Argentina astrológica (II):
los caudillos y las leyes
Alejandro Lodi
(Agosto 2015)
Hemos visto como los modos del núcleo canceriano-capricorniano de la carta natal de Argentina tienden a la vertical fidelidad al líder bondadoso, a la voluntaria subordinación a un gobernante dotado de afecto paternal o maternal. Se trata de un rasgo proclive al caudillismo, al culto a la personalidad, y que nos aproxima a formas de organización social propias de feudalismos o de monarquías, antes que de repúblicas democráticas. La voluntad de la sociedad es la voluntad del líder carismático, de la personalidad destacada y radiante de afecto que, por su propio talento excepcional, puede prescindir de someter a discusión sus decisiones y, por lo tanto, estar más allá de la lógica republicana de división del poder (ejecutivo, legislativo y judicial).
Los grandes líderes de la independencia latinomericana que han quedado registrados en nuestro inconsciente colectivo son San Martín y Bolívar. Dos personalidades identificadas con la Argentina y Venezuela. Es sorprendente que ambos países coincidan en sus cartas natales con las características de ser Sol en Cáncer, Luna en Capricornio y Ascendente en Libra.
Hay más correspondencias. San Martín era de Piscis y Bolívar de Leo. Y es notable que, en una sincronicidad a las que -casi como broma- la astrología nos tiene acostumbrados, en el comienzo del siglo XXI en ambos países se intenta recrear la épica anticolonialista (hoy antiimperialista) de los tiempos de la Independencia y que los líderes que la protagonizan también resulten ser Piscis (Néstor Kirchner y Cristina Fernández) y Leo (Hugo Chávez).
Por su parte, los modos del otro núcleo, el venusino-jupiteriano, parecen habilitar el conjuro a ese personalismo, a favor de formas más afines a las democráticas. Aparece aquí una valoración de las leyes de convivencia, de acuerdos que doten de cierta objetividad a nuestras relaciones y que nos liberen de la subjetividad arbitraria de los caudillos. Pero si, desde estas cualidades, se pretendiera una democracia desapasionada, poco afectiva e indiferente a la calidez humana, entonces podría tornarse un régimen elitista, frío y excluyente. De hecho, en nuestra historia, los “altos valores liberales de la civilización” han sido utilizados para justificar la marginación -e incluso el exterminio- de gran parte de nuestra población, estigmatizada como chivos expiatorios de “el atraso y la barbarie primitiva”.
Antes que una “democracia escandinava”, nuestro componente canceriano pide una “democracia latina”. Tampoco nos cabe una forma de “monarquía parlamentaria”, como la británica, que disipara el vínculo afectivo con la figura regia. Es interesante que la carta del Reino Unido es opuesta y complementaria a la nuestra: Sol en Capricornio en casa IV, Luna en Cáncer en Medio Cielo y Ascendente en Libra… Nick Campion, un astrólogo inglés muy reconocido por sus investigaciones en mundana, opinó acerca de esta sorprendente sinastría entre países que comparten una historia de amores y de odios: “Parecen cartas de integrantes de la misma familia…”.
El debate entre estos dos núcleos, el conflicto entre estos dos polos, recorre toda nuestra historia: los caudillos o las leyes, lo propio o lo extranjero, el progreso del conocimiento o el atraso de la ignorancia, el aislamiento desconfiado o la apertura complaciente… No deja de ser la vieja tensión entre fuerzas de conservación y renovación, pero llevada a lindes autodestructivos y a fanatismos de exclusión extrema. Y ese límite devastador siempre es regresivo, se llegue por izquierda o por derecha. Ya sea conservador o revolucionario, el exceso siempre es regresivo.
A lo largo de 200 años hemos reproducido nuestro encanto por un extremismo pendular que, de un modo fatal, no parece agotarse. Esa fascinación facciosa por “la exclusión definitiva del otro” se refleja en un tercer núcleo de la carta astral de Argentina, el plutoniano-neptuniano, en su modo más distorsionado de expresión:
Y ahora entremos a los tiempos presentes.
Durante el lapso 2016-2018 vamos a vivir, en simultáneo, el tránsito de Plutón al Sol, a la Luna y a la cúspide de Casa IV natales. Suena importante. Y lo eventual que ha sido este tránsito en nuestra historia corrobora su trascendencia: sólo ha ocurrido tres veces.
Es un momento de transformación en la relación entre figuras gobernantes y pueblo. Anuncia la emergencia de contenidos oscuros, la salida a la luz de lo oculto. Y también la excitación de nuestra tendencia al poder absoluto que brota del núcleo neptuniano-plutoniano.
(1838-1842) Plutón en tránsito de cuadratura a Sol y Luna natales
El primer tránsito es sincrónico con la consolidación de Rosas como caudillo de autoridad suprema –primus inter pares– con la suma del poder público. Un período en el que prevalece un líder fuerte por sobre las leyes y los acuerdos.
