Hemos visto que el tránsito de Urano sobre el Ascendente de Argentina en 1974 es sincrónico con hechos históricos (con el ritual colectivo del 1ro de mayo en la Plaza de mayo como símbolo) que marcan el surgimiento de una visión revolucionaria, su impacto en la vida política y la reacción conservadora. El presente tránsito por el Descendente (la cúspide de casa VII) desde 2017 permite evaluar la mitad del ciclo que dio inicio en aquellos hechos. ¿Qué evolución tuvo aquel espíritu revolucionario del comienzo de los `70 en nuestra comunidad?
Incluso, considerando que no fue solo un fenómeno local sino mundial, podríamos evaluar el recorrido que tuvo esa corriente de cambio en otras sociedades. En ese ejercicio quizás apreciemos que en Argentina la conciencia colectiva de esa generación -astrológicamente, la generación Plutón en Leo (1939-1956)- ha quedado fascinada con aquella épica revolucionaria, acaso sin profundizar en la tragedia arquetípica Urano-Saturno (el padre devorando a sus hijos, los hijos castrando a su padre), permaneciendo en la interpretación ideológica sin hacer contacto con la trama psíquica. Cristalizados en el encanto de un relato mítico, se resiste la evidencia de los hechos concretos. Replicando la visión del mundo que dio sentido a aquel idealismo juvenil, se evita dar cuenta de los cambios producidos en las sociedades o se persiste en traducirlos con categorías conceptuales anacrónicas.
El tránsito de Urano por el Descendente de Argentina -posterior al que en 2015 hiciera al Sol y a la Luna natales, en tiempos de las últimas elecciones presidenciales- representa un buen momento para preguntarse, por ejemplo, qué significa políticamente hoy definirse progresista o conservador, o que se entiende por izquierda o derecha. En 1974 parecía muy claro lo que esas categorías significaban y la suficiente masa crítica de la sociedad tomó posición. Hoy, en cambio, suenan a categorías fuera de época, forzadas, fantasmales, incapaces de registrar y contener de un modo significativo la conformación actual de la sociedad y los desafíos que se le presentan. Ante nuevos problemas y una situación mundial diferente, han surgido visiones que no encajan en aquellos modelos ideológicos. Nuestra sociedad del siglo XXI requiere organizarse con otras categorías y, sobre todo, con otras percepciones -renovadas, creativas- de la realidad.
Quiero proponerles que meditemos sobre la validez de la polaridad progresista-conservador (incluso, revolucionario-reaccionario) para dar cuenta de este momento histórico. Mi percepción es que esa polaridad ha perdido vigencia, no se corresponde con la realidad o, al menos, necesita ser resignificada: qué es hoy ser progresista o conservador, qué visión resulta revolucionaria o reaccionaria.
Quizás hoy -esa es mi hipótesis- esté en vigencia una nueva polaridad: encanto-eficiencia.
Por cierto, como en toda polaridad, su vivencia puede traducirse en una tensión excluyente en la que cada polo tiende a negar al otro. Es decir, la polaridad encanto-eficiencia también puede polarizarse: que el encanto implique la negación de la eficiencia y que la eficiencia implique la negación del encanto.
Desde mi punto de vista, creo que en 2015 se cierra un período histórico sostenido en un potente encanto, pero que termina mostrando una baja eficiencia. Y a partir del 2015 estamos en el proceso inverso: la pretensión de eficiencia con bajo encanto. Me parece muy visible la necesidad de ver encanto y eficiencia como una dinámica de polaridad antes que como polarización. En polaridad, el encanto necesita de eficiencia y la eficiencia necesita de encanto. Me parece que durante el ciclo político anterior se subestimó la eficiencia y que en el actual se subestima el encanto. Se trata de la polaridad Virgo-Piscis y de su polarización: que la épica encantadora no renuncie a la eficiencia, que el anhelo de eficiencia no renuncie a la épica. La épica eficiente, antes que la justificación de que “por épicos no resultamos eficientes”. La eficiencia épica, antes que la justificación de que “por eficientes desistimos de todo encanto”.
Pero, la eficiencia es opuesta al encanto…
Bueno, esa es la percepción polarizada. Pero creo que es evidente que se trata de dos polos en relación. No existe encanto sin eficiencia, ni eficiencia sin encanto. Quiero decir, cuando la visión del encanto es poco eficiente pierde su encanto y es muy difícil que subsista; del mismo modo, si la pretensión de eficiencia resulta absolutamente desencantadora pierde eficiencia y no tiene chances de sostenerse.
