martes, 10 de junio de 2014

La astrología como ciencia oculta - Séptima conferencia


OSKAR ADLER
LA ASTROLOGÍA COMO CIENCIA OCULTA

Séptima Conferencia 

¿No es mía toda la eternidad? 

Aquello que fluye a nosotros desde aquel arquetipo del hombre celeste nos es deparado en primera linea por el propio sol, pudiendo alcanzarnos exclusivamente bajo la forma adecuada al grado evolutivo de nuestro sol. Esto se divide en periodos de 25.600 años, también llamados años Platónicos y es la precesion del punto Vernal. 
Del mismo modo en que la Tierra obrara a manera de filtro entre el cielo nocturno y el hombre recién nacido, el sol, a su vez, obra a manera de filtro entre el macrocosmos y la 
humanidad; lo que en principio nos llega del zodiaco solo nos llega por vía del sol, el sol es para la humanidad el interprete del cielo, el mediador. Los restantes planetas también toman parte en esa mediación, pero es únicamente el sol el que guía las radiaciones celestes directamente al germen del ser humano, a su Yo. 
Un zodiaco secundaria, de la evolución del Sol, un cinto de energía solar, cargado de la energía que extrae de las vastedades de las estrellas fijas. Este cinto, cuyos puntos de referencia son los equinoccios y los solsticios, gira sobre si mismo en el cielo en reposo de las estrellas fijas una vez por año platónico. De modo que al hablar de las doce regiones del zodiacos nos referimos a las doce regiones del curso solar, que una vez cada 25.600 años 
coinciden con las regiones de las constelaciones de estrellas fija. Esta ya por entrar en la constelación de Acuario, saliendo de la de Piscis. Para evitar confusiones, se ha convenido en diferencias las regiones del zodiaco que acompaña al sol, de sus homónimas de las 
constelaciones, llamando a las primeras signos del zodiaco y a las segundas figuras del zodiaco. 
En la vida de la humanidad el paso del zodiaco primario al secundario produce algo semejante a lo que sucede en la música por la transposición de una partitura a una escala distinta de aquella en que fuera compuesta. 
En la transposición musical no se alteran las relaciones reciprocas de los tonos aislados; lo que se altera es el efecto del conjunto, esa transposición produce un cambio de tónica, 
siendo esa tónica la que confiere a las diversas épocas aisladas, a las diversas “eras” en el tiempo, su coloración especial. 
Es así que hace unos dos mil años comenzó la así llamada era de Piscis (el punto vernal penetro en la constelación de Piscis), y unos dos mil años antes del nacimiento de Cristo comenzó la era de Aries; actualmente nos encontramos pues, en el comienzo de la era de Acuario, la cual hace ya tiempo que nos anticipa sus síntomas. Los hindúes sostienen que, mas o menos cada 2000 años, aparece sobre la Tierra un conductor que infunde a la 
humanidad nuevos impulsos, que afina la evolución de la humanidad de acuerdo a la nueva región del zodiaco celeste, confiriéndole de este modo la nueva tónica. 
Llamaremos a las doce regiones que en su totalidad representan la proyección terrestre del zodiaco o su transposición al color de la materia terrestre, las casas celestes, las casas astrologías; las contamos, partiendo del horizonte oriental, bajo tierra de 1 a 6 y sobre Tierra, comenzando por el horizonte occidental, de 7 a 12. 
Si recordamos lo que expusimos vez pasada, reconoceremos en tales doce casas una especie de caja de resonancia afinada con la Tierra para las radiaciones celestes, que comunica a la 
música celeste, resultante de la sinfonía de la constelación conjunta, una especie de tonalidad. Este eco terrestre-material de la música se hace participe del individuo humano según la posición del lugar de nacimiento de este, lo que puede ser caracterizado como
sensasion individual de la tonalidad de ese ser humano. También la relacionamos con un centro de gravedad mental-sensorial que, a la vez, es punto de partida de la valoración de todas las relaciones tonales que se producen en el curso de los acaeceres musicales. Todo esto es lo que hemos llamado capacidad de destino, la conexión individual con el acaecer universal. La división en dos regiones de las casas nos permite comprender que es lo que se 
combina con la masa hereditaria, como reino del ser unido al pasado, y que con el reino de la esperanza de libertad, y bajo que forma lo hacen. 
