QUE ES LA CARTA NATAL
por Jerónimo Brignone
Una carta natal es un mapa del cielo del lugar y momento en que nació un ser. “Mapa” en el sentido cartográfico, y por eso se lo llama “carta” natal, prestándose así a veces a confusión respecto de las cartas, es decir las barajas utilizadas en la cartomancia o adivinación por los naipes, en general también conocida como Tarot. La carta natal no guarda, entonces, ninguna relación directa con el arte de echar o tirar las cartas, fuera de la divertida coincidencia de los nombres, aunque sí es un hecho que ambos guardan un parentesco histórico y espiritual, y que muchas veces hay practicantes que usan ambas herramientas.
La carta natal es, como todo mapa, una representación simbólica -y por ello, convencional- de una selección relativamente arbitraria de elementos de la realidad. Esta carta es utilizada milenariamente por los astrólogos para comprender el carácter y destino de un ser particular. Una posible definición de la Astrología con la cual están de acuerdo la mayoría de los astrólogos es la que dice que es un conocimiento o rama del saber que busca las correlaciones entre determinados fenómenos celestes (“del cielo”, “ahí arriba”, y entendido como más allá de la atmósfera) y determinados fenómenos terrestres (“aquí en la Tierra”). Luego tendrá distintas aplicaciones según los elementos que tome del cielo, y, sobre todo, según los elementos que tome en consideración aquí en la Tierra.
Así, existe una Astrología que estudia tanto los fenómenos meteorológicos como geológicos que afectan a las poblaciones, y los distintos hechos vividos por éstas, tomadas sobre todo en grupos o naciones, llamada Astrología Política (con su variante económica, la Astrología Financiera) o, de un modo más inclusivo y característico, Astrología Mundana, así como también existe una Astrología puramente mántica, equiparable en su práctica tanto al Tarot antes mencionado, como al I Ching, las runas, etc., llamada Astrología Horaria. Pero la Astrología más conocida es la Astrología Genetlíaca, que estudia, justamente a través de la carta natal y de otras posibles cartas derivadas, el carácter y destino de un ser humano. Pudiendo, asimismo, poner el acento en lo psicológico y la evolución espiritual (Astrología Psicológica, Esotérica, Humanística), en su cuerpo físico (Astrología Médica, Astrología Fisiognómica), en su mundo laboral (Astrología Vocacional), en el mundo de las relaciones interpersonales (Sinastría), en las posibles conexiones de sus experiencias con, para quienes tienen la creencia en tal posibilidad, sus vidas pasadas (Astrología Kármica), o en los posibles eventos, internos y externos, a ser vividos en el futuro (Astrología Predictiva).
Todos los astrólogos estudian, entonces, las correlaciones entre ciertos fenómenos celestes y ciertos fenómenos terrestres, pero no están todos de acuerdo en cuál es dicha correlación, o mejor dicho, cuál es la causa o motivo de que exista dicha correlación. Es decir, ya no cuál es la co-relación, sino la relación propiamente dicha. Al respecto, existen muchas posturas, explicaciones e interpretaciones a lo largo de los siglos y del tránsito de la Astrología por diversas culturas, escuelas de pensamiento e individuos. Algunas son más espiritualistas, otras más mecanicistas o cientificistas, unas más simbólicas, otras más deterministas. Pero esto, si bien influye profundamente en el enfoque y el alcance de la interpretación que un astrólogo en particular haga de un mapa natal, es algo que corre paralelo a la práctica de la Astrología, rodeándola e instalándose en su esencia, pero no por ello modificando su carácter de tal. Es decir que la filosofía del astrólogo, así como las técnicas que elija utilizar, serán siempre personales (más allá de ciertas tradiciones, símbolos y prácticas que son ampliamente consensuales), y esto no irá en desmedro de que lo que está haciendo sigue siendo Astrología, siempre y cuando se base en la mencionada búsqueda de correlaciones entre fenómenos celestes y terrestres.
Los elementos celestes que básicamente suele incluir una carta natal son el Sol, la Luna y los planetas (tanto los visibles a ojo descubierto desde la antigüedad como los descubiertos gracias a cálculos y telescopios en los últimos tres siglos), considerando su posición y relación con ciertas zonas del cielo (los famosos doce Signos del Zodíaco, transitados mes a mes por el Sol), las relaciones angulares que entablan entre ellos (llamadas, en general, “aspectos”, y que el astrólogo suele representar en el mapa a través de líneas de diversas longitudes y colores), y las posiciones que ocupan alrededor del individuo en el momento y lugar precisos de nacimiento, en una división del espacio circundante en doce sectores que los astrólogos han llamado “casas”, y cuyo conteo comienza con el punto del Zodíaco que en ese momento y lugar está ascendiendo por el Este, y que, por ello, se llama Ascendente (así como al punto más alto del Zodíaco para un lugar y momento determinados se lo llama Mediocielo, y es también muy tomado en cuenta). Estos son los elementos esenciales y más populares, que no excluyen la utilización tradicional de estrellas fijas, asteroides, las intersecciones de las órbitas de ciertos cuerpos celestes (nodos), u otras relaciones entre los planetas y puntos considerados (partes arábigos, puntos medios, modelos, etc.).
