violencia de género y el uso político de franjas de población con necesidades básicas insatisfechas. Prostitución, trabajo esclavo, subordinación compulsiva y violenta a punteros políticos. Un caso, el asesinato no esclarecido del joven Ariel Velázquez, el 19 de agosto de 2015, en Jujuy. Las confusas y contradictorias explicaciones oficiales permiten sospechar de un crimen ejecutado por grupos políticos funcionales al poder, que actúan como “fuerzas de choque”, intimidando con prepotencia y exigiendo adhesiones compulsivas.

.- El universo de personas en estado de pobreza o indigencia que no aparecen registrados en las estadísticas oficiales. Casos de niños desnutridos, víctimas de una desatención estructural, no eventual. Un caso, la muerte por desnutrición de Oscar Sánchez, adolescente qom de 14 años, el 9 de septiembre de 2015, en Chaco.

.- La evidencia de un cambio cualitativo en la composición social que implica una transformación cultural que aun no ha sido asumido por la conciencia colectiva. Sin duda, este punto merece una reflexión que podría abarcar una serie de notas. La corriente inmigratoria que se desarrolla con la era democrática inaugurada en 1983 (evidente y masiva a partir de los ‘90, en sincronicidad con el tránsito de Urano y Neptuno por la casa IV de Argentina) implica un cambio cultural que no puede convivir con la tradición ni integrarse a ella, sino que exige un desafío de transformación. Hay un país que ya no es y al que no puede retornarse. El país de “los hijos de inmigrantes europeos” que dominó gran parte del siglo XX ha dado paso (aunque aun no sea suficientemente consciente) al país de “los hijos de inmigrantes sudamericanos”. Esa mutación resulta, al menos, evidente en los principales conurbanos, en especial el de Buenos Aires.





La población incluida en estas categorías comienza a ser millones de personas, no casos aislados que puedan revertirse con la acción social del actual aparato del Estado. Y esta es la manifestación de la cualidad del tránsito de Plutón al Sol-Luna: el arribo a situaciones límites que agotan modos patológicos de la relación entre pueblo y gobernantes, la necesidad de transformar ese vínculo de forma que resulte eficiente a nueva situación (liberada de toxicidad y anacronismos y, por lo tanto, más creativa). Pero, para eso, esa condición límite debe ser reconocida por la conciencia colectiva, en su necesaria masa crítica. Estamos en el desafío de ver y asumir una realidad dolorosa, oscura y hasta ahora negada.

Nuestra conciencia colectiva está, en gran medida, distraída de estos temas. Como comunidad, no reaccionamos a la altura de la gravedad de esta situación. Y esto lo va a cobrar el tránsito de Plutón al Sol-Luna, como lo cobró en el anterior tránsito (octubre de 1978 – julio de 1980) con el tema de “los desaparecidos”. Desde esta desatención -inconsciente o deliberada- generamos hoy aquellos “nuevos desaparecidos”: los pobres e indigentes no registrados en estadísticas oficiales, los jóvenes cautivos de la pesadilla de las adicciones, las madres del paco y las víctimas del poder narco, las comunidades indígenas empujadas a la inanición, los sectores vulnerables sometidos a violencia y abuso de poder, los asistidos por planes sociales que quedan cristalizados en la marginalidad sin posibilidades de sumarse a la cadena productiva y al trabajo formal…

Esa realidad difícil de reconocer transparenta la dimensión adquirida por ciertos hechos que, además, podrían estar relacionados entre sí:

.- La actividad del narcotráfico.

.- El nivel de violencia de los delitos comunes y el aumento de las víctimas fatales.

.- El robo de armas y proyectiles de instituciones militares.

.- La naturalización de la corrupción y de formas pre-democráticas de organización política (feudalismo, nepotismo, clientelismo…).

Y, dentro de lo que se ha reconocido como “batalla cultural”, podemos sumar:

.- La lógica “aliado-enemigo” aplicada a la actividad política, la reducción de valores universales a la ideología de una facción y el no reconocimiento del otro como integrante de la comunidad.

.- La tendencia a implantar un pensamiento (y sentimiento) nacional único y absoluto.

.- El intento de control del ejercicio de la justicia y del derecho a la información.


