Reflexión para la luna nueva del 10 de
Abril de 2013
Sucede en 20º 41’
de Aries.
El mundo no se parece a una línea. Se parece más a
espirales dentro de espirales, que van pasando de una dimensión de conciencia a
otra. Algo similar sucede en el Sistema Solar en estos momentos. Tras dos años
de acontecimientos cósmicos intensos, la Tierra se baña en una luz que llama a
sus criaturas a renacer en vida, sin esperar al ciclo habitual de muerte y
reencarnación. Estamos en un nuevo comienzo; no uno cataclísmico, sino un
océano de oportunidades para expresar la luz. Esta expresión rompe decididamente
las coordenadas de espacio-tiempo y una vivencia más global asoma a las mentes
humanas. Este renacer afecta desde nuestra conciencia a cada una de las células
físicas, pasando por la materia de todos los vehículos internos.
La mente suele estar muy ocupada, tranquilizándose
en su propia actividad incesante y agotadora. Nos toca ponerla en otro estado
vibratorio. Ahora el esfuerzo supone comparativamente poco en relación
con otros momentos y con otros cuerpos que hemos habitado en los últimos milenios.
Un camino directo y sencillo pasa por serenar toda
esa actividad y respirar con verdadera libertad, sin lucha alguna,
conscientemente, dejando de lado todos esos ruidos sin importancia real para
nuestro ser. Tan pronto retiramos nuestra atención de ellos y les retiramos por
tanto nuestra energía, dejan de existir en nuestro universo personal. El ciclo
primordial de la inspiración y la espiración nos conecta con los grandes ciclos
universales y facilita la fusión de la conciencia individual con el todo.
Observémoslo, vivámoslo en su circularidad.
Aries siempre permite un comienzo, situado en el
punto de equilibrio entre el día y la noche que el equinoccio representa. El
primer signo del zodiaco intelectual expresa un fuego creador y una
iniciativa radical. La misma función creadora que generó los planos de
manifestación tiene un eco poderoso ahora en nuestras conciencias. La ley de
correspondencia, “Como es arriba, así es abajo”, se muestra cada vez más
activa.La cabeza se relaciona con Aries. Para los occidentales la conciencia
humana radica ahí, en el cerebro. La matriz energética y las mismas
neuronas pueden expresar la vida de una forma diferente en este presente, con
una percepción y un trabajo mental que exploren nuevas dimensiones del arquetipo
humano. No somos lo que habitualmente
creemos ser.
En los mundos internos percibimos un inmenso
“ahora”. Para crear desde esa intemporalidad nos contradecimos cuando damos
órdenes que podríamos verbalizar cerebralmente como “Esto sucederá en un
futuro, aunque ahora es imposible”. En realidad, la actitud más coherentemente
creadora, la que mejor resultado dará, sería la convicción de que “Esto sucede,
esto es ahora”.
El fuego creador de Aries ni pide permiso ni somete
su identidad a fuerzas o seres externos. Simplemente actúa, es, y su vibración
moldea la materia. Su punto de decisión resulta absolutamente propio. Para este
fuego, ser y crear son la misma cosa.
Llega la hora de la creación más
individual, desde el yo interno, un
yo que nunca pondrá la obra de arte que es su vida en manos de otras
fuerzas o seres, que nunca se inhibirá o se rendirá, porque percibe lúcidamente su relevancia, su comunión con las fuerzas
creadoras del universo. Las diferentes voces individuales se concilian en
esa armonía y reina una paz muy activa, una paz que sabe descansar en la
acción.
Que la luz sea contigo.
El equipo de Luz interna.
Agradecemos al Sr. César Lillo Arellano, por este aporte.
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