De acuerdo con la carta de Argentina, nos gusta mucho más el encanto que laeficiencia…
Es posible. Pero tengamos en cuenta el sentido positivo del encanto. Podemos trasladarlo a una relación amorosa. Un vínculo de pareja tiene que tener cierto encanto y eficiencia. Si es puro encanto, no sobrevive al primer fin de semana juntos… (Risas). Pero si es sólo sentido de realidad eficiente no hay posibilidades de atracción ni de deseo.
Por supuesto, la polaridad progresismo-conservadurismo es inherente no solo a las visiones políticas, sino a toda manifestación de la vida. El punto es si esas visiones evolucionan o se cristalizan, si la necesidad de sostener creencias (porque hice identidad personal en ellas) prevalece sobre la percepción de los hechos.
Ya sea desde el progresismo o el conservadurismo, cuando una percepción de la realidad se organiza en ideas que permanecen cristalizadas se torna inoperante. Desde la rigidez del dogma, las ideas congestionan la circulación perceptiva, obstaculizan la capacidad de la conciencia colectiva para adaptarse de un modo creativo a nuevas circunstancias históricas, ya sean económicas, sociales o culturales. Desde el encanto del dogma no se ve la realidad, no se responde a los hechos sino que se reacciona a ellos forzándolos a que coincidan con las categorías que impone el relato convertido en verdad absoluta. El dogma -ideológico, religioso, espiritual- se apropia de la realidad y distorsiona la percepción. Y esto ocurre desde visiones progresistas o conservadoras, de izquierda o de derecha.
Visto de este modo, lo patológico no es propiedad de la posición progresista o conservadora, de izquierda o de derecha. La patología es la cristalización, la rigidez de las posiciones. Y en esa patología toda posición se torna reaccionaria. Se puede ser reaccionario de izquierda o de derecha, reaccionario progresista o conservador. La pesadilla no está en lo que dicen las ideas, sino en su dogmatización. Progresismo y conservadurismo, izquierda y derecha, son polos de una dinámica vital, virtuosa, creativa y necesaria. Esos polos no encarnan valores morales absolutos, sino que simbolizan relación: posiciones en vínculo. No puede existir uno sin el otro, la existencia de uno da entidad al otro. La polarización es, en verdad, una ilusión. La conciencia de dinámica de polaridad disuelve la fantasía de polarización. La verdad no es propiedad de un polo. La verdad no se fija en una posición. La verdad circula incesante y nunca termina de darse a conocer.
No podemos reducir la realidad que el presente abre a nuestra percepción al diseño ideológico del mundo que creíamos eficiente hace 50 años. En ese intento generamos distorsión de los hechos actuales y generamos una reacción patológica: negamos los hechos porque no coinciden con nuestro dogma encantador, necesitamos ver una realidad antes que responder a ella, creamos una realidad lesionando lo que percibimos. Ya sea desde la posición progresista o conservadora, nuestras acciones cristalizadas en los diseños ideológicos del pasado resultan reaccionarias antes que creativas. El dogma -progresista o conservador- apresa nuestra percepción, condiciona lo que vemos, inhibe nuestra libertad perceptiva (de un modo inconsciente, con inocencia; de un modo consciente, con perversión). Liberados de dogmas surge la oportuna creatividad, ya se trate de posiciones de izquierda o derecha, progresistas o conservadoras.
Una revolución vincular
Liberarnos de la cristalización en posiciones progresistas y conservadoras, de izquierda y derecha, resultaría una auténtica revolución vincular, muy de la mano con el tránsito de Urano al Descendente y, por oposición, a Júpiter natal. Permitiría algo fundamental: descubrir propósitos comunes a ambas posiciones, aspiraciones integradoras capaces de reunir encanto épico y eficiencia, sin renunciar a los matices y sin ceder a la hegemonía de un polo. La experiencia vincular de una visión común de cuáles son los problemas urgentes, el reconocimiento de los desafíos a los que está expuesta toda la comunidad, bajo la evidencia de que el celo por la propia posición política y la exclusión del otro en tanto “enemigo” agrava los problemas y agiganta los desafíos. No se trata de una integración por “ideal de bondad”, sino por concreta y material supervivencia.
Es muy interesante considerar lo que el gobierno de Macri se ha propuesto como las tres directrices o los tres propósitos de su gestión.
De su gestión o de “sugestión”… (Risas).
Bueno, “ambas cosas pueden ser ciertas”… (Risas).
Recordemos:
- Pobreza cero.
- .Lucha contra la corrupción.
- .Unión de los argentinos.