Los planetas y los signos, así como en menor medida, las casas y los aspectos, han sido asociados cada uno desde tiempos inmemoriales con determinadas plantas, colores, animales, gemas, dioses, modos de ser, características físicas, psíquicas, profesiones, eventos, zonas geográficas, órganos y funciones corporales, principios filosóficos, evolutivos, edades, objetos, cualidades, etc. Y la compleja trama de relaciones que van entablando entre sí, va siendo leída por el astrólogo en un intento de develar su significado oculto, para aportar alguna claridad a las inquietudes planteadas por su propio enfoque y, generalmente, por el interés particular de la persona misma que nació en el contexto del cielo simbolizado por esa carta natal.
Entonces, y como dijimos antes, basándose en el presupuesto tradicional de que existe una íntima y misteriosa relación entre el cielo natal de un sujeto y las experiencias que vaya viviendo a lo largo de su vida, el astrólogo irá articulando, según sus propias inclinaciones y según las necesidades de dicho sujeto, una interpretación de aquellas experiencias, poniendo el acento ora en su mundo interior o psicológico, sus aspiraciones, motivaciones, potenciales, habilidades, contenidos cargados de conflicto, debilidades de carácter, etc. por un lado, ora en la posible ocurrencia de tales y cuales eventos concretos en el marco de su vida exterior, intentando así encontrar un sentido a las propias crisis, hechos y deseos, a fin de conocer, en última instancia, su propio Destino, y poder así colaborar conscientemente en su plena realización.
La Astrología toma en su práctica fenómenos colectivos (a saber, el cielo y su simbolización), y los lee en términos del individuo. Al respecto, entabla una re-ligación del mismo con su medio, que en mucho se parece, en el sentido más profundo y en completa afinidad con su origen sagrado, tanto a la Religión, como al moderno concepto de lo Ecológico. Pero también ha sido el “primer” conocimiento, y como tal, se la ha llamado Madre de todas las Ciencias, término probablemente correcto desde el punto de vista cronológico, pues en sus inquietudes y especulaciones ancestrales se halla la fuente, no sólo de la Astronomía, sino de la Matemática, la Medicina y la Psicología, entre otras ciencias. Con todo, su práctica, más allá de su apariencia científica y su sustrato sagrado, es realmente un Arte, dada la delicada síntesis –siempre personal- que el astrólogo debe hacer de todos los elementos considerados, entre lo sutil y lo obvio, entre lo mágico y lo fáctico, lo trascendente y lo pueril, entre principios arquetípicos y la situación concreta que aquí y ahora se plantea desde el sujeto con su necesidad puntual, entre las inevitables y evidentes limitaciones del astrólogo y lo que, milenariamente, la Astrología tiene para ofrecer. Para todo ello se recorren los caminos del símbolo y de la metáfora, que tanto develan como ocultan, y que necesitan, para ser traducidos, de la experiencia del artesano y la intuición del poeta.
Quizás, por todo lo dicho, sea más que clara la utilidad de la Astrología y de la carta natal, es decir, “para qué sirve”. Es una práctica que nos permite conocernos y por ello aceptarnos mejor, así como, sobre todo, a los que nos rodean, influyendo así directamente y para bien en nuestra calidad de vida. Nos permite reconocer y aprovechar potenciales y momentos personales, sobre todo en el área social y ocupacional, así como encontrar el sentido de las experiencias más complejas y traumáticas, convirtiéndolas, así, en oportunidad de crecimiento. Y quizás, de un modo más importante, nos permite reencontrar una unión con el medio y con el Todo, entendido en un sentido universal -social, físico, espiritual-, que nos aporta la gracia de una vivencia de participación mística y de luminosa (aunque no necesariamente clara) comprensión del significado del misterio de nuestra vida, afinando así nuestra sensibilidad a lo sutil, a lo trascendente, es decir, nuestro estado de apertura y de alerta, y en suma, ampliando nuestra consciencia, y, por ello mismo, dándonos nuevos y riquísimos elementos en el arte de vivir.