EL SABIO DE LOS ESPEJOS
(Luis Antonio Blanco.- La Cabrera.- Madrid)
Vivía en una ciudad antigua un hombre dedicado a fabricar espejos, espejos mágicos con los que ver el futuro. Como era la única forma que los habitantes de la ciudad tenían de conocer el destino, en el cual creían firmemente, lo honraban mucho y todos lo consideraban un gran sabio. Le consultaban con frecuencia diversos asuntos que él respondía según su criterio. La ciencia de los espejos mágicos resultaba
sumamente difícil. Según la inclinación dada al espejo, las imágenes que mostraba eran diferentes y con frecuencia borrosas. Incluso mostraba cuadros distintos según las
personas que se encontrasen ante él, o según el momento del día. Los espejos mágicos también hacían revelaciones por la noche y sus jornadas eran interminables. Durante años ensayó materiales diversos con el fin de conseguir imágenes más claras y acordes con los hechos del futuro. Combinó minerales y temperaturas, sustancias químicas y métodos de pulir la superficie. Con el paso de los años fue logrando espejos que
mostraban imágenes cada vez más nítidas. Esto le daba ánimos, porque se hacía viejo y él, un hombre sabio, no alcanzaba la meta de sus esfuerzos. Un día consiguió un espejo excepcionalmente limpio de superficie y pleno de poder. Se asomó muy concentrado a él y entonces vio algo que le desagradó profundamente: en aquel espejo de un material nuevo que había denominado cristal vio su rostro auténtico reflejado, se vio a sí mismo.
Y no se gustó. En ese momento lloró y dejó de ser sabio ante sus propios ojos, pero dicen que en el Cielo hubo alegría por aquel hombre, ya que había dado un paso
apreciable en el camino de la verdadera sabiduría.
El estudiante de astrología lleva consigo todo lo que es como persona cuando encara sus trabajos. Su personalidad tiñe los juicios que formula, como los espejos imperfectos del sabio de la historia anterior dificultaban la videncia. Pensad en el uso mundano, habitual, de la astrología: bienes materiales, fortuna en el amor, librarse de enemigos, etc. Un análisis somero nos descubre qué mueve a los que participan en ese circo, a los que preguntan y a los que responden. Menos frecuente es el uso adecuado de la astrología, una disciplina de conocimiento e iluminación, una disciplina de salud, que relaciona lo de arriba con lo de abajo, el Cielo con su hija, la humanidad. Según somos, así es nuestra mirada. De manera que existen caminos divergentes en el estudio astrológico. El que mira en el espejo pone mucho de sí para interpretar esas imágenes borrosas, como el sabio de nuestro relato.
Los estudiantes que nos consideramos espirituales tenemos mucho camino que recorrer, no nos engañemos. ¿Quién está tan desarrollado que no haya experimentado
emociones negativas ante una carta natal, propia o de otra persona? Me refiero en primer lugar a la sensación de ser poderoso al conocer el destino imparable. Gran error.
El destino, desde el punto de vista humano, no ha sido escrito todavía. Quedan innumerables momentos en los cuales personas concretas obrarán bien o mal; sentirán
arrepentimiento o satisfacción por haber dado lo mejor de sí; se dejarán llevar por la vía del menor esfuerzo o lucharán contra corriente por lo que consideren bueno. En cada instante se decide el destino del mundo, de nuestro mundo, porque tenemos la prerrogativa de rebelarnos contra las influencias dominantes, como hicieron los héroes míticos cuyos relatos todavía iluminan nuestro subconsciente. Prometeo, Hércules, Sigfrido viven dentro de nosotros cuando un rayo del Espíritu que le dijo a Moisés en la zarza: "YO SOY" entra en la limitada personalidad y nos negamos a ser cartas del destino, de cualquier destino. En la obra "El Señor de los Anillos" un pequeño y pacífico individuo lleva el Anillo que simboliza el egoísmo y todo el poder del mal hasta el volcán en el que debe arrojarlo para que sea destruido. En el último instante de ese viaje terrible duda. Mientras, por toda la tierra, las fuerzas del Bien y el Mal libran una batalla más de su lucha eterna. Pues bien, en ese momento en que el más pequeño puede desequilibrar la balanza, todos se estremecen y quedan por un momento en suspenso. Los grandes magos, los guerreros implacables, los espíritus poderosos de diferentes órdenes sienten que ese pequeño ser puede inclinarse por un bando u otro y dependen de él. Ese pasaje literario representa a mi entender cómo vive nuestra conciencia los actos diarios, como momentos únicos y especiales para liberarnos de la
ignorancia, que sabemos que a la postre es el único defecto, el único mal.