Los tres temas que se propuso el presidente como directriz de su gobierno. No propongo discutir la sinceridad en plantear estos temas. No tengo por qué dudar de las buenas intenciones. Parece evidente que la pobreza se ha reconocido, pero sin que aun sea apreciable su reversión. Es más visible un avance respecto a cierta corrupción estructural -por ejemplo, ligada a la obra pública- que se ha detenido o, al menos, entrado en “estado de latencia”, como también en la acción contra el narcotráfico y la venalidad policial, al punto que la gobernadora de Buenos Aires deba vivir con su familia en un destacamento militar para preservar su seguridad. Y, finalmente, respecto a la unión de los argentinos no podríamos afirmar que la polarización se haya disuelto, ni podemos estar seguros de que no siga siendo estimulada para convocar adhesión.
Seguimos creyendo que es la única manera de ganar las elecciones. Si no polarizo, no gano…
El encanto de la polarización sigue muy vigente. Es muy efectivo a corto plazo, pero se convierte en una trampa que destruye futuro.
Pero no les propongo detenernos en la evaluación de aciertos o errores del actual gobierno respecto a aquellos tres propósitos, sino atender a la evidencia de que pobreza cero, lucha contra la corrupción y unión de los argentinos no pueden ser la conquista de una facción, ni el logro de una fuerza política. No existe ninguna posibilidad de que esas aspiraciones se hagan realidad si no es a partir de una convergencia de fuerzas. Reducir la pobreza, la corrupción y la hostilidad autodestructiva entre los argentinos demanda ser capaces de superar prejuicios o proyectos personales y alcanzar los acuerdos más amplios. Es una tarea titánica que requiere comprometer a todas “las buenas voluntades”, convocar al talento de la mayor cantidad posible de miembros de la comunidad, con el único límite (más allá, es obvio, de los que se autoexcluyan de tal concordancia) de que su amplitud de matices no bloquee y frustre la eficiencia de su ejecución .
La percepción de este imperativo de convergencia y acuerdo -en respecto de las diferencias y sin imposición hegemónica de una facción- sería una verdadera revolución vincular en sintonía a lo que Urano en tránsito por la casa VII de Argentina anuncia.
Para que sea así debería provenir del alma de la sociedad…
Sí. Debería ser efecto de un movimiento en el inconsciente colectivo de nuestra sociedad. Por eso digo que, con este tránsito, lo revolucionario en el modo de vincularnos sería reconocer al otro como parte fundamental del logro de esas aspiraciones, en tanto percibamos que también las comparte con nosotros, más allá de diferencias de ideas, modos o gustos. Liberarnos de los prejuicios desde los que juzgamos y negamos al otro, asumir la necesidad de un acuerdo si realmente queremos afrontar con éxito los desafíos que se presentan en este momento histórico, y reconocer al otro con todos los defectos y limitaciones que tiene.
También es asumir el hecho contundente de que si no hacemos esto es porque entonces realmente no nos interesa eliminar la pobreza, la corrupción ni la división entre argentinos…
Y ahí vamos a otro golpazo con la realidad…
Ya tendríamos que saber que con esos golpazos terminamos siendo susceptibles al encanto redentor de un nuevo líder providencial.
La democracia actual surgió en polarización con los militares, en los que pusimos todo el mal y que también son expresión de nuestra comunidad. Despertamos a los valores democráticos desde una polarización…
Con Plutón en tránsito por la cúspide de la casa IV de Argentina en 2016-2017 estamos asistiendo a la polarización constitutiva de la democracia que nació cuando Plutón cruzó el Ascendente en 1982. El ciclo de Plutón es el ciclo de nuestra democracia.
Para nosotros es muy tentador polarizar. Que los logros sean de una facción que encarna el bien en lucha contra otra que encarna el mal. Facciones políticas, de ideas, de clase, de raza, de religión. Que los méritos sean de nuestro líder adorado, gracias a haber derrotado a sus enemigos. Por eso, es crucial ser conscientes de que si una facción pretende eso es casi predecible el fracaso. El encanto de la polarización es muy poco eficiente.
Otro colapso, otro golpe con la realidad…
El hámster en la ruedita… También es la evidencia de que nuestras comprensiones en los procesos individuales no se corresponden con la lentitud desesperante que muestran los procesos colectivos. A escala individual la conciencia no progresa con gran rapidez, pero los procesos colectivos son “de carreta”. La sensación de estar repitiendo en lo colectivo es muy frustrante. Y es lo más habitual.
(Continúa en “Argentina 2017 (IX): Del anhelo de justicia al compromiso de sanación”).
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