martes, 19 de septiembre de 2017

Argentina 2017 (III): Violencia, transformación y patología

Argentina 2017 (III): 
Violencia, transformación y patología

Alejandro Lodi

(Septiembre 2017)

(Viene de “Argentina 2017 (II): La oscuridad transversal”)


Hemos presentado el actual tránsito de Plutón a la cúspide de casa IV de la carta de Argentina y considerado algunos de los significados y hechos sincrónicos con ese clima. Pero no es ese el único movimiento relevante de Plutón en el presente: también transita a Luna y Sol natales entre 2016 y 2018 (tal como lo hiciera antes solo en tres momentos de nuestra historia 1838-1842, 1928-1931 y 1978-1980).


Se trata de un evento astrológico que ya hemos presentado en otros artículos (*). Recordemos que simboliza un clima propicio para ver la oscuridad de nuestras figuras gobernantes (Sol) tanto como la que circula en la vida cotidiana del pueblo (Luna). La perversión del poder y la que hemos naturalizado en nuestros hábitos de relación y en la vida familiar. Es un contenido horroroso e inconsciente que acaso hemos negado o reprimido, pero que ya no podemos proyectar en los dirigentes que gobiernan y administran lo público. Si creyéramos que esas conductas de espanto son propiedad de aquellos que elegimos para que nos gobiernen, entonces los convertiríamos en “chivos expiatorios”: descargaríamos nuestra propia oscuridad en ellos y nos sentiríamos ajenos a lo que percibimos y nos incomoda. La oposición Sol-Luna de la carta de nuestro país nos recuerda -implacablemente- que lo que vemos en nuestros gobernantes (Sol) es nuestro propio reflejo como pueblo (Luna). Y cuando el clima que opera sobre esa oposición es el de Plutón, la evidencia reflejada es de terror y náusea. Por supuesto, en un plano hay responsables y es saludable que opere la justicia y establezca sanciones y penalidades; pero, si eso condujera a que, como comunidad, colguemos sobre ellos nuestro insoportable sentimiento de culpa, entonces no nos quedará otro destino que seguir conviviendo con nuestros monstruos (¿inconscientes?) y permanecer cristalizados en la victimización, ya a extremos de una patológica manía de repetición.

Es un momento crucial. Antes que resolver una situación dolorosa, un tránsito de Plutón propicia que el dolor salga a la superficie y ya no sea posible ocultarlo, como paso previo y necesario para su curación transformadora. Meditemos en la referencia histórica del anterior clima plutoniano sobre el Sol-Luna natal: cuando Plutón recorrió los grados 17 y 19 de Libra entre 1978-1980.

Es el momento en el que sale a la luz un secreto, una verdad oculta de la que no estábamos enterados o no queríamos enterarnos. No se trata solo de las atrocidades del último régimen militar (sinceramente, creo que si nos quedáramos allí nos extraviaríamos), sino de asistir a la sombría crueldad que circula a lo largo de la historia de nuestra sociedad. No es la primera vez que acontecimientos históricos exponen esa evidencia, pero en aquellos años el grado de odio y de desprecio por la vida del otro se manifestó de un modo tan brutal que excedió las justificaciones culturales, ideológicas o religiosas en la que históricamente lo habíamos anestesiado. Hoy Plutón nuevamente nos interpela: ¿somos capaces de sostener ese discernimiento y asumir la evidencia que nos compromete, o cedemos al encanto adolescente de narcotizarlo con eslóganes, consignas y frases hechas autoindulgentes? La distancia entre una variable y otra es -tratándose de un contexto plutoniano- la de la transformación y la regresión, la sanación y la patología.

Plutón en tránsito a Sol natal indica tiempos de profunda transformación de la identidad nacional y de expresar su potencia, tanto como de asistir a la sombra de nuestro orgullo patriótico y de los traumas del pasado sobre los que hemos construido la imagen que tenemos de nosotros mismos. Para la astrología mundana, además, todo ello se corresponde con los atributos de las figuras gobernantes; más específicamente, jefes de Estado, ministros y altos magistrados de la justicia. Lo que percibimos en quienes nos gobiernan -sus cualidades transformadoras en beneficio de activar las potencialidades de la comunidad, tanto como sus abusos, corrupciones y megalomanías- está en correspondencia con contenidos inconscientes de nuestra identidad argentina. Como comunidad, reconocernos en lo que vemos proyectado en los egos gobernantes es la condición para iniciar un proceso de sanación de las tóxicas características de nuestra soberbia nacional. Un momento oportuno para distinguir el don del orgullo como sinónimo de honor de su falsificación en vanidad. La honorabilidad es generadora y estimulante; la vanidad es destructiva y anuladora. El orgullo honorable -maduro y responsable- implica una afirmación en el mundo; el orgullo vanidoso -demandante y apropiador- representa la negación misma de los vínculos.