Si nos tomamos con fatalismo la astrología, crearemos formas de pensamiento que nos afectarán en primer lugar a nosotros mismos y luego a quienes nos rodean o nos consultan sus problemas. Dejaremos pasar las oportunidades en forma de aspectos "favorables" bajo la ilusión de que todo irá bien por sí sólo, ya que las estrellas lo dicen.
Dejaremos pasar las oportunidades en forma de aspectos "desfavorables" encogidos ante lo que creemos inevitable. Más nos valdría entonces ser perfectos ignorantes de todo esto porque al menos afrontaríamos con dignidad los problemas de la vida y tendríamos nuestra recompensa en forma de crecimiento interior. Como dice el proverbio, "No hay nada más peligroso que un poco de conocimiento". Si Dios no toma forma en nosotros, todo lo demás es vano, distracción y superstición. Reparad en que muchos ven insensata la astrología porque niegan un destino inapelable. Y tienen razón. La verdadera astrología enseña que los astros "impelen pero no obligan", tal como escribía Max Heindel. Una idea acertada sobre las artes adivinatorias, también tomada del libro "El Señor de los Anillos", expresa que dichas artes nos proporcionan imágenes de lo que puede ocurrir si todo transcurre por la línea de menor resistencia. Nosotros sabemos que las personas pueden salirse de esa línea predecible de menor resistencia y romper los determinismos. Esta idea concilia ambas posturas, la de quienes aprecian influencia de las estrellas sobre nosotros y la de quienes defienden un grado de libre albedrío en la conducta humana.
Tratado ya el prejuicio del destino inexorable, abordemos otro problema de la mayor importancia: el estudio astrológico motivado por el egoísmo. Hay formas muy sutiles del mismo, pero el elemento común es trazar una línea tajante entre uno mismo y el resto del mundo. Si gastamos nuestro tiempo y energías en analizar astrológicamente las dificultades del día a día para evitar el sufrimiento, nos movemos en un nivel ético primario, válido en otros contextos pero inadecuado si pisamos el suelo sagrado de la astrología espiritual. Cuanto más nos elevemos y miremos el bien común, menos nos preocuparemos de ese tipo de análisis de nuestra carta natal. Y el peligro debe afrontarse, porque necesitamos conocernos para ser útiles. Cualquier acto bueno procede de una cualidad interior de la persona, aún en el grado más débil. Con la palabra bueno me refiero aquí a la motivación del individuo, no a la apariencia externa, porque sabemos que la hipocresía y más aun el autoengaño son defectos muy extendidos en la sociedad. Un acto generoso procede de un desprendimiento incorporado a la personalidad; un acto de justicia necesita un mínimo de rectitud interna; un acto de amor implica dicho sentimiento. Incluso cuando se obra influido por otros, es necesaria la capacidad de vibrar interiormente en sintonía con lo que nos llega de fuera para pasar a la acción. Todo lo que apreciamos en el mundo material procede de una causa previa en los mundos internos. Así pues, analicemos en la retrospección qué nos empujó a estudiar astrología en el día que termina y si verdaderamente ascendimos la montaña de la sabiduría, aún a costa de lágrimas, como el hacedor de espejos de la historia que inició esta conferencia.
Boletín Rosacruz , Nº 39 AÑO 2.001 - SEGUNDO TRIMESTRE
(Abril - Junio) Fraternidad Rosacruz Max Heindel de Madrid
* * *
No hay comentarios:
Publicar un comentario