En definitiva, sucesos que adquieren evidencia y que abren la posibilidad de tomar conciencia de expresiones patológicas de nuestra conducta social. Y es fundamental atrevernos a reconocer que tales “síntomas de patología” atraviesan horizontalmente a nuestra comunidad, no sólo a los organismos del Estado, al mismo tiempo que parecen cobrar coherencia y afinidad entre sí.

Es una situación paradojal. Estamos atiborrados de información: diarios, radios, televisión, internet, redes sociales… Y, al mismo tiempo, convivimos con una “realidad paralela” que no vemos. Este tránsito de Plutón indica una excelente oportunidad de dejar al desnudo los mecanismos de negación y de proyección que dominan nuestra conducta colectiva: ante lo doloroso, oscuro y complejo, elegimos “no ver” o “echarle la culpa al otro”.


La oscura inteligencia del clan argentino


Al tratarse de Plutón, lo que emergen son los contenidos más oscuros y horrorosos de nuestro inconsciente colectivo. Las fantasías más resistentes de nuestra pulsión autodestructiva, violenta e impiadosa. En esa dirección, con la llegada de este tránsito y de la muerte del fiscal Nisman, cobra actualidad un tema que parecía del pasado:

.- La oscuridad de los servicios de inteligencia.

No se ha podido determinar cómo ocurrió esa trágica muerte. ¿Se podrá? La única evidencia es la de un “pase de facturas” entre agentes secretos, en el que se ven involucrados los tres poderes del Estado: ejecutivo, judicial y legislativo…


En este contexto, en 2015 el cine argentino logra un éxito histórico (de concurrencia de espectadores y de reconocimiento internacional) con una película: “El clan”. Nos recuerda un hecho de nuestra historia con un alto poder simbólico: la más perversa acción de los servicios de inteligencia se desarrolla en el seno de una familia, el más oscuro centro clandestino de detención compartido con un hogar. Esa oscuridad y perversión no es propiedad de un grupo, clase o casta específica, sino que es un contenido psíquico de nuestra comunidad. Convivimos con el horror, lo tornamos natural o elegimos no verlo. Llevamos una vida normal esquivando cadáveres sobre los que no se nos ocurre (o tememos) preguntar.

Con Plutón en tránsito al Sol y a la Luna emerge una verdad incómoda, se hace evidente una información que desconocíamos, negábamos o proyectábamos. La oscuridad de los servicios de inteligencia no fue patrimonio de los militares de la última dictadura, ni se acabó con ellos. Con la muerte de Nisman se expone a nuestra conciencia colectiva que los atentados a la Embajada de Israel y la AMIA están atravesados por una guerra de agentes secretos, y que esos siniestros servicios fueron utilizados por funcionarios del Estado durante la era democrática inaugurada en 1983. Nuestra democracia aparece teñida de la misma oscuridad que creíamos que había conjurado. Hay una densidad, un secreto, un ocultamiento, una falta a la verdad, un engaño deliberado que ha permanecido entre nosotros y que, nuevamente, genera crímenes políticos de los que acaso nunca sabremos. Una oscuridad ante la cual nuestros gobernantes, legisladores y jueces resultan ineficientes, temerosos o, en muchos casos, cómplices. Una oscuridad que nos produce tanto miedo y horror que preferimos no darnos por enterados. Una realidad oculta, subterránea, tenebrosa, que vive en nosotros mismos, que se reproduce en nuestras relaciones sociales y en el vínculo con nuestras autoridades y representantes.

El tránsito de Plutón a Luna y Sol natales anuncian tiempos propicios para la emergencia de esta realidad incómoda y dolorosa. Como durante una larga y oscura tormenta, quizás temamos que ya no haya más que tinieblas. La desazón de que esté todo perdido.

Aquí llega Plutón. Si simboliza un tiempo de transformación, entonces su sentido profundo es revitalizar lo que se ha cristalizado. Dar nueva vida a partir de aceptar formas muertas. Animarnos a ver lo temido, atrevernos a reconocer lo negado, confiar en atravesar lo oscuro… para que llegue el Sol.


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(Fin de la serie “Argentina astrológica”).


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