viernes, 6 de junio de 2014

La Astrología como ciencia oculta - Primera Conferencia


OSKAR ADLER
LA ASTROLOGÍA COMO CIENCIA
OCULTA

Versión Resumida por I. Milsztain

*
Primera Conferencia 

Si el ojo no fuese solar, 
El sol no lo contemplaría. 

Goethe – Plotino 


El objeto de esta ciencia abarca literalmente todo lo que existe como producto de una especie de revelación. 
La astrología es el estudio de las relaciones cómicas, universales e indestructibles, de todos los acontecimientos, especialmente de los acontecimientos humanos sobre la tierra – tomados estos acontecimientos humanos, esta existencia humana, juntamente con la historia de su evolución, no solo en sentido general, sino también en el sentido de la existencia particular del individuo y su historia – con los sucesos exteriores y los sucesos que confieren su contenido a la vida subjetiva, esto es, el dolor y el placer, el temor y la 
esperanza, el amor y el odio, el error y la verdad, el nacimiento, la enfermedad, y la muerte, o, para decirlo en una palabra, el “destino” del ser humano. 
Las ciencias físicas se encuentran en nuestra época en una fase critica de su desarrollo, que yo llamaría “crisis de la noción de causalidad”. David Hume hizo notar que la causalidad o 
la relación de causa y efecto no puede ser percibida por la observación objetiva, sino que solamente puede sospecharse su existencia. Solo percibimos series o consecuencias de fenómenos, jamas relaciones causales en si mismas. 
Creo que este es el momento adecuado para dar una idea del camino que llevo hasta aquel punto critico, basándome en la exposición de Augusto Comte
La primera etapa de la humanidad, su infancia, es la teológica. El hombre sospecha que detrás de los fenómenos de la naturaleza obran espíritus o demonios invisibles. Esta etapa infantil desemboca en una segunda etapa, el estadio “metafísico”. Los demonios 
desaparecen de la mente humana, ya algo mas madura, y en su lugar aparecen las fuerzas naturales. Pero ¿qué se gano con el cambio?. Nada mas que una sustitución de 
denominaciones, es decir, que las fuerzas naturales también están detrás de los procesos físicos que representan lo puramente real. Es de este modo que la humanidad llega a la tercera etapa, al estadio maduro de la ciencia positiva o exacta. Aquí el ideal de la 
objetividad completa se alcanzaría únicamente en el momento en que se pudiera eliminar al sujeto observador. De modo que todavía estamos en lo mismo. Las ciencias positivas llegan a constituirse en una estadística lo mas sumaria posible de los procesos físicos. Lo 
que llamamos ley física no es mas que el compendio nemoeconomico, por medio de formulas memorísticas, del mayor numero posible de series de fenómenos. 
La verdadera astrología jamas fue una estadística. El único método que nos llevara a nuestra meta es le propio de las ciencias ocultas. Lo que determina que esta ciencia sea oculta es el hecho de que la fuente cognoscitiva de que proviene tal saber se encuentre en el 
misterio de la interioridad del propio ser humano; solo al descubrirse esta fuente, al encontrarse el acceso a ella, se comienza a revelar una esfera del saber que, en ultima instancia, se basa en la premisa del “ser uno con el todo existente”. 
Es de este modo que, por su propia índole, este saber seguirá siendo oculto, incompartible, pues el sujeto cobra conciencia a partir de la propia fuente. El conocimiento científico oculto se distingue del conocimiento vulgar oculto por el hecho de constituir aquel un 
conocimiento sistemático.
Si pudiéramos penetrar en la naturaleza como en nuestro propio yo, entonces tendríamos también del mundo exterior un saber oculto, intimo, que respondería a la aspiración que desde tiempos inmemoriales fue propia de los seres que buscaban la luz, como, por ejemplo, el Fausto de Goethe. 
¿No habrá, en verdad, ningún puente que una la interioridad con el mundo exterior?. La verdad es que existe el tal puente. Hay “algo” que tiene la particularidad de sernos accesible, del mismo modo en que nos son accesibles las cosas exteriores y que a la vez se 
