Hermanos, sobre el mundo de los astros
ha de vivir un padre bondadoso.
Schiller
La astrología proviene, en su calidad de fuente fidedigna, de aquel sentimiento cósmico que aun hoy día configura el contenido de vida de todos los pueblos, que, por esa misma razón, calificamos de pueblos primitivos o naturales, porque no viven en relación externa sino interna con la totalidad de la naturaleza, el presentimiento de constituir parte integrante de la vida universal. Quien, contemplando el cielo estrellado, haya sentido esto, quien se haya
entregado aunque mas no fuese que en forma de presentimiento a tal sentimiento cósmico del Todo, ha infundido vida a una parte de aquello que otrora fuera la fuente de la sabiduría astral.
Recordemos lo de Augusto Comte. Seguiremos ahora mas adelante y estableceremos un cuarto estadio que reúna todo el saber estadístico en una imagen viva, orgánica, de carácter cósmico. Y llamaremos este saber “el saber oculto” o esotérico, en contraposición al saber físico, natural y exacto, que llamamos exotérico.
Estas dos expresiones que aplicaremos en lo sucesivo, provienen de Pitágoras, el cual separo a sus discípulos en dos grupos: los exoteroi y los esoteroi.
La vez pasada hicimos referencia especial a la separación entre aquellas dos cosmovisiones; hoy en cambio dirigiremos por de pronto nuestra atención a ciertos nexos existentes entre
ambas cosmovisiones, a una noción que, a pesar de todas las inclinaciones antimetafisicas de la ciencia moderna, ha ido aflorando con nitidez cada vez mayor. Se trata de la noción
de evolución, o para decirlo sin rodeos, de la noción del ascenso desde lo imperfecto a lo perfecto.
Donde quiera que aparezca la idea de evolución en la ciencia física, dicha idea sera pensada secretamente por analogía con el desarrollo orgánico, es decir, como despliegue o evolución de gérmenes o estados germinativos que ya llevan en si toda exigencia futura, así
fuera aun en forma irreconocible, como por ejemplo la planta esta contenida en la semilla, o el animal aparece en el huevo como forma acabada, y, a la vez, aun no manifiesta. Pero en
tanto esta forma parte de la célula germen y va creciendo por partición celular y ulterior diferenciación, hasta llegar al organismo acabado, ella (la forma) nos brinda, en total perceptibilidad de la realidad exterior, “algo” que se lleva a cabo de manera exactamente igual a aquello que vez pasada describimos como origen mental de todos los números a partir de la unidad, esto es por diferenciación y partición.
La hipótesis cosmogónica de Kant y Laplace situaba el origen conjunto del mundo planetario en un cuerpo celeste único que en un principio abarcaba la totalidad de la sustancia cósmica, de este cuerpo se produjo todo. Ha sido proyectado hacia fuera pero en
su interior los planetas, por ejemplo, llevan la dote de esta naturaleza primera. El reconocimiento de este hecho por la ciencia exoterica podría conciliarla con el pensamiento astrológico.
Pues en tanto los planetas nacieron según grandes y diversos intervalos de tiempo, llevan dentro de si la herencia de diversos estadios de evolución solar, cada uno de los cuales estadios, ya transmitido al respectivo planeta, pasa a ser la tónica, el tono fundamental que determinada la vida futura, el provenir del planeta. La hipótesis de Kant y Laplace es que los planetas son desprendimientos del Sol.
En la medida, empero, en que tales planetas son hermanos, hijos de única madre, en todos ellos latirá la misma vida, solo que afinada en cada cual según tónicas diversas. Ahora bien, la Tierra situada entre los demás, como los humanos entre ellos, recibirá la influencia de la suma de sus hermanos. En esto existe una evolución y es transmitida a todo lo que signifique parte integrante de la Tierra, esto es, entre otras cosas, al ser humano. Y con esto
hemos llegado a un seguido nexo de unión entre la ciencia actual y la astrología: la idea de constelación, esto es, de la posición recíproca de puntos de energía. Hay numerosas
combinaciones químicas cuya composición, en lo referente a los elementos y sus relaciones cuantitativas dentro de la molécula, debe ser considerada idéntica, aun cuando química y físicamente sea totalmente distinta. Tales combinaciones se llaman Isómeros. Bien es cierto que las posiciones recíprocas posibles entre le sol y los planetas son de una multiplicidad inagotable y, aunque se repitan en periodos largos o cortos de tiempo entre grupos aislados
de planetas, jamas se repiten en su totalidad. Cada horóscopo representa una especie de constelación isómera, cada horóscopo fija un momento fugaz del proceso evolutivo de la Tierra, mediante la individualidad del ser humano a quien la Tierra confirió existencia en dicho momento como testigo permanente de su vida interior. En cada fase de dicha evolución nace una nota, como cumplimiento de esperanzas pasadas, que va madurando al
encuentro del futuro, del presentimiento del cual determina el destino de la existencia fugaz de la nota, al par que le asegura persistencia y existencia dentro del marco de la cohesión total.
- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - Hemos visto que hay dos puentes que nos señalan el camino del conocimiento cósmico que fundamenta a la astrología: el cuerpo humano como puente físico y la matemática como puente mental. Hoy trataremos de mostrar como hemos de interpretar el cruce de dichos puentes.
La epidermis de nuestro cuerpo, la piel que guarda a nuestro pequeño yo, se convertirá a la vez en la superficie limítrofe común en que se tocan el cosmos y mi cuerpo. También el cosmos palpa su propio contorno “con respecto” al hombre que posee la epidermis. Es una superficie común. Es así que el hombre se convierte en poro de un cuerpo gigantesco, colmado de sustancia humana, a saber, el cosmos como arquetipo de la figura humana. El macrocosmos rodea punto por punto al microcosmos, unidos ambos por el ya común espejo de la piel humano-cósmica. Y lo que esta adentro de esta piel es como lo que esta fuera de ella. Postulado de la correspondencia universal, lo que esta arriba es como lo que esta arriba, lo que esta abajo es como lo que esta abajo, y lo que esta abajo es igual a lo que esta arriba.
A toda parte del cuerpo humano le corresponde un arquetipo cósmico.
Hay sustancias del macrocosmos que penetran en el microcosmos llamado hombre y viceversa. Esta experiencia se vive de la manera mas inmediata en el hecho de la respiración, ya no estamos delimitados con respecto al cosmos por la piel, sino que estamos
unidos a el por la misma función de la vida, función que no es, mas que una constante renovación del micro por las fuerzas del macro, y viceversa. Cuando inspiro el universo espira dentro de mi. El ritmo de mi función de vida es reflejo de la gran vida cósmica de
“allá afuera”. Aparición y desaparición de estrellas, cambio y retorno de las fases de la
luna, equinoccios, solsticios, épocas planetarias, testimonian las pulsaciones rítmicas del cosmos, del cual es parte la Tierra con sus mareas, sus estaciones, sus días y sus noches, etc.
Y así como la primera forma de la experiencia esotérica del cuerpo humano conducía, a través de la percepción de la correspondencia entre los órganos, hacia la proyección inmensa de la figura humana circular en el cielo, esto es, el zodiaco, así la segunda forma
de esta experiencia, en calidad de experiencia vital cósmica, conduce hacia los movimientos de los astros y, especialmente, a la función de los planetas y su movimiento en el zodiaco. Hasta aquí hemos hablado de uno de los dos puentes.
Pasemos ahora a considerar el otro, el puente mental: la matemática. Se produce la noción de una correspondencia universal, por un lado, entre los números y sus funciones y, por
otro, entre las regularidades de los fenómenos exteriores y los sucesos.
La vida ante todo esta dada a si misma, la vida es autorevelacion. El comienzo del mundo es la revelación del mundo. Pero esta revelación de la gran unidad llamada mundo no es
otra cosa que la revelación del numero uno. Así como el numero uno no se origino en el cero, tampoco el mundo surgió de la nada.
La unidad solo es unidad cuando se concibe a si misma. Pero en ese momento, en el momento en que tal cosa ocurre, la unidad ha llegado a ser la triada. La triada es la unidad revelada. Pues el proceso por el cual la unidad se concibe a si misma es como un reflejo de la unidad en su propio vivirse a si misma. Con esto, la unidad es desdoblada, por así decir; son dos elementos que se comportan como observador y observado, como sujeto que es objeto de si mismo. El sujeto y el objeto existen simultaneamente en aquel acto de revelación. “El uno procrea el dos” (Lao-Tse). Pero el objeto no es otra cosa que el sujeto bajo la forma en
que se ha concebido a si mismo, en que se ha reconocido, y es así que, en este origen del numero dos, esta inmediatamente el origen del numero tres, es decir, de la tercera fase del acto de la revelación, por la cual tercera fase queda nuevamente reestablecida la identidad entre el uno y el dos. En el momento en que se revela la unidad, esta solo es posible bajo la forma de unidad triple. El tres es el elemento conciliador de la triada, elemento que traspone la diferenciacion entre el uno y el dos, y la vuelve a la unidad original.
