lunes, 16 de marzo de 2015

El sabio de los espejos


EL SABIO DE LOS ESPEJOS
(Luis Antonio Blanco.- La Cabrera.- Madrid)
 
            Vivía  en  una  ciudad  antigua  un  hombre  dedicado  a  fabricar  espejos,  espejos mágicos  con  los que  ver  el  futuro.  Como  era  la  única forma  que  los habitantes  de  la ciudad tenían de conocer el destino, en el cual creían firmemente, lo honraban mucho y todos  lo  consideraban  un  gran  sabio.  Le  consultaban  con  frecuencia  diversos  asuntos que  él  respondía  según  su  criterio.  La  ciencia  de  los  espejos  mágicos  resultaba 
sumamente difícil. Según la inclinación dada al espejo, las imágenes que mostraba eran diferentes  y  con  frecuencia  borrosas.  Incluso  mostraba  cuadros  distintos  según  las 
personas que se encontrasen ante él, o según el momento del día. Los espejos mágicos también  hacían  revelaciones  por  la  noche  y  sus  jornadas  eran  interminables.  Durante años ensayó materiales diversos con el fin de conseguir imágenes más claras y acordes con  los  hechos  del  futuro.  Combinó  minerales  y  temperaturas,  sustancias  químicas  y métodos  de  pulir  la  superficie.  Con  el  paso  de  los  años  fue  logrando  espejos  que 
mostraban imágenes cada vez más nítidas. Esto le daba ánimos, porque se hacía viejo y él, un hombre sabio, no alcanzaba la meta de sus esfuerzos. Un día consiguió un espejo excepcionalmente limpio de superficie y pleno de poder. Se asomó muy concentrado a él y entonces vio algo que le desagradó profundamente: en aquel espejo de un material nuevo que había denominado cristal vio su rostro auténtico reflejado, se vio a sí mismo.
Y no se gustó. En  ese momento  lloró y dejó  de  ser sabio  ante sus propios ojos,  pero dicen  que  en  el  Cielo  hubo  alegría  por  aquel  hombre,  ya  que  había  dado  un  paso
apreciable en el camino de la verdadera sabiduría.
 
            El estudiante de astrología lleva consigo todo lo que es como persona cuando encara  sus  trabajos.  Su  personalidad  tiñe  los  juicios  que  formula,  como  los  espejos imperfectos del sabio de la historia anterior dificultaban la videncia. Pensad en el uso mundano, habitual, de la astrología: bienes materiales, fortuna en el amor, librarse  de enemigos, etc. Un análisis somero nos descubre qué mueve a los que participan en ese circo, a los que preguntan y a los que responden.  Menos frecuente es el uso adecuado de la astrología, una disciplina de conocimiento e iluminación, una disciplina de salud, que relaciona lo de arriba  con lo de abajo, el Cielo con su hija,  la humanidad.  Según somos, así es nuestra mirada. De manera que existen caminos divergentes en el estudio astrológico. El que mira en el espejo pone mucho de sí para interpretar esas imágenes borrosas, como el sabio de nuestro relato.
 
            Los estudiantes que nos consideramos espirituales tenemos mucho camino que recorrer, no nos engañemos. ¿Quién está tan desarrollado que no haya  experimentado 
emociones  negativas  ante  una  carta  natal,  propia  o  de  otra  persona?  Me  refiero  en primer lugar a la sensación de ser poderoso al conocer el destino imparable. Gran error.
El  destino,  desde  el  punto  de  vista  humano,  no  ha  sido  escrito  todavía.  Quedan innumerables momentos en los cuales personas concretas obrarán bien o mal; sentirán 
arrepentimiento o satisfacción por haber dado lo mejor de sí; se dejarán llevar por la vía del menor esfuerzo o lucharán contra corriente por lo que consideren  bueno. En cada instante  se  decide  el  destino  del  mundo,  de  nuestro  mundo,  porque  tenemos  la prerrogativa de rebelarnos contra las influencias dominantes, como hicieron los héroes míticos  cuyos  relatos  todavía  iluminan  nuestro  subconsciente.  Prometeo,  Hércules, Sigfrido viven dentro de nosotros cuando un rayo del Espíritu que le dijo a Moisés en la zarza:  "YO  SOY"  entra  en  la  limitada  personalidad  y  nos  negamos  a  ser  cartas  del destino,  de  cualquier  destino.  En  la  obra  "El  Señor  de  los  Anillos"  un  pequeño  y pacífico  individuo  lleva  el  Anillo  que  simboliza  el  egoísmo  y  todo  el  poder  del  mal hasta el volcán en el que debe arrojarlo para que sea destruido. En el último instante de ese viaje terrible duda. Mientras, por toda la tierra, las fuerzas del Bien y el Mal libran una batalla más de su lucha eterna. Pues bien, en ese momento en que el más pequeño puede  desequilibrar  la  balanza,  todos  se  estremecen  y  quedan  por  un  momento  en suspenso.  Los  grandes  magos,  los  guerreros  implacables,  los  espíritus  poderosos  de diferentes órdenes sienten que ese pequeño ser puede inclinarse por un bando u otro y dependen  de  él.  Ese  pasaje  literario  representa  a  mi  entender  cómo  vive  nuestra conciencia los actos diarios, como momentos únicos y especiales para liberarnos de la 
ignorancia, que sabemos que a la postre es el único defecto, el único mal.
 