nos da del modo exclusivo en que se nos da nuestro propio yo. Y ese “algo” es nuestro cuerpo. Mi cuerpo unido a mi propio yo, y me entero de ello por una interioridad. 
Si pudiese expandir mi cuerpo de modo tal que el mundo exterior entrase a formar parte integrante, por así decir, de mi vida corporal “endoempirica”, me enteraría de dicho mundo exterior de la misma manera en que se todo lo que se refiere a mi mismo y únicamente a mi mismo; es decir que tendría con respecto a lo exterior un saber científico de carácter oculto. 
La misma percepción común de los sentidos esta llena del secreto por el cual un objeto exterior pasa a convertirse en un elemento de interioridad, y, viceversa, una interioridad pasa a ser un elemento exterior. Tratemos pues, de llegar al fondo, al fin de esta posibilidad de existir que tiene el saber oculto del cosmos. 
Para ello me referiré a una metáfora del maestro Ramakrishna. Este compara el ya mencionado proceso de conocimiento con lo que ocurre cuando arrojamos un grano de sal al agua, frente a lo que ocurre cuando arrojamos al agua una piedra. El agua baña la piedra 
pero no la penetra. Esta es la mejor forma de describir el conocimiento físico científico. 
Con el grano de sal sucede algo distinto. La sal se disuelve en el agua, se funde con ella, la atraviesa inconmensurable-mente; así se tratase de todo el océano, el grano de sal lo atravesara, se haría uno con el. El yo se disuelve en el cosmos, se expande tanto que vive en el cosmos como en el propio cuerpo. 
El pentagrama posee la curiosa propiedad de poder crecer según sus propias leyes, hacia afuera y hacia adentro hasta el infinito, esto es, que puede reproducir su crecimiento por su crecimiento hacia adentro. No tendríamos mas necesidad que la de mirar dentro de nosotros mismos para reencontrar allí reproducida la imagen de lo exterior reducida hasta el infinito: el macrocosmos en el microcosmos. La entrada del templo de Apollo en Delfos decía: 
Conócete a ti mismo. Y en el interior del templo decía: Y conocerás a Dios. 
Ninguna de las células podrá percibir con carácter claro e inmediato el contenido de vida de otra célula integrante de un mismo cuerpo humano; pero el hombre cuyo cuerpo sea producto de la integración de cada una de tales células con las demás, no aísla en sus percepciones la percepción de cada una de las células que integran su cuerpo, sino que reúne dichas percepciones celulares como suma que da por resultado su percepción total 
como ser humano, su reunión en una unidad superior es esto. La conciencia total de las células esta contenida en la conciencia del ser humano como unidad superior. Y viceversa, todo lo que la conciencia humana percibe en su plano de humanidad , hallara la forma de manifestar también “allá”, en la conciencia celular, bajo la forma de alteración oscuramente percibida de la vitalidad de las células. 
Imaginemos que una de tales células tuviera igual capacidad de discernimiento critico que la que posee el hombre de cuyo organismo total aquella célula es parte mínima, la célula no 
tendría idea de la providencia de las alteraciones de su estado vital; lo único que podría creer es que tales alteraciones provienen de dentro de ella misma o resultan del contacto con las células inmediatamente próximas a ella. Aquello que dicha célula había considerado siempre como su propia vida individual, independiente, no es mas que una partícula de vida
que debe su existencia y su esencia al hecho de estar integrando aquel organismo superior. 
El hombre, a su vez, no es mas que una especie de célula dentro de un organismo superior. 
Ese organismo gigantesco, que contiene a la totalidad de los seres humanos, y con ellos todas sus experiencia, es la TIERRA
La tierra es un inmenso ser viviente, integrado no solo por el “órgano” de la humanidad , sino también por los organismos de la animalidad, de la vegetabilidad, de la mineralidad, de las aguas y los aires, de los fuegos, en fin, de todo lo que vemos “allá afuera”. De modo que todo arte y ciencia humanos no son mas que una letra de una palabra superior, que solo puede pensar la tierra. 