Plutón en tránsito a Luna natal, por su parte, nos dice que hay mucho más dolor circulando entre nosotros del que nos animamos a confesarnos. Hay oscuras memorias, resentimientos y culpas, de las que no somos conscientes y que contaminan nuestros vínculos. Existen indiferencias, desprecios e ignorancias de hechos y situaciones que atraviesan de sufrimiento a gran parte de nosotros. Quizás ni siquiera aparezcan registrados adecuadamente por los medios de comunicación, ni considerados de un modo efectivo por las instituciones del Estado. Uno de esos temas es el de la instalación (progresivamente sostenida, al menos, desde hace 25 años) del narcotráfico en nuestra sociedad, no solo como negocio, sino como cultura. Esto representa una horrorosa degradación de valores de convivencia y una naturalización de la violencia. No sé qué sienten ustedes, pero no parece ser una situación que reconociéramos, que realmente percibiéramos próxima o en la que asumamos que estamos involucrados.

Pero atraviesa la sociedad. Se ha desarrollado una cultura violenta. Se ve en el fenómeno del fútbol, con las barras bravas involucradas en el negocio de la droga y controlando clubes, con la violencia y el desprecio por la vida del otro que implica que no se permita público del equipo visitante…

Es cierto, en los partidos de fútbol no puede haber simpatizantes de los dos equipos porque -institucionalmente- asumimos que no puede asegurarse la vida de los concurrentes. Y, de todos modos, sigue habiendo muertos en los partidos, porque se agreden entre integrantes de la misma barra a partir de disputas de poder y del negocio de drogas. Es un síntoma de espanto. El reflejo del maltrato establecido en nuestras relaciones cotidianas.

En los últimos años hay madres que comenzaron a asociarse, sobre todo en el conurbano bonaerense y en Rosario, a partir de que sus hijos han muerto víctimas del consumo las drogas y del narcotráfico. Son mujeres que “ponen su pellejo” y que se exponen a morir ellas también. Hay madres que han sido asesinadas. Y no entiendo cómo no son registradas. No sé por qué el asesinato de una de esas mujeres no es tan relevante como otros acontecimientos criminales de nuestra historia política. Si cediera al encanto conspirativo, diría que hay una intención para que la información de esas muertes no circule. Pero prefiero la opción de que nuestro inconsciente colectivo elige no enterarse de eso, quizás porque sea demasiado horrible la verdad que revelan esas muertes, tal como en su momento lo eran los desaparecidos. Tenemos que recurrir a Google para recordar el nombre de alguna esas mujeres asesinadas, como el de Norma Bustos, desaparecidas de nuestro registro consciente. ¿Cuántas más habrá que no llegan siquiera a las crónicas periodísticas? Estoy convencido que si nuestra conciencia colectiva fuera lo suficientemente sensible, esas mujeres, nucleadas a partir del dolor y de la necesidad de sanarlo con la verdad, conformarían algo análogo a lo que fueron las Madres de Plaza de Mayo, precisamente en los tiempos del anterior tránsito de Plutón a Luna natal de Argentina (1978-1980).

Es lo que te iba a decir. Esa negación del conflicto y de la realidad dolorosa no es nueva en la Argentina…

Exactamente. Por eso, también tendría que haber una transformación de lo que significa hoy tomar una responsabilidad como referente de los derechos humanos, porque va a comenzar a resultar anacrónico asociar derechos humanos con acontecimientos violentos de 40 años atrás, desconociendo lo que está pasando hoy. El tema es que tendríamos que liberarnos de moldes ideológicos a los que nos hemos acostumbrado y que definen cuáles son los motivos de reclamos humanitarios válidos y cuáles no. La cultura narco no parece estar dentro de ellos. No asociamos el narcotráfico como una actividad que atenta contra los derechos humanos de los miembros de nuestra comunidad. La verdad puede ser horrible: tal como descubrimos a finales de los 70 que la desaparición forzada de personas respondía a un plan sistemático implementado desde el Estado ¿cómo conmovería a nuestra conciencia colectiva la comprobación de que el negocio del narcotráfico -con la degradación moral y la comisión de crímenes que implica- no es una actividad delictiva marginal, sino que ha encontrado una necesaria complicidad de los poderes del Estado, cuando no a los mismos protagonistas?

(*) Pertinencias astrológicas sobre Argentina II: el espanto del discernimiento.


Pertinencias astrológicas sobre Argentina III: el musguito en la piedra.



*

No hay comentarios:

Publicar un comentario