            Si nos tomamos con fatalismo la astrología, crearemos formas de pensamiento que nos afectarán en primer lugar a nosotros mismos y luego a quienes nos rodean o nos consultan  sus  problemas.  Dejaremos  pasar  las  oportunidades  en  forma  de  aspectos "favorables" bajo la ilusión de que todo irá bien por sí sólo, ya que las estrellas lo dicen.
Dejaremos pasar las oportunidades en forma de aspectos "desfavorables" encogidos ante lo  que creemos  inevitable.  Más nos valdría  entonces  ser  perfectos  ignorantes  de  todo esto porque al menos afrontaríamos con dignidad los problemas de la vida y tendríamos nuestra recompensa en forma de crecimiento interior. Como dice el proverbio, "No hay nada más peligroso que un poco de conocimiento". Si Dios no toma forma en nosotros, todo lo demás es vano, distracción y superstición. Reparad en que muchos ven insensata la  astrología  porque  niegan  un  destino  inapelable.  Y  tienen  razón.  La  verdadera astrología  enseña  que  los  astros  "impelen  pero  no  obligan",  tal  como  escribía  Max Heindel. Una idea acertada sobre las artes adivinatorias, también tomada del libro "El Señor de los Anillos", expresa  que dichas  artes nos proporcionan  imágenes de lo que puede ocurrir si todo transcurre por la línea de menor resistencia. Nosotros sabemos que las personas pueden salirse  de esa línea predecible  de menor  resistencia y romper  los determinismos. Esta idea concilia ambas posturas, la de quienes aprecian influencia de las estrellas  sobre nosotros y la de quienes defienden un grado de libre albedrío en la conducta humana.
 
            Tratado ya el prejuicio  del destino inexorable, abordemos otro problema de la mayor  importancia:  el estudio astrológico motivado por el egoísmo.  Hay formas  muy sutiles del mismo, pero el elemento común es trazar una línea tajante entre uno mismo y el resto del mundo. Si gastamos nuestro tiempo y energías en analizar astrológicamente las dificultades del día a día para evitar el sufrimiento, nos movemos en un nivel ético primario, válido en otros contextos pero inadecuado si pisamos el suelo sagrado de la astrología espiritual. Cuanto  más nos elevemos  y miremos  el  bien común,  menos nos preocuparemos  de  ese  tipo  de  análisis  de  nuestra  carta  natal.  Y  el  peligro  debe afrontarse,  porque  necesitamos  conocernos  para  ser  útiles.  Cualquier  acto  bueno procede  de  una  cualidad  interior  de  la  persona,  aún  en  el  grado  más  débil.  Con  la palabra bueno me refiero aquí a la motivación del individuo, no a la apariencia externa, porque  sabemos  que  la  hipocresía  y  más  aun  el  autoengaño  son  defectos  muy extendidos  en  la  sociedad.  Un  acto  generoso  procede  de  un  desprendimiento incorporado  a  la  personalidad;  un  acto  de  justicia  necesita  un  mínimo  de  rectitud interna; un acto de amor implica dicho sentimiento. Incluso cuando se obra influido por otros, es necesaria la capacidad de vibrar interiormente en sintonía con lo que nos llega de fuera para pasar a la acción. Todo lo que apreciamos en el mundo material procede de una causa previa en los mundos internos. Así pues, analicemos en la retrospección qué  nos  empujó  a  estudiar  astrología  en  el  día  que  termina  y  si  verdaderamente ascendimos  la  montaña  de  la  sabiduría,  aún  a  costa  de  lágrimas,  como  el  hacedor  de espejos de la historia que inició esta conferencia.

Boletín Rosacruz , Nº 39 AÑO 2.001 - SEGUNDO TRIMESTRE 
(Abril - Junio) Fraternidad Rosacruz Max Heindel de Madrid


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