De esto resulta una división de la astrología en dos partes; la primera parte se ocupara de la constitución del individuo humano; tratara de captar el carácter del individuo en relación con la capacidad de destino, para luego conocer la misión cósmica particular que debe cumplir tal individuo. La segunda parte se ocupara de supervisar la vida del individuo recién 
nacido, en su progreso ulterior, para, en los momentos en que las necesidades del destino vayan madurando al encuentro de su cumplimiento facilitarle el conocimiento que lo ayude 
a abandonar el camino del tonto, a no atarse ni al goce ni al dolor efímeros y alcanzar el segundo nacimiento. 
¿Por qué tengo que ser precisamente yo quien deba cumplir la misión que me ha sido conferida por mandamiento estelar?. A lo que respondió Buddha: eso es Karma, esto es, el efecto o el fruto de vidas pasadas, anteriores, de los aquí nacidos. Estas vidas sucesivas 
corresponden, por así decir, al curso bifasico de una oscilación cuya primera fase, la diurna, este entre el nacimiento y la muerte, y la nocturna, entre la muerte y el nuevo nacimiento. 
¿En que tiempo vive realmente aquel remoto ser, que opticamente pertenece a mi presente, y en que tiempo, el ser que pertenece mentalmente a mi presente?. ¿No es absurdo que 
seres contemporáneos entre si, se encuentren a la vez apartados en miles de años por el espacio que los separa?. ¿Tiene en este caso sentido alguno hablar de simultaneidad?. 
¿Tiene sentido entonces hablar de proximidad espiritual?. 
Tales pensamientos no son tan infructuosos como podría parecer a primera vista. Pues lo que acabamos de decir de los habitantes de lejanos astros, vale, tiene que valer, también para los 
propios habitantes del mundo terráqueo en sus relaciones mutuas. 
Tampoco la proximidad de estos habitante con respecto a mi presencia puede ser medida, no puedo medir esa distancia con medida espacial o temporal. Y del mismo modo en que, por ejemplo, el habitante de Sirio tiene, en cierto sentido, su tiempo dentro del marco de su eternidad, que, de alguna manera inconcebible, corre junto a mi eternidad, cada uno de mis 
semejantes terráqueos tiene en torno de si, a manera de cintura de niebla, su tiempo, “su” eternidad. 
Solo nos habremos liberado totalmente del sueño en cuanto pudiéremos estar mas allá de nuestra subjetividad, redimidos de Tierra y destino; mientras esto no haya sucedido, llevare, 
aun en estado de vigilia, como cintura de niebla de mi subjetividad, un trozo de mi propio tiempo, que me separa de mi vecino, el cual, vestido con envoltura similar, andará a mi lado. 
Nuestros mutuos caminos se determinan según una medida que solo existe entre nosotros dos y que se basa en la encauzamiento común dentro de la unidad del cosmos solar. La 
distancia o proximidad interior entre dos seres humanos se determina por el vinculo de sus constelaciones comunes en sus respectivos horóscopos. Y así llegamos a la noción de la 
conexión astrologica, entre dos o mas seres humanos, según el grado de parentesco astrologico. 
¿Lo coercitivo, no sera, antes bien, lo redentor?.
Aquel que, en base a la afinidad astrologica, ande por el camino que lleva hacia el otro yo, estará en condiciones de ofrecer al prójimo su propio horóscopo, esta en condiciones de 
unir su horóscopo con el del prójimo, del mismo modo en que dos tonos se mezclan en un sonido común que es mas que la propia simultaneidad de sus respectivos timbres. Quien de 
este modo brinda su horóscopo al prójimo, ayuda a este a realizar lo que no podría hacer solo, lo ayuda a alcanzar lo mas esencial de nuestra existencia. ¿Y que es esto?. 
Hay un refrán que dice que cada cual es el prójimo de si mismo. A mi yo, que ante todo debe ser cultivado en el agro de la Tierra, lleva un largo camino, un camino hasta los limites del zodiaco, donde reposa mi yo arquetipo, y en este camino tengo que ir 
despojándome paulatinamente de todas las exigencias de mi temporalidad individual, tengo que tender de la temporalidad a la eternidad. Desde luego, para eso no alcanza un solo horóscopo. Iluminar con nuestro sol el horóscopo de nuestro semejante, iluminarlo como si fuese el nuestro propio, solo entonces el semejante se convierte en prójimo. Amar al prójimo como a uno mismo. El camino hacia el propio yo pasa únicamente por el amor al prójimo

“Conócete a ti mismo y conocerás a Dios” y “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. 



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