1- Positivo, activo, Rajas, que se expresa.
2- Negativo, pasivo, Tamas, que acumula.
3- Neutral, nivelador, Satwa, que integra.
De esta manera el tres pasa a ser un movimiento de oscilación, la oscilación por la cual el desdoblamiento de las dos fases opuestas es unificado de continuo. De modo que toda rotación y oscilación constituyen una lucha para reestablecer la unidad, para conservarla.
Ovidio describe esta lucha de la naturaleza por conquistar su esencia, con palabras maravillosas que contienen el misterio de la triada. Rerum concordia discors: concordia discordante de las cosas.
El ser humano individual solo podrá percibir de la totalidad del universo aquello que se adecue a su capacidad especifica. El destino es el color particular con que vivimos. El destino no es el contenido objetivo de los acontecimientos, sino la manera en que dichos acontecimientos “me ocurren a mi” lo que configura su índole.
De modo que aquello que es el destino se forma de dos componentes, uno de los cuales representa el suceso objetivo y el otro la recepción de este suceso objetivo de acuerdo a la
constitución subjetiva. Llamaremos a esta constitución subjetiva la “capacidad de destino”.
Proviene de la aptitud de teñir los sucesos escogidos con el color de la propia personalidad.
La mejor forma de representar este teñir es el sueño. El sueño es “creación de destino pura” El mundo exterior de nuestros sueños es proyección pura de nuestro interior, es simbolismo de nuestro estado psíquico. El sueño nos pone al descubierto los abismos de nuestra vida psíquica. Pero, mientras estamos en el, mientras estamos soñando, no nos damos cuenta de nada de esto. Ninguno de los elementos del sueño tiene historia propia, sino que tienen
“nuestro” pasado, del cual provienen. Nuestro “pasado” con la plenitud de cosas de que esta colmado, es lo que forma el cántaro fatal con que sacamos de la corriente de los acontecimientos nuestro destino.
Y así llegamos a una tercera forma de comunicación de nuestro ser con el universo: la comunicación por el destino o comunicación obligada. De la misma manera en que los sucesos oníricos están esencialmente condicionados por la constitución psíquica del soñante y contienen los restos no liquidados del registro secreto de sus deudas, de esa misma manera el destino pone de manifiesto la constitución de carácter del ser nacido, y la pone de manifiesto frente a dicho ser mismo; en esta constitución de carácter esta contenido un “resto no elaborado”: la resultante del pasado total del ser, remontada hasta sus generaciones mas remotas. El destino de cada hombre es el juicio cósmico final acerca de su propia historia, del mismo modo en que el destino onírico es el juicio propio.
Es esta una de las exigencias mas difícil de cumplir que nos impone la astrología: la exigencia de transformar la constitución que nos es dada por nacimiento y herencia, la exigencia de barrer la escoria del pasado.
Esta transformación es precisamente la exigencia fundamental de la evolución superior del ser humano, es la transformación de nuestra “capacidad”, la metamorfosis, la evolución por fuerza propia. Si al despertar estamos en condiciones de barrer esos resabios por el análisis, si somos capaces de esclarecernos, de eliminar la resaca, veremos que nuestros sueños se transformaran. Los elementos oníricos terribles desaparecerán.
La faz interior, esotérica, de dicho proceso de transformación científica oculta, sin la cual no puede haber ninguna evolución en la honorable Alquimia. Y es precisamente la astrología la que nos da la clave para reconocer los puntos débiles de nuestro carácter, los puntos vulnerables al ataque del destino. Mis penas y dolores, ¿no vienen a ser una especie de fenómeno patológico en la vida del organismo total?
Los dolores y los sufrimientos del individuo son síntomas de su despertar, cuanto mas intensos los sufrimientos, tanto mas cercano el tiempo del despertar. La ley moral, como arquetipo universal, integra al hombre en la evolución del cosmos y le da el poder de
“obrar”. La doctrina secreta del empleo de esta fuerza se llama magia. La astrología, la alquimia y la magia configuran el patrimonio de la doctrina oculta. La astrología es la doctrina de la inserción del hombre en la totalidad del cosmos. La alquimia es la doctrina de la transformación de lo inferior en superior. La magia es la doctrina del empleo y dirección de las fuerzas que guían la evolución (ética): reivindicación del imperativo
categórico kantiano.
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