Copérnico, Nicolás
Nacido el 19 de febrero de 1473 CJ,
a las 16h48 en Torun/Polonia, fallecido
el 24 de mayo de 1534 CJ en
Frauenburg/A.
Jurista de derecho canónico, matemático,
astrónomo y astrólogo; desde
1510, canónigo de la catedral de Frauenburg en
Estiria.
Copérnico (originariamente escrito Koppernigk), como
nacido polaco, estudió en Krakau con conocidos
astrólogos corifeos como Johann von Glogau y Albert
Brudzewo y más tarde continuó sus estudios en Italia,
en donde obtuvo el título de doctor en derecho
canónico (!), en Ferrara.
Pero, en realidad, le interesaban mucho más las
ciencias de las estrellas. Por eso asistía a las clases
del médico y astrónomo Girolamo Fracastorio en la
cercana Padua. Y eso se convirtió en una especie de
experiencia clave para su vida. Fracastorio intentaba
representar las irregularidades del sistema de pensamiento
escolástico geocéntrico (Tierra = centro del
cosmos) en un modelo astronómico. Para poder explicar todas las irregularidades de los movimientos
de los planetas necesitó 79 esferas. Esto no gustó
nada a Copérnico, que no podía imaginarse que Dios
hubiera creado un universo tan artificialmente complicado.
Debía haber una mayor simplicidad en la
que todas las partes formaran un todo cerrado. Y eso
es lo que buscó.
En 1510 fue llamado a Frauenburg en Estiria como
canónigo de la catedral. Y allí, teniendo una posición
que le aseguraba la existencia, pudo dedicarse con
más calma a sus observaciones y cálculos astronó-
micos. Por una parte, partió de reflexiones realizadas
por otros. Muchas veces suponía que las enigmáticas
apariciones y desapariciones de Venus y Mercurio
(luceros matutino y vespertino) sólo podían explicarse
si ambos no giraran entorno a la Tierra sino
alrededor del Sol. Y de vez en cuando surgía el pensamiento
(herético) de que ese modelo pudiera aplicarse
al resto de planetas. Por otra parte, su toda
formación académica estuvo siempre bajo la influencia
de astrólogos. También conocía la ordenación
ptolomeica (aunque, en realidad, se había desarrollado
en Grecia ya en el siglo II a.C.) de los planetas
según su velocidad. En ese modelo, el Sol está en
medio de la serie y divide los planetas en supersolares
e infrasolares:
Con esto, algunos eruditos griegos habían reconocido
y propagado la dominancia de la posición central
del Sol. No obstante, no habían sido tomados en serio
por sus contemporáneos.
Con el paso del tiempo, en Frauenburg, fue escribiendo
su libro De revolutionibus orbium celestium
(Sobre el giro de las órbitas celestes). En la descripción
y la argumentación de su modelo heliocéntrico
del mundo utiliza sólo «34 círculos que son suficientes
para explicar la estructura del mundo y la danza
de las estrellas», según uno de sus escritos para conocedores
del tema. La Tierra deja de estar inmóvil
en el centro del universo y tiene tres movimientos:
1. Un movimiento en 24 horas alrededor de su propio
eje (movimiento diario).
2. Un movimiento en un año alrededor de Sol (revolución
anual).
3. Un pequeño movimiento circular del eje polar inclinado
(precesión, de aproximadamente 28.000
años).
El primer esbozo de todo el concepto lo envió a distintos
eruditos de la época en carta en 1514. La mayoría
sencillamente lo ignoraron y alguno incluso se
mofaron de la extraña idea de Copérnico de que la
Tierra se movía – ¡pues se podía experimentar claramente
que estaba quieta! Por todo ello, Copérnico
se resignó a no llevar su libro a la imprenta. Además
también temía que su prestigio como canciller de la
catedral se viera afectado, puesto que sabía muy
bien que su nuevo modelo estaba en contra del concepto
eclesiástico-escolástico.
Con todo esto aumentó su tendencia (típica de su
Sol en Piscis) a esconderse en un claustro eclesiástico.
Sin embargo, sus amigos astrólogos (no los sabios
astrónomos y matemáticos) le «salvaron». En
especial, uno que se llamaba Rheticus (Georg Joachim)
que había sido su discípulo durante mucho
tiempo, le insistía continuamente en que publicara su libro. Él mismo escribió incluso un resumen del sistema
copernicano (Narratio prima, Danzig, 1539).
Finalmente pudo convencer a Copérnico de que debía
copiar su libro y prepararlo para su impresión.
Además, recaudó dinero entre sus amigos para pagar
la composición y la impresión de la edición. Y,
por último, incluso consiguió que el rey de Polonia y
Sajonia concediera permiso para su publicación. Copérnico
recibió el primer ejemplar impreso en su lecho
de muerte el 24 de mayo de 1543.
Copérnico dedicó su libro al papa Pablo III. Sin embargo,
el papa y la iglesia católica, al igual que los
protestantes, rechazaron el modelo copernicano. Se
nos a transmitido que Lutero dijo: « ...el loco quiere
dar la vuelta al arte de la astronomía, pero como indican
las sagradas escrituras, ... es la Tierra la que
está quieta y no el Sol».
La amplia reacción negativa de los sabios de la época
demuestra claramente que fue una persona avanzada
a su tiempo. Se necesitaron dos generaciones
y mentes como las de Johannes Kepler y Galileo Galilei
hasta que llegaron las primeras demostraciones
de la validez de la teoría. Y esto es lo que puede decirse
que marca el comienzo de la Ilustración y de la
Era Moderna. Desde entonces en las ciencias se
habla del giro copernicano.
En los textos de historia se oculta que Copérnico era
astrólogo. Tampoco tenía que airearlo mucho puesto
que, como canónigo de la catedral, no tenía que
ejercer realizando predicciones astrológicas para mejorar
su salario, como ocurrió con Galileo y Kepler.
No obstante, por ejemplo, de la lectura del capítulo
décimo de De revolutionibus ..., el astrólogo aparece
de forma indiscutida. En ese capítulo utiliza una y
otra vez argumentos astrológicos como el anteriormente
citado de la serie ptolomeica. Además, como
argumentos, aparecen también citas de Hermes
Trismegistos que sin duda no pueden tildarse de
científicas.
Además, la mayoría de sus amigos más cercanos
eran astrólogos. Todo ello y el hecho de que entregara
su manuscrito a Rheticus que era un notorio astrólogo
y cuyas publicaciones tenía en su biblioteca
dejan muy claro cual era su posición.
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