La tierra (Arcángel), no es, a su vez, mas que una célula integrante de un organismo aun superior; juntamente con otras células semejantes a ella – los restantes planetas del sistema solar – del cual reciben ley y sentido de vida todos los planetas con sus satélites. Los millones de mundos solares “allá afuera” también son organismos, letras en la palabra 
universal, del verbo que fue “en el principio..” Dios, que esta dentro de nosotros en la misma medida que nosotros estamos dentro de el. 
El cuerpo humano puede considerarse puente que une el acá con el allá, formando de este modo un importante punto de partida para la fundamentacion de las ciencias ocultas en general y de la astrología en particular. 
Pero este cuerpo humano no es el único puente. Hay otro que nos esta dado y es de naturaleza mental, bajo la forma de saber. Esta ciencia que, por así decir, tiene una doble faz, una faz oculta, vuelta hacia adentro, y una faz profana, vuelta hacia fuera, es la matemática. La matemática contiene todos los criterios de la ciencia oculta, pues sus objetos de conocimiento solo pueden extraerse de la interioridad. Los resultados de tal “imaginación” no solo pueden ser aplicados al mundo exterior, extraño a nosotros, sino que ademas nos revelan la regularidad de dicho acaecer exterior. Y es este hecho, solamente este hecho, el que confiere a la matemática este valor de puente entre lo interior y lo 
exterior. Pues si bien, por ejemplo, ciertas formas cristalizadas en cubos, octaedros, tetraedros, etc, se nos presentan allá afuera como plasmaciones naturales, originadas por  fuerzas exteriores, las formas ideales geométricas en que se basan dichas plasmaciones se originan , por su parte, por vía netamente mental dentro de nosotros mismos, siendo productos de génesis mental que apuntan a una relación oculta entre lo exterior y la interioridad. Hablamos de un sistema natural de relación orgánica viviente entre el uno original y las partes de el provenientes. Un ejemplo de esta comunidad y armonía cósmica  entre el yo y el universo es la música. La música es experiencia aritmética de carácter inmediato, interno. 
También los planetas son enormes seres vivientes similares a la Tierra, y la Tierra se halla con respecto a ellos en una ininterrumpida relación de intercambio, como lo esta, por 
ejemplo, el ser humano con respecto a sus semejantes. . De modo que cuando un ser humano nace en esta tierra en un determinado momento, cuando la Tierra le da a luz, es evidente que el hombre llevara dentro de si como temple fundamental una disposición que 
en ese momento dominaba planetaria-mente, llevara dentro de si, como la ley de su futura vida individual la idea que en aquel momento “pensara” la Tierra en dialogo con el cosmos. 
Tal idea sera la tónica de su vida, la expresión de la ley por la que naciera. 
Un escritor materialista expreso la frase siguiente: “Antes se creía que el sol era de naturaleza divina; ahora se sabe que es una bola de gas incandescente”. ¿No se podría decir 
con el mismo derecho que antes se creía que las sinfonías de Beethoven eran excelsas obras de arte y que ahora se sabe que no son mas que masas de aire en movimiento? Dice Goethe 
sobre tal ciencia. “tiene las partes en la mano pero no el lazo mental para unirlas porque le falta el valor de buscarlo”. 
La astronomía conoce al dedillo las medidas de todos los planetas y sus órbitas. ¿No es esta una ciencia maravillosa?. Pero ¿jamas se sintió la necesidad de buscar el sentido?. Para develar este sentido hemos de tener el valor de aprender a usar la clave cifrada, oculta, que nos permita leer ese libro gigantesco que llevamos imperdiblemente dentro de nosotros. Y ese libro se nos brinda bajo una forma doble: como el propio cuerpo humano y como numero. Sobre la base de estos dos elementos fundamentales se edificara el viejo y sagrado patrimonio del conocimiento astrológico. Trataremos de penetrar, apoyados de aquellos dos 
elementos, en el interior de la Naturaleza.

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