Recordemos. Luego de un tiempo de anarquía, de falta de ley y de puja entre líderes regionales contra el gobierno central de Buenos Aires, se impone la fuerza de un caudillo que prima sobre los demás, concentrando en su voluntad personal el ejercicio discrecional de la administración absoluta del poder. Es muy interesante que Rosas no haya aceptado hacerse cargo del poder hasta que no le fuera asegurado de ese modo absoluto. Ya le habían ofrecido el gobierno en varias oportunidades, pero aguardó a que la necesidad de un gobierno fuerte fuera tan extrema como para que la oferta incluyera la suma de atribuciones y facultades.
Esto fue muy efectivo para poner orden a aquel clima de disgregación nacional. Su gobierno se extendió por 20 años. Pero el costo fue una severa disociación. Es evidente que en la respuesta a aquel clima histórico prevaleció el núcleo canceriano-capriconiano: el foco energético que tiende a cerrar, a proteger, a marcar fronteras rígidas entre el interior y el exterior para defender lo propio, y, por lo tanto, a excluir, a no vincularse y a no innovar. En esos años los intelectuales encarnaron el polo venusino-libriano y debieron emigrar al exterior. Perseguidos por un sistema policial cruel e implacable –la mazorca-, desde Chile y Uruguay, por ejemplo, comenzaron a conspirar contra “el dictador”.
En síntesis, la respuesta de esta entidad colectiva que compartimos al primer tránsito de Plutón al Sol-Luna natal encarna atributos del núcleo canceriano-capricorniano: supremacía de un líder nacionalista que asegura el orden y protege lo nuestro ante la amenaza externa, de una autoridad paternal encarnada en una personalidad fuerte que decide por sí mismo lo que es bueno, justo y necesario para todos. Por su parte, el núcleo venusino-jupiteriano queda ensombrecido: se prohíbe el disenso, se produce el exilio de opositores y de la clase ilustrada. Y todo esto se lleva a cabo bajo formas propias del núcleo plutoniano-neptuniano: un líder providencial concentra todo el poder y genera devoción como portador de una única verdad, un caudillo salvador nos rescata del caos y lleva a cabo una purificación violenta de la sociedad.
(1928-1931) Plutón en tránsito de conjunción a Medio Cielo y Sol, y de oposición a Luna natales
El segundo tránsito es sincrónico con la ruptura de la continuidad institucional republicana que se venía sosteniendo desde la caída de Rosas y la consecuente instauración del régimen constitucional (1852-1853). Y da comienzo un largo ciclo de alternancia entre autoritarismo militar elitista y democracias condicionadas o carismáticas.
¿Cuál es la corriente colectiva de la época hacia 1930? ¿A qué encanto inconsciente es sensible nuestra comunidad en esos momentos históricos? Es el tiempo del auge de los movimientos totalitarios en Europa: el fascismo y el comunismo. Se consolida la percepción (para muchos, fascinante) de que la democracia liberal y republicana está en decadencia. Nuestra sociedad se convence de que aquel otro líder carismático que había encarnado la expansión democrática de 1916, Yrigoyen, ya está viejo y fuera de sintonía con los desafíos del presente. Se instala la sensación de que es necesario un gobierno fuerte, enérgico y ejecutivo. De la mano del ejército, se produce el primer golpe militar y dejan de tener vigencia las garantías y acuerdos consignados en la Constitución Nacional de 1853.
Sincrónico a este tránsito, surgen los militares como una casta que está por encima de la ley y de la discusión política. Los generales pasan a encarnar esa imagen de figuras fuertes, decididas y firmes que representan “la reserva moral de la nación”. Otra variable del paternalismo: una “casta superior” impone por la fuerza su verdad por sobre “un pueblo que no está maduro para saber qué es lo mejor para sí mismo”. A partir de 1930, cada vez que “la inmadurez de los políticos” genere caos, allí aparecerá el orden de “los padres de la patria”. Se instala la percepción de que un gobierno liderado por una figura ejecutiva fuerte es mejor que otro que respete los valores democráticos. Y esa figura es militar.
La respuesta de nuestra sociedad –de nuestra entidad colectiva compartida- al segundo tránsito de Plutón a Sol y Luna natales parece repetir una tendencia a la instauración de un gobierno que concentra el poder y lo fija en decisiones personales y subjetivas. La aristocracia y las fuerzas armadas como únicos garantes y custodios del sentido de realidad frente a la acción anárquica e inmadura de las masas populares.
Siempre por detrás está el irresistible encanto de los extremos absolutos. Un polo se adjudica la totalidad y una figura (o grupo) se convierte en redentora. Los militares y la oligarquía terrateniente como “salvadores de la patria”, como selecta casta superior portadora de los valores patrióticos y de una verdad suprema, con la bendición de la institución eclesiástica.
(1978-1981) Plutón en tránsito de cuadratura a Sol y Luna natales
El tercer tránsito de Plutón a la Luna Llena de Argentina se da entre 1978 y 1981. Y continúa con el ingreso al Ascendente en 1982. La recuperación de la democracia es también la restauración de los principios constitucionales quebrantados en 1930.
Durante esos años, aquel imaginario del poder militar como garantía de los valores de nuestra sociedad es llevado a un extremo de consumación. Y esa consumación es final, porque llega a tal grado que agota un hechizo. Este es un hecho muy objetivo que nos permite confiar en “la clave psicológica” al momento de evaluar sucesos históricos. Nos parecía imposible salir del karma de los golpes militares, pero cuando esa experiencia llegó al extremo –con los desaparecidos y Malvinas- el hechizo cayó, se ve al desnudo la realidad que antes no podía ser vista. Ya no se puede seguir creyendo en esa fantasía.
Agotado un intento extremo de exclusión absoluta, se inicia una nueva era democrática que actualiza el debate entre los liderazgos paternalistas (o maternalistas) y modos de representación republicanos.
La Constitución de 1853, suprimida en 1930, vuelve a tener vigencia en 1983. Sobre todo 1853 y 1983 ponen en relevancia valores venusinos y jupiterianos: los acuerdos de convivencia, el respeto por el otro, las garantías legales, los principios que regirán el destino de la nación… Cada uno de esos momentos es sincrónico con Plutón en tránsitos significativos que involucran las casas angulares, la oposición Sol-Luna y Júpiter en el Ascendente de la carta de Argentina. Es decir, tránsitos plutonianos sobre componentes protagónicos de los dos núcleos que hemos visto en tensión histórica: el canceriano-capricorniano y el venusino-jupiteriano. Momentos propicios, entonces, para transformar y regenerar la relación entre nuestra tendencia a concentrar poder para garantizar orden y la necesidad de aprender a vincularnos de acuerdo a valores trascendentes.
1853 – Jura de la Constitución Nacional: Inicio de un ciclo de continuidad institucional republicana. (Plutón en 2º de Tauro transita la casa VII y hace oposición a Júpiter natal).
1930 – Interrupción del orden constitucional: Inicio del ciclo de golpes militares y democracias restringidas o carismáticas. (Plutón en 20º de Cáncer transita el Medio Cielo, hace conjunción a Sol natal y oposición a Luna natal).
1983 – Recuperación del orden constitucional: Inicio del vigente ciclo de continuidad democrática. (Plutón en 1º de Escorpio transita la casa I y hace conjunción a Júpiter natal).
El tránsito de Plutón sobre Júpiter natal presupone un clima propicio a la transformación de valores y creencias, a la revelación de una verdad oculta y dolorosa, a la profundización del sentido de la justicia. Su desarrollo entre 1983 y 1984 es sincrónico con el trabajo de la Conadep y el juicio a las Juntas Militares. El simultáneo cruce por el Ascendente marca, además, el inicio de un nuevo modo de entender el poder. Ese juicio simboliza el cierre definitivo de una época y la caída objetiva de un hechizo hasta ese momento vivido como fatal realidad: la era de los golpes militares y de las fuerzas armadas como garantes de los valores patrióticos. Recordemos que también se llevó a juicio a la dirigencia de los grupos guerrilleros responsable de asesinatos durante la década del `70. En esos años parecía agotarse la legitimación de la violencia política en nuestra sociedad, característica vigente a lo largo de toda la historia argentina y, en especial, durante el período del tránsito de Plutón por casa XII (1964-1982). Tiempos en los que estuvo naturalizado ver al adversario político como “enemigo”, al extremo de justificar su muerte. Si la política es guerra, el asesinato del oponente es un valor.
Con el tránsito de Plutón sobre el Ascendente (por cierto, por primera vez en nuestra corta historia de 200 años) casi que nos convencimos de haber dejado definitvamente atrás ese modo violento y cruel de tratarnos entre argentinos.
Y ahora estamos en el cuatro gran momento plutoniano de la historia.
(2016-2018) Plutón en tránsito de oposición a Sol, conjunción a Luna e ingreso a la casa IV natales
Son tiempos propicios para el encuentro con lo sombrío y oculto (Plutón) en la relación entre pueblo (Luna) y gobernantes (Sol).
Son momentos de “emergencia pulsional”, de que se haga evidente y visible lo que preferiríamos no ver de nosotros mismos y de nuestra memoria como sociedad (Casa IV). Es una oportunidad para que toda nuestra toxicidad se haga manifiesta, para que nuestras patologías sociales ya no puedan ser enmascaradas y, de este modo, pueda producirse una profunda transformación curativa. Si se tratara de un individuo, seguramente le diríamos que es un momento oportuno para iniciar una terapia: para asumir una honda (e incómoda) revisión de su pasado, de sus relaciones y de lo que cree ser.
(Continúa en “Argentina astrológica III: instituciones, economía y un juez